No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo
Proverbio inglés.
EL MAYOR PROBLEMA al que nos enfrentamos en Aguascalientes -y en toda la República- a mi juicio, es de carácter político y se manifiesta por la casi ausencia de Educación Cívica desde la más tierna infancia; y no tanto porque no exista esa materia en el programa escolar -misma que no hace mucho tiempo se recuperó al igual que la de Historia, después de que habían sido suprimidas por el oscurantismo oficial para facilitar la opresión del pueblo- sino también porque los profesores no son debidamente preparados para empezar a despertar la conciencia crítica de la niñez para que no repitan como pericos los principios jurídicos básicos que debemos asimilar y ejercer toda la vida: por una parte, cumplir puntualmente nuestras obligaciones hacia el Estado, cuyo gobierno administra los bienes nacionales que, entre otros, nosotros -el pueblo- le entregamos mediante los impuestos para enriquecer el tesoro público; por la otra, exigir el respeto de nuestros derechos: el derecho a las libertades de expresión, de imprenta, de reunión, de tránsito, a la gratuidad de la educación y de la salud otorgadas por el Estado; y entre otros más, a la gratuidad del agua potable que se nos debe dotar en calidad y cantidad suficiente y oportuna, tal como lo proclama la Organización de las Naciones Unidas.
ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. Dijimos que el gobierno administra el patrimonio del pueblo. Y el problema político que nos aqueja se refiere, en primera instancia, al hecho de que frecuentemente tanto los funcionarios públicos electos como los designados carecen del compromiso con el pueblo y de la vocación de servicio social que se requieren para cumplir con las funciones que se les han encomendado.
Pero lo peor de todo y por desgracia también frecuentemente lo que vemos es, por una parte, la evidente falta parcial y hasta total de la capacidad y preparación que se requieren para el satisfactorio desempeño del puesto que ocupan; y por la otra, el afán de satisfacer su apetito por el enriquecimiento personal mediante el saqueo de los recursos que deberían administrar con toda honradez.
A este respecto voy a referir una anécdota lamentable pero ilustrativa: la declaración de una ex-presidente municipal que no recuerdo por qué motivo apareció en los diarios locales. Dijo: “Yo no estoy aquí para administrar”. No sé si la ciudadana entendía por esta función solamente la administración doméstica relativa al gasto realizado en la compra de cebollas y jitomates en el mercado, pero si bien sabía que era la titular de la Presidencia Municipal, con su expresión evidenció que ignoraba que el Municipio es un órgano de la administración pública y que la profesión que se estudia en las universidades para preparar funcionarios públicos lleva, precisamente, el nombre de Ciencia política y administración pública. Se puede entender que un funcionario público de segundo nivel sea un buen administrador aunque no sea un buen político; lo que no puede concebirse es que un funcionario público de primer nivel sea un mal administrador y mucho menos un mal político, porque entonces el mal calificado sería el pueblo que lo eligió. ¿Qué se puede esperar, entonces, de una persona que ocupa un puesto cuyas funciones desconoce? Y los casos, por desgracia, no son raros.
PROPUESTA AL INE. A este respecto, sabemos bien que los requisitos básicos que nuestra Constitución exige a una persona para registrarse como candidato a un cargo de elección popular, son los de que sea ciudadano (mexicano y en la edad requerida para el puesto) en pleno ejercicio de sus derechos por haber cumplido sus obligaciones tributarias y que tenga un modo honesto de vivir. No hay requisito alguno que exija título académico de ninguna especie y eso nos parece muy bien porque es garantía de igualdad. Por tanto, solo los delincuentes o quienes estén sujetos a proceso judicial quedan fuera, lo que igualmente nos parece muy bien.
¿Pero encomendaríamos la construcción de nuestra casa a un albañil que no supiera preparar la mezcla ni cómo manejar el cordel y la cuchara para levantar una pared de ladrillos? Obviamente no.
¿Entonces por qué debemos votar por una persona para ocupar el cargo de regidor, de presidente municipal, de diputado local o federal, de senador o de presidente de la República si no sabemos tan siquiera si algún día ha hojeado el Código Municipal y las constituciones estatal y federal, que son la materia prima con la que está construido el edificio del Estado, misma con la que tiene que trabajar?
¿Y qué pasaría si cada legislatura o instancia de gobierno llevara un registro que publicara para dar a conocer la productividad de cada diputado? Pues que con toda seguridad nos encontraríamos con que hay quienes se han dedicado con toda puntualidad a cobrar los sueldos, salarios y las absurdas partidas secretas que no devenga, pero que no promovieron ley alguna en todo su ejercicio y aun así se atreven, con todo cinismo, a competir en la siguiente elección para cargos de mayor relevancia?
Una de las funciones del consejero presidente de la Junta Local del Instituto Nacional Electoral (INE), que en Aguascalientes es mi estimado amigo Ignacio Ruelas Olvera, estudioso inquieto y político apasionado desde que era estudiante del Instituto de Ciencias, consiste en reunir sugerencias para someter a consideración de las instancias correspondientes, las sugerencias que se consideren convenientes para perfeccionar la legislación electoral en los tiempos dispuestos para ello.
Por eso le propongo lo que en otras ocasiones he citado, en el sentido de que la Ley incluya un examen que se aplique a los aspirantes a candidatos de elección popular, que sea el cedazo que seleccione a aquellos que se hubiesen preocupado no por ser especialistas sino simplemente por conocer las leyes fundamentales y la forma de interpretarlas.
Y que una vez electos, reciban un curso de capacitación que, por lo menos, los introduzca en el Derecho y la redacción constitucionales.
LA CAMPAÑA ELECTORAL. Y qué mejor que la campaña que estamos presenciando, para demostrar lo dicho. Pocos y a veces ninguno de los participantes en los debates públicos organizados por el Instituto Estatal Electoral han merecido calificativos favorables por parte de los reseñadores de los medios de información.
Decepcionante, nos dice Edilberto Aldán en LJA.MX porque ni siquiera son capaces de sintetizar lo poco que se puede expresar en los 2 minutos y medio de que dispone cada candidato; otros se dedican a repetir lo que dicen los demás o a desacreditarlos porque nada se les ocurrió proponer y los 2 minutos y medios les parecen una eternidad; pero lo verdaderamente inaudito es que han sido bastantes los candidatos que se han atrevido a faltar a las convocatorias, hecho que debía ser suficiente para descalificarlos.
UN BUEN PRESIDENTE. Esto me recuerda la frase sacramental que he escuchado en tantas ocasiones, con la que muchos ciudadanos manifiestan la crasa ignorancia que padecen porque desconocen el gran valor que tiene su derecho al voto: “Dios quiera que el próximo sexenio tengamos un buen presidente”.
Aquí volvemos al inicio de nuestra argumentación, en el sentido de que políticos corruptos en el poder procuran que el pueblo conozca bien sus obligaciones pero desconozca sus derechos mediante la anemia a la que someten el sistema de enseñanza, especialmente en lo que se refiere a la educación cívica.
De esta suerte ¿cuándo vamos a tener buenos gobernantes si no hay ciudadanos que conozcan el civismo ni la historia? ¿De dónde van a salir los buenos candidatos que los sustituyan?
¿O Dios nos los va a mandar si le encendemos veladoras u organizamos procesiones? ¡Por favor! Recurrir a la religión para tratar de resolver los problemas políticos es lo mismo que pretender mezclar el agua con el aceite.
Eso ya no es cuestión de educación o inteligencia, sino de sentido común. Unas son las leyes que se supone dictó la divinidad que, también se supone, son eternas e inalterables y deben respetarlas quienes crean en ellas.
Otras son las de los seres humanos, que están en un proceso permanente de reforma para ajustarse a los cambios sociales; si quienes las crean o las reforman tienen la preparación requerida, esas leyes nuevas o sus reformas serán buenas; pero si quienes lo hacen desconocen las causas que las crearon, el material con que están hechas y las exigencias que pretenden su modificación, esas nuevas leyes o sus reformas solo servirán para beneficio de quienes explotan la ignorancia del pueblo.
EL PROBLEMA DEL AGUA. Y aquí es donde vamos a centrar nuestra atención en este que, sin duda alguna a mi juicio, es el de mayor trascendencia y peligrosidad para la salud y el bienestar de nuestra población, después del de la ignorancia cívica del pueblo.
Encontrar alternativas de solución a corto, mediano y largo plazo es también, a mi juicio, lo más urgente en que deba ocupar toda su potencialidad el Estado, pues de ello depende su propia existencia en condiciones de paz y prosperidad.
Por eso me parece tan preocupante ver la penuria mental y ética de la gran mayoría de nuestros candidatos a los puestos de elección popular cuya contienda se resolverá dentro de unos cuantos días, pues no vimos uno solo que nos dijera algo así como: “Aquí tengo una propuesta para crear o reformar tal o cual ley con el propósito de establecer las medidas necesarias para solventar una de las muchas carencias que padece la mayor parte de nuestra población por falta de agua”.
La verdad es que promesas sin sustento van y promesas sin sustento vienen, pero al final del período los funcionarios se van y los pobres siguen pobres, sin los servicios ofrecidos y cada vez con más sed para convertirse, nuevamente, en carne de cañón del siguiente proceso electoral. ¿Qué hacer?
EL AGUA Y JESÚS TERÁN. Los integrantes de la Agrupación cívica y cultural “Amigos de Jesús Terán” nos hemos preocupado por estudiar la admirable personalidad de este personaje de nuestra historia que el presente año cumplió el bicentenario de su natalicio, sin que el Estado se haya dignado organizar nada en el transcurso de la primera mitad del año, para reconocer la obra formidable a la que entregó su vida en su afán de consolidar las bases de nuestra organización social, cultural, económica y política de nuestro Estado y garantizar la soberanía de la Nación mediante la certera aplicación de principios de Derecho Internacional que posteriormente fueron convertidos en doctrina para acabar con las invasiones de las potencias en territorio latinoamericano con el pretexto más simbólico que real de cobrar deudas.
En un intento por identificar los pasos que suponemos daba para establecer la estrategia a seguir en el problema a atacar, trataremos de plasmarlos en la siguiente relación que, reconocemos, contiene algo de nuestra cosecha sociológica:
Utilizar como instrumento básico el método científico con el enfoque del liberalismo social que empezaba a despuntar en esa época, con mayor influencia de los filósofos franceses.
Identificar el problema.
Establecer una hipótesis de trabajo que se iría ajustando de acuerdo con los avances de la investigación.
Analizar su composición parte por parte y evaluar los daños que provoca.
Estudiar sus causas hasta alcanzar su origen, conforme al principio de que nada se puede resolver si no se encuentran las causas que lo explican, reuniendo la mayor cantidad de información posible que otros espíritus inquietos pudieran haber producido con el mismo propósito.
Apuntar las posibles soluciones en grado de importancia y tatar de visualizar lo que se espera de su aplicación, con visión de futuro a diversos plazos.
Establecer los recursos humanos, materiales y financieros necesarios y el orden en que se aplicarían para corregir cada una de sus partes.
REQUISITOS:
Ser dueño de un firme compromiso ideológico identificado con el interés de la Nación.
Perseguir el beneficio colectivo, empezando por la educación que corrija a mediano plazo, los vicios sociales que pudieran impedir la consecución del fin buscado.
Evaluar resultados y
Corregir los errores que pudieran haberse cometido en el trayecto.
Esperamos que este enfoque, que por primera vez intentaremos aplicar el Viernes próximo en la segunda y última parte de esta colaboración con el problema del agua, pudiera llegar a ser útil para aquellos que quisieran y pudieran continuarlo porque como dijo Martín Fierro: “no es para mal de ninguno sino para bien de todos.”
“Año del bicentenario del natalicio de Jesús Terán”
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina