Para mi mamá
Crecí, como la mayoría, con la imagen de mi mamá, como la madre perfecta, en la que siempre he encontrado las palabras precisas, las miradas cómplices, el respaldo incondicional, el mejor consejo y el abrazo que he necesitado. Mi mamá lo ha sido para muchos, porque su amparo y protección han alcanzado para sus nietos, sus sobrinos, sus hermanos y cualquiera que ha necesitado solidaridad. Ella siempre da más, siempre está dispuesta al sacrificio, pero también sé que ella ha sido consciente de sus decisiones y que su maternidad es algo que deseó, que la ha disfrutado y que con ella ha cumplido una vocación de vida, porque además lo hace extraordinariamente.
Hace nueve años, por primera vez tuve conciencia en primera persona, del día de la madre; a poco más de un mes de que me fuera a convertir en madre, el DIF municipal donde trabajaba, ya me otorgó el día de descanso y hasta me regalaron una rosa. Con casi quince kilos encima, mucho, pero mucho calor corporal, los pies hinchados y las hormonas a flor de piel, me dispuse a preparar mis cosas para no dejar pendientes, porque además, ya me iba de incapacidad. En ese momento nos llamaron para avisar que había un caso urgente por atender, que nos había sido notificado por el Hospital General.
Se trataba de Sofy una niña de dos años a la que habían tenido que hacer por segunda vez un lavado de estómago, por el consumo de pastillas para dormir, la mamá decía, que aunque ella las escondía alto, donde la bebé no las alcanzara, ella se subía y las bajaba porque le llamaba la atención el color que tenían y se las tomaba. Era la segunda vez que estaba en peligro de morir por el consumo de este medicamento, ¡una niña de dos años!
El área de protección de los menores, de DIF municipal, es un sitio donde igual pueden oírse estas hipótesis descabelladas, que esconden verdades duras de decir, o narrativas descarnadas de violencia en contra de los menores, en ambos casos, siempre hay trasfondos terribles que en la mejor de las circunstancias, sólo dejarán huellas físicas y emocionales en los menores; no fue el caso de esta niña que desafortunadamente no sobrevivió a este segundo episodio.
La violencia en contra de estos niños es perpetrada por su entorno, en la mayoría de los casos son los mismos progenitores quienes mediante técnicas que rebasan una imaginación estándar, ocasionan daños permanentes en la personalidad e integridad de sus hijos. Evidentemente las imágenes de muchas de estas madres difieren plenamente del modelo al que estamos acostumbrados y guardan similitudes entre sí: se ubican en círculos de violencia y en un gran número, no desearon ser madres, por su contexto, por el momento que vivían o por simple determinación, pero aun así lo fueron.
Casos como el narrado son tan comunes, que ponen en tela de juicio lo unívoco del concepto de maternidad, por supuesto, como decía Ortega y Gasset, yo soy yo y mis circunstancias y eso aplica también para las maternidades.
La maternidad, vivida en carne propia, sobrepasa cualquier expectativa, el estrés, el dolor físico y en el emocional: por ver en peligro la salud o el bienestar de tus hijos, en el trabajo y el esfuerzo diario que uno debe imprimir, para salir adelante sin carencias y para dar un ejemplo adecuado, pero también en el nivel de amor incondicional que uno puede llegar a sentir por seres a los que apenas se conoce y de los que se despiertas niveles de orgullo insospechados incluso cuando bailan “el burrito sabanero”. Por eso, para que lo primero no resulte insoportable y lo segundo pueda salir a flote, con ese goce que solo los hijos nos pueden dar, sin duda es importantísima la voluntad, la toma de la decisión con convicción, planeación y educación. Además, al ser una decisión cuyas consecuencias implicarán obligaciones y responsabilidades de dos sujetos, también se requiere un consenso suficientemente dialogado.
Ese análisis y consenso se hacen necesarios para equilibrar pesos, pues la responsabilidad es mucha y el cambio de vida, después de los hijos, también lo es, asumirla en equilibro por ambas partes no debería ser una cuestión potestativa, porque las mamás no dejamos de ser mujeres después del nacimiento de nuestros hijos. Nuestras profesiones, nuestro entorno social y hasta nuestros gustos, aguardan ahí para poder volver a estrecharnos.
La maternidad y la palabra sacrificio no debieran parecer sinónimos, los esfuerzos deberían ser disfrutados y entonces no serían sacrificios, el problema es que en un contexto cultural como el que vivimos, la figura de “la buena madre” incluso los exige como parte de la labor y entre más cosas se dejen tras de sí, parece que más reconocimiento merece la madre en el 10 de mayo, porque además, pareciera que las recompensas tienen fecha de expiración ese mismo día. 364 días de cederse a los demás, por uno de festejo y regalos para contar con más herramientas para el sacrificio que se viene los siguientes días, hasta llegar cíclicamente a otro día de la madre.
Se dice que Anna Jarvis fue la creadora del marcaje de un día para recordar a las madres, no educar a sus hijos para que mataran a los hijos de otras madres, en eventos bélicos y que cuando pudo ver la catástrofe mercantilista en que esto se convirtió, se llevó una terrible decepción. Desde una visión crítica, el festejo también ha estimulado de forma definitiva la creación de la figura de la madre santa que se crece ante el sacrificio.
¡Que el día de las madres sea una celebración en la que festejemos el avance de los derechos de las mujeres, un día en que podamos ver la sonrisa de nuestras madres por nosotros pero también por su propia felicidad y realización al disfrutar de una maternidad deseada que compagina también con el resto de las esferas de su vida! Porque en esa medida seguro también estaremos apostándole a familias equilibradas en las que ya no haya lugar para historias como la de Sofy.