Las campañas siguen avanzando y en Aguascalientes vez escuchamos más promesas de los candidatos, de aquellos que dicen que nos van a representar, pero que cuando leo, escucho o veo algo sobre sus “propuestas”, pienso más en un vendedor de mercado o un merolico que vende los remedios milagrosos que en una persona que se jacta de estar preparada para “arreglar” los problemas sociales, económicos, de seguridad, educativos, de movilidad, de servicios. Miro todos los anuncios y no puedo evitar escuchar en mi cabeza la voz del candidato transmutada en la del vendedor de milagros: “Señor, señorita, pásele, mire, hoy le venimos manejando esta crema de azúcar del Zahara, mezclada con tintura de Timbuctú, para las almorranas, los ojos de pescado, el grandilogasmo, la cobí, y la disfunción eréctil, pásele mire, sólo por hoy está de promoción, normalmente está en 200 pesos, pero sólo hoy se lo dejo en 2 por 300. Aproveche, sólo por hoy, 2 por 300. No desperdicie la oportunidad”.
No desperdicie la oportunidad. Así. Como si darles nuestro voto fuera más un privilegio que un derecho. Como si votar por ellos fuera una oportunidad. Y aunque no lo dicen explícitamente, con sus discursos más que nada demuestran que no saben lo que deben o pueden hacer desde su puesto de trabajo. Y si lo saben, no tienen idea del cómo. ¡Claro que se va Veolia! Y se va a ir aunque no quiera, la concesión caduca en 2023, en la administración del que gane la alcaldía de Aguascalientes, y dudo que algún partido político quiera renovarle el poder sobre el servicio de agua y alcantarillado de la capital, el costo político sería demasiado. ¡La seguridad será prioridad! Ajá, prioridad. ¿Cómo lo lograrán? Le pagarán más a los policías, les darán mejores seguros de vida, se crearán policías cercanas a la gente, así podrán saber el nombre del policía que abusó de su poder cuando te detuvo ilegalmente en la calle por alguna “conducta extraña”, o por “parecerte a alguien que acaban de reportar” o, peor aún: le daremos capacitación permanente a los policías, ¿capacitación en qué?, ¿quién dará la capacitación? O más simple y complicado: ¿qué acciones tomarán para prevenir la incidencia delictiva? Son demasiadas preguntas que tengo al respecto, pero me quedo con una: ¿No es su trabajo hacer eso que prometen? Si lo es, entonces la promesa es simplemente “voy a hacer mi trabajo”. Qué triste. En especial porque no dicen cómo lo harán, que es en realidad lo que nos haría votar por ellos. Avientan piedras al aire y esperan romper una nube para que llueva. Quieren gritarle al suelo para que brote agua.
Eso sí, no podemos evitar ver la cara de todos los aspirantes tanto a las alcaldías como a las diputaciones tanto locales como federales que se votarán en esta elección. Miramos cómo es que todos sonríen con lo que parece ser una mezcla de simpatía y seguridad…una simpática seguridad porque en realidad no sé si se están riendo de mí y de todos por todas las mentiras o medias verdades que nos dicen descaradamente. O peor aún, cuando muestran los dientes, pero esconden los colmillos con los que se chuparán el erario.
La política de ahora antepone la imagen al discurso, y en el discurso anteponen la emoción a la realidad. Cuánta razón tiene Sartori al decir que somos el homo videns, que preferimos la facilidad de la imagen que la complejidad de la palabra, y no porque no haya imágenes complejas, sino porque es más rápido mirar algo que leerlo (aunque en ambas usemos los ojos y técnicamente en ambas se “mire”). Podemos decirlo más fácil: nos da una pereza apabullante lo complicado, lo complejo. Todos los candidatos nos enfrentan a imágenes sosas de sus caras que se venden como si fueran un producto que fuéramos a comprar al súper; nos enfrentan a discursos simplistas y moralinos que buscan reducir la complejidad de los problemas en un “la administración anterior tiene la culpa”, o peor aún, en un “es cuestión de voluntad”. No, no todo es cuestión de voluntad. Ese es el comienzo. A partir de ahí hay que realizar estudios, hay que gestionar recursos, hay que ejecutar el proyecto y supervisarlo mientras se realiza y una vez terminado. Hay que evaluar el impacto verdadero, no el que sirve para pintar cifras en las campañas políticas. Nuestros políticos son pura voluntad sin planes. Voluntad sin fin.
Decir agua en este periodo de campañas es el elixir de la vida, el comodín que te hace ganar en el póker sin importar la mano que tengas; decir agua es como tomar una bocanada de atención por parte de la gente para no bajar en las encuestas; decir agua es decir la traigo. Porque es muy fácil capitalizar con la desgracia de la gente y la injusticia de parte del estado que decir agua se volvió el discurso oficial de estas elecciones, el discurso que acompaña la cara de los políticos. Decir agua es la forma bonita de decir: “¡Ahí va el agua!” y nosotros sin saber de dónde viene. Decir agua es una traición porque no resuelve nada y crea ilusiones. Decir agua es una muletilla política que ahoga todo, hasta las demás supuestas propuestas de los candidatos. Decir agua es fácil, conseguirla no. Decir agua es, en realidad, una amenaza velada de ineptitud, es no tener propuestas.