En este país siempre hemos sido los contrarios, los subalternos, los marginados, los populares, el pueblo, la izquierda, los otros. Hemos actuado por convicción profunda de manera contraria al modelo impuesto, nos hemos plantado en las calles, en las plazas y en las urnas en oposición a los héroes artificiales armados por las televisoras, a los protagonistas puestos por las cúpulas del poder con el servilismo de un instituto electoral opaco y negligente.
Los poderes fácticos son el poder real de este país, el poder económico en complicidad con el poder político, los que mantienen garantías y privilegios, los intocables, los que imponen su clase, sus negocios, los que pregonan libertad oprimiendo derechos, para los que la historia y su devenir sólo es cuantitativa, de rentabilidad y grandes ganancias, el héroe ve por su clan, lucha por su clan, de manera tribal defiende sus intereses de grupo por todos los medios, la violencia es su herramienta favorita, la ejerce y pisa fuerte, aun a sabiendas de que el débil solo tiene eso su debilidad, por ello intensifica el golpe ante todo aquello que le proteja, que regule, que equilibre, el hombre es el lobo del hombre describiría Hobbes que proponía un Estado fuerte para ordenar a una sociedad hambrienta de protagonismo e individualidad, el héroe siempre es uno con su manada, los otros son todo aquello que se combate, que se desprecia y mas aun si se atreven a jugarle la pulseada de alterar su orden establecido.
El héroe está para triunfar, para imponer su modelo, su narrativa, lo demás son estupideces, desata su furia ampliamente ejercida a lo largo de su construcción con la que se erige como él protagonista, con masacres, corrupción, prepotencia, arrogancia, utilizando las instituciones que habían de proteger al pueblo para arrinconarlo en la pobreza y la angustia, para maniatar a aquellos que saben que si retan al protagonista este no dudará en borrarlos de la historia –literalmente-. La narrativa es exclusiva del héroe, ahí ejerce su centralidad, cuando es hecho a un lado se desespera, se encapricha y toda locura se vuelve racional, no puede reinventarse, reconstruirse, está enraizado, enajenado, sólo sabe ejercer ese papel autoritario, cínico, corrupto que lo mantuvo al mando ¿cómo cambiar?, ¿para qué cambiar? Toda reinvención es un acto existencialista que rompe con la historia, que la quiebra, que la resignifica, pero no ejerce esta opción porque hacerlo sería anularse, cambiar significaría su disolución lenta y lastimera, su esencia más profunda está en el no-cambio y por ello prefieren agruparse monstruosamente entre sí para preservarse. Asistimos a la triste parodia de la alianza.
Así los protagonistas de este país, los verdaderos protagonistas, la mayoría de las veces operando desde las sombras, han dejando un país sumido en las fosas y la desigualdad, con una justicia casi delictiva, con escándalos de corrupción miserables, con prófugos, pedófilos, asociados al narcotráfico, con empresas fantasmas o favorecidas con turbios negocios, influyentismo, violencia, son ellos los que escriben el guión que le dan a los grandes medios a su servicio, y que se amplifica, maquillando toscamente a los aprendices sedientos de protagonismo que ejecutan el papel de abyectos, la actuación debe ser coherente, mentir para sobrevivir en la tarima, los incautos que los siguen ondean banderas y se cuentan por millones, añoran conservar la vieja narrativa, ahí están más cómodos, seguros, odiando al antagonista que amenaza sus creencias.
Pero ante toda narrativa esta el contrario, el otro, los tercos, los incómodos, los rebeldes, los que luchan contra el protagonismo asfixiante y reclaman un papel en la centralidad de la historia de la cual se les ha excluido por todos los medios, la violencia y la antidemocracia como principales, pero también la pobreza, la marginación, en el guión escrito por tecnócratas en donde las bases populares ni siquiera asomaban un papel, ahí aparecen los antagonistas, miles de millones de ellos, sin reflectores ni maquillaje, con los manos ajadas llenas de realidad, con la idea de que otro texto puede y debe ser posible. Los antagonistas emprenden la hazaña, hay sueños frescos de soberanía, de compromiso ético, pone los intereses de las clases marginales y populares al frente, de amplios sectores sociales, en poco tiempo la historia se puede reescribir, se altera, se cambia, nada de ello es posible sin la voluntad de ejercer la disidencia ante la narrativa hegemónica, ejecutar el nosotros y no el yo, mirar al otro. El antagonista nos muestra también sus claroscuros bajo la perspectiva de que no tan solo se trata de interpretar el mundo sino de transformarlo, como proclamaba Marx.
Ante los retos por superar, el antagonista ya ha escrito nuevas y esperanzadoras páginas en el viejo texto donde miles de millones lo acompañan, ancianos, jóvenes, hombres y mujeres libres por la vía pacífica y democrática, los antagonistas de la historia no renunciaremos a la noble tarea de transformarla. Un resultado electoral cualquiera que este sea es solo un párrafo en el gran relato histórico donde la lucha se escribe todos los días para seguir adelante una y otra vez, dónde unidos somos invencibles.