Los átomos del conocimiento son las ideas simples, las que parten de sensaciones, hay quienes creen que todo el conocimiento se puede descomponer hasta llegar a estas semillas, para John Locke estas ideas simples se refieren a cualidades, a cómo creemos que son realmente las cosas, las obtenemos de la experiencia, adquirido el conocimiento a través de la vivencia, es muy difícil que nadie demuestre que estamos equivocados, que algo no es como lo vivimos.
Las cualidades de las ideas son mucho más complejas que el resumen del párrafo anterior, pero me sirve para entender la obstinación de algunas personas o comprender la fe de algunos grupos, ellos lo vivieron así, por eso creen que tienen razón, es una tarea titánica demostrarle al otro que está equivocado porque es necesario confrontar su experiencia personalísima, su sensación, con algo externo.
Solemos reducir ideas complejas como la igualdad o la democracia a una percepción personalísima, es usual que coincidamos y consideremos inteligente o capaz a quien nos da la razón de nuestras síntesis. Ese es uno de los éxitos del discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha logrado reducir el deseo de que se cumpla su voluntad personal a la coincidencia con lo que el pueblo bueno piensa, una idea que él plantea, simplifica y atribuye a los demás.
La mayoría evitamos la deliberación porque nos obliga a confrontar nuestras ideas con las de los otros, preferimos la zona de confort que nos entrega un: tienes razón, esa frase nos regala pertenencia. López Obrador, con su discurso polarizador, regala a muchos un sitio donde se sienten cómodos, donde sin pensarlo, están bien porque comparten el tener la razón.
El presidente se aprovecha de la decisión del INE de retirar la candidatura a varios miembros de Morena para que el pueblo apoye su decisión de eliminar al instituto electoral y conformar algo al modo de la Cuarta Transformación, las sanciones a los morenitas las transformó en una “expresión de fobia y totalmente antidemocrática”, así simplificó López Obrador.
Antes que reconocer el trabajo de las instituciones, el presidente ofrece una salida simple para tomar decisiones: “Sería muy sencillo, ahora que hay sistemas de estos de teléfono ¿cómo se llama?, los call center que hoy y mañana el tribunal con una empresa especializada hiciera una encuesta en Guerrero y le preguntara a todos, a todos: ‘¿Quieres que participe este candidato o no?, ¿se le da la oportunidad de participar?, ¿se le acepta el registro o no?’, y hacer lo mismo en Michoacán y estoy seguro que la gente va a decir: ‘Que participe’, aun los que no van a votar por ellos, porque no se debe de descalificar. En la democracia es el pueblo el que tiene la última palabra siempre”.
Esa es la idea de democracia que vende López Obrador, la de un sí o un no, la que evita la discusión y el diálogo, porque para el presidente sólo se trata de tener la razón, de él tener la razón.
Coda. Me permito volver a citar un fragmento de En contra la democracia, de Jason Brennan: “Si la mayor parte de los votantes actúa de manera estúpida, no sólo se daña a sí misma. Perjudica a otros votantes mejor informados y más racionales, a los que pertenecen a minorías, a los ciudadanos que se abstienen de votar, a las generaciones futuras, a los niños, los inmigrantes y los extranjeros que no pueden votar pero que siguen estando sujetos, y se ven afectados, por las decisiones democráticas. La toma de decisiones políticas no consiste en elegir para uno mismo; significa elegir para todos”.
@aldan