Los seres humanos hablamos mucho, demasiado, mucho más que ningún otro ser vivo sobre el planeta. El estudio de los cráneos del Homo Habilis, considerado el primer antropoide con caracteres humanos, evidencia que ya tenía desarrolladas las áreas cerebrales encargadas de producir comunicación verbal. O sea que comenzamos a hablar desde hace dos millones de años y desde entonces no paramos. No solamente eso, cada día hablamos más. Existen en el mundo siete mil idiomas lo cual claramente nos advierte de la capacidad que tenemos de hacernos la vida complicada. Algunos de estos son dialectos nativos utilizados por pequeñas tribus, pero que se resisten a desaparecer. En China viven mil millones de habitantes, pero solamente 850 millones hablan la lengua mandarín, ya que los demás hablan variantes de tipo mongol o tibetano. Es por ello que el inglés se convierte en el medio de comunicación universal, ya que es hablado por mil millones de parlantes en todos los continentes. Además es el lenguaje de los negocios, la tecnología y la ciencia. Las publicaciones más respetadas en estos campos están escritas en inglés. El crecimiento económico de China, Japón y otros países asiáticos tiene impacto en la economía, pero no en el idioma. Todas estas naciones tienen que convertir su lengua al inglés para poder competir en el mercado mundial, porque además de las grandes dificultades para la pronunciación, tienen el gran inconveniente de su escritura. Todos los países que utilizan alfabetos propios como el hindú, el yiddish, el ruso y los asiáticos necesitan producir sus maquinarias, computadoras y lenguajes cibernéticos en letras romanas. Los que se han resistido son los árabes (escritura alifática) y los rusos (escritura cirílica); pero el avance tecnológico no perdona y poco a poco han ido cediendo. Todo esto es en cuanto a los idiomas y las escrituras, pero ¿Por qué hablamos tanto? El mundo globalizado ha sido posible por los avances en la comunicación que comenzó hace siglos con el correo, después el telégrafo, el teléfono y actualmente con la enorme variedad de sistemas como son la telefonía móvil, la radio, la televisión, el internet y un largo etcétera. Pero eso no lo explica todo. ¿Por qué tenemos que reunirnos en el café, el bar o el restaurante para conversar? ¿Cuál es la razón por la cual los políticos y funcionarios públicos siguen usando el lenguaje para divulgar sus ideas o sus propuestas? Cada día el lenguaje es más efímero, porque lo que dice un político se olvida segundos después de haberlo escuchado. Entonces ¿Cuál es la razón por la que hablamos tanto? El fondo de la cuestión es muy dramático. Es la necesidad personal de hacerse presente, de creerse escuchado, de sentir que lo que se dice es importante. No importa que a todos se les olvide lo que el orador habla, él cree que deja huella. Los mismos medios de comunicación tienen tal velocidad que han operado en contra de la costumbre de leer. Cada día se leen menos diarios y se ven más las noticias en la televisión o en el celular. E inmediatamente después se borran para no cargar la memoria del aparato. ¿Qué podemos recomendar a los políticos para que hablen menos y sus ideas permanezcan? Si la audiencia de todas maneras no leerá y no guardará los discursos ¿Qué hacer para que las propuestas perseveren? Es realmente difícil imaginarlo. Porque ni siquiera las obras públicas permanecen ¿Recuerda Usted que gobernador hizo el Teatro Aguascalientes? ¿Quién hizo el paso a desnivel de Av. Universidad? ¿Quién era el Gobernador y que hizo para que se creara la Universidad Autónoma? ¿Y quién fue el presidente municipal que mejor embelleció la ciudad? ¿Lo ve Usted? Si las obras no persisten, mucho menos el discurso. Ya va siendo tiempo de que hablemos menos. O cuando menos de que lo hagamos mejor. Señores políticos hablen bien, pero, por favor, háganlo poco.
