Hace unos días el diputado Coordinador del Grupo Parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados y presidente de la Junta de Coordinación Política de la misma, Ignacio Mier Velasco, en su intervención ante el Pleno afirmó categórico que: “la Cuarta Transformación prefería la justicia al derecho”. Esta afirmación resulta grave para un país que se revuelve en medio de una coyuntura compleja definida por una crisis severa al menos en tres vertientes, sanitaria, económica y de seguridad pública, pero sobre todo por ser el principal actor político de conducir los trabajos de la instancia responsable de la elaboración y actualización de las leyes de México. De ese tamaño.
Sin embargo, el señalamiento del diputado Mier no debería de sorprendernos. Según la especialista en derecho constitucional María Amparo Casar, en su artículo en Nexos de agosto de 2020, “Los pendientes de la Corte”, afirma que:
“Prácticamente todas las nuevas leyes sancionadas por el nuevo gobierno han sido cuestionadas ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación por distintas vías: controversias constitucionales, acciones de inconstitucionalidad y una profusión de amparos.
La Corte no ha resuelto la mayoría de esos cuestionamientos por lo que puede decirse que México tiene ahora un gobierno sujeto a revisión constitucional.” Y abunda:
El rasgo fundamental de ese cambio es una ampliación de las facultades del Poder Ejecutivo, cuyo diseño final, …, equivaldría a constitucionalizar una forma de hiperpresidencialismo que les recuerda a los mexicanos el de los tiempos del PRI”.
La 4T y específicamente su líder, el presidente López, están molestos con la ley, con la legalidad, en general con el Estado de Derecho, porque su acción ha determinado un freno a su proyecto de “transformación”, a cambio de régimen y el tiempo los apremia. La propia Casar le responde que se equivoca, que el acudir a la Corte es parte esencial de la normalidad democrática del país, y de la mayor importancia en un país como el nuestro con una democracia incipiente y frágil.
Este asunto de la justicia versus el Estado de Derecho, no se agota en el marco de las reformas al marco legal del país impulsadas por la 4T desde el Poder Legislativo. Como lo señaló Amparo Casar, es ese ánimo autocrático del presidente López, que no entiende y lo incomodan las formas democráticas, que busca desesperadamente el aumento de las facultades del Ejecutivo para impulsar su personal visión de cambio para el país, más allá de las formalidades constitucionales o legales que imperan en México, elaboradas, según su visión, por las “fuerzas conservadoras y neoliberales derrotadas”. En toda aquella acción que legalmente tiene margen de maniobra, López Obrador ha actuado en consecuencia, absorbiendo de manera irrestricta facultades o competencias administrativas o recursos económicos; disolviendo o desapareciendo instancias públicas como los fideicomisos o consejos, comisiones, etcétera. Imponiendo, a los argumentos del crecimiento y desarrollo nacionales, su concepto de soberanía y nacionalismo.
Así tenemos en la realidad nacional un Tren Maya, una refinería Dos Bocas, un aeropuerto reconvertido, una CFE y un Pemex, todos, proyectos que le cuestan al erario miles y miles de millones de pesos, sin una certeza sólida para el beneficio nacional. El gobierno de una sola persona está causando estragos en el presente y el futuro del país.
Para colmo de los males que le quitan el sueño a AMLO, es que, a casi 29 meses de su gestión, la Cuarta Transformación, la que iba a equipararse a la Independencia, a la Reforma, a la Revolución, no acaba ni siquiera de tomar color. Los comicios intermedios lo alcanzaron. Aquella circunstancia que le brindó el 2018, se ha ido diluyendo con el desgaste natural de su gobierno. Es tiempo de hacer un recuento de que tanto ha avanzado en su piso electoral de hace tres años, cuánto ha crecido o disminuido su piso electoral ¿siguen siendo sus seguidores los 31 millones de votantes?
El 6 de junio próximo se correrá el velo de sus expectativas. Le urge conservar la mayoría calificada en la Cámara de Diputados para aspirar a continuar con su transformación sin obstáculos para generar los cambios legales y constitucionales necesarios. Sin embargo, las cuentas (las encuestas) no le dan los números que él espera, al contrario, cada día que pasa, sus partidos le dan cuenta de mermas electorales. Parecería ser que, además de la terca realidad, conservadora y neoliberal, sus propios candidatos y esbirros políticos, actúan de manera concertada e imprudente contra la 4T. Las campañas en todo el país eligieron como centro de atención (y ataque) a los aspirantes morenistas o cuatroteros, el desgarramiento interno de Morena por la designación de candidaturas ilegítimas e ilegales es notable. Todo es normal en estos procesos. En aquellos estados donde la 4T se asumía automática triunfadora, está teniendo problemas de aceptación o franco retroceso.
Ante esta situación de trastabilleo electoral, el presidente López, previsor, ha decidido atacar al INE, lo acusa de actuar “por consigna”. Se está curando en salud. Lorenzo Córdova, comisionado presidente del organismo electoral, señaló que: espera que el discurso que se ha estado repitiendo en contra de la autoridad electoral no sea una estrategia “de deslealtad democrática y por si se ocupa” el día después de las elecciones, y acusar, llegado el momento, de fraude electoral ante una posibilidad de resultados adversos de los partidos alineados con la 4T.
Los casos de corrupción, de pederastia (dip. Saúl Huerta), de desatención a la ley electoral (Félix Salgado, Raúl Morón) y decenas de candidatos morenistas abundan y calan en el ánimo del electorado. Habrá que agregar los pésimos resultados en la gestión de la pandemia y las más de 215 mil muertes; la pobre estrategia de vacunación, específicamente con los médicos privados. La ineficaz política de reactivación económica, la inminente crisis del déficit fiscal del gobierno mexicano y la anemia de la administración pública federal y sus pobres resultados.
Así, ante la posición de la 4T sólo cabe afirmar que Dura lex, sed lex… La ley es dura, pero es la ley.