Originalmente había pensado en compartir contigo una selección de obras para escuchar durante estos días, que para los que creemos, son días de profundo recogimiento espiritual. Evidentemente el comentario va dirigido para todos aquellos que estamos convencidos, y por supuesto somos practicantes de la fe católica, –por cierto que en estos caóticos tiempos es mucho más peligroso confesarte católico convencido que aceptar que eres delincuente, yo mismo he sido objeto de burlas, escarnios, incluso ofensas por declararme católico, sobre todo de parte de aquellos que exigen respeto por sus gustos y preferencias–. Así las cosas, el tema es qué música escuchar que favorezca la disposición de ánimo y espiritual para la solemnidad de estos días en el entendido que, como decía Nietzsche, el dios de los ateos, “La vida sin música sería un error”, como es un error también la práctica religiosa, incluso de cualquier confesión, si no se tiene la música como elemento básico e inspirador.
De todas las denominaciones cristianas, es la católica la que cuenta con el acervo de arte sacro más robusto, generoso y abundante, y por supuesto, dentro de este acervo la música juega un papel fundamental; el repertorio con el que se cuenta nos permite seleccionar qué música escuchar para cada uno de los tiempos litúrgicos, por ejemplo, para Navidad o la Semana Santa las posibilidades son verdaderamente inagotables.
En efecto, mi intención original era la de proponerte un catálogo de obras musicales que son apropiadas para este momento litúrgico, pero finalmente me decidí por compartir contigo una sola obra que me parece que además de ser ideal para el momento, tiene una belleza que puede fascinar incluso a los no creyentes o practicantes de otra confesión religiosa, me refiero a la obra orquestal que Franz Joseph Haydn publicó en 1787 llamada Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, ese mismo año, el propio Haydn hizo una deliciosa versión para cuarteto de cuerdas, finalmente recordemos que es a Haydn a quien se atribuye la paternidad del cuarteto de cuerdas, la formación madre de la música de cámara. El mismo compositor supervisó una versión para piano y finalmente, en 1796, trabajo en un nuevo formato para solistas, coro y orquesta, y esta es la versión que por su complejidad y su intenso dramatismo, ha logrado consolidarse como uno de los grandes oratorios en el inagotable repertorio sacro.
Esta versión coral, que como ha sido apuntado líneas arriba data de 1796, la realzó el maestro después de haber escuchado en Passau, llamada también la ciudad de los tres ríos ubicada en Alemania en la Baja Baviera en la franja fronteriza con Austria, una revisión de su obra orquestal preparada para incluir coros realizada por el Maestro de Capilla de Passau Joseph Friebert, el texto no era el original que nos citan los evangelios, sino un poema pietista, es decir, un grupo de filiación luterana escrito originalmente en alemán. Haydn quedó impresionado con este trabajo y decidió mejorarlo y se puso a trabajar en él recurriendo a los textos de las Sagradas Escrituras. Para la elaboración de esta versión contó con el apoyo del barón Gottfried van Swieten, esta fue la primera ocasión que el compositor trabajó con el barón pero la mancuerna habría de consolidarse y digamos que Swieten jugó un papel de libretista oficial de Haydn ya que continuaron trabajando juntos en los oratorios de La creación y Las estaciones.
Finalmente la versión coral se estrenó en un concierto privado el 26 de marzo de 1796 ante miembros de la nobleza austríaca, y la primera ejecución pública del Oratorio Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz fue el 1 de abril de 1798 y publicado en 1801
La idea de hacer una obra musical con este perfil surgió en 1783 después de los trabajos de remodelación y ampliación de la Santa Cueva en Cádiz a cargo del padre Sáenz de Santa María quien había heredado de su padre una gran fortuna además del título de marqués. Destinó parte de su herencia a la remodelación del recinto y en encargar una obra musical digna del culto del Viernes Santo en donde pretendía incluir pasajes musicales intercalados con las lecturas de las siete palabras o frases que dijo Cristo en el tormento de la cruz, según nos dicen los evangelios, en una celebración llamada Devoción de las tres horas y que solía realizar en este recinto, la Santa Cueva de Cádiz. La primera opción fue encargarle la obra musical a Luigi Bocherini por sugerencia del violoncellista Carlo Moro, pero el sacerdote optó por hacer el encargo al que seguramente era el músico más importante de la época, Franz Joseph Haydn. Para ese momento Haydn ya no estaba obligado a trabajar únicamente para el príncipe Esterházy por lo que podía ya aceptar encargos de composición de cualquier persona o entidad.
Existen entonces, cuatro diferentes versiones de esta monumental obra de Haydn, padre de la sinfonía y del cuarteto de cuerdas, la primera, una versión orquestal estrictamente instrumental, la segunda una maravillosa adaptación para cuarteto de cuerdas, una tercera para piano que no fue hecha por Haydn pero sí supervisada por él, y una última que es la versión con orquesta, coros y solistas. Cualquiera de estas diferentes versiones es ideal para escuchar durante estos días santos y si no compartes la religión católica o no eres creyente de ninguna confesión, la belleza de la música también reclama tu atención, no lo dudes, es fascinante.