Uno es de donde haya hecho el bachillerato
Max Aub
Todos tenemos la patria grande y la patria chica, en mi caso la grande es México, la chica, Aguascalientes. Nunca he tenido problema al declararlo o sentirlo. Jamás he dudado de ello, ya que la mayor parte de mi vida la he pasado en Aguascalientes, y aunque he vivido en otros lugares, siempre termino regresando, no como el hijo pródigo, sino como alguien que regresa a un lugar de descanso.
Parece una necedad hablar del lugar del que somos, como si eso estuviera escrito en piedra y no hubiera ningún problema, como si el haber nacido en algún lugar no causara escozor o molestias, o negar el lugar de procedencia no fuera algo común. He conocido personas que niegan provenir de la capital del país para evitar el trato chilango que les pudieran dar, he conocido personas de la provincia que se van a la capital e intentan parecer cosmopolitas para que no piensen que son provincianos incultos e ignorantes, bárbaros que no conocen la civilización de la capital.
Pero, aparte de una posible discriminación por prejuicios heredados, ¿cuál es la importancia de haber nacido en X o Y lugar? La identidad que nos construye, los problemas a los que nos enfrentamos y, sobre todo, la necesidad social de pertenecer a alguna comunidad que comparte memoria, geografía y cultura. La herencia, en pocas palabras.
Algunos miembros de mi familia nacieron en Chihuahua, pero han vivido casi toda su vida en Aguascalientes, ¿pueden decir que son aguascalentenses?, ¿son en realidad chihuahuenses?, ¿pueden decir que son chihuahuenses y aguascalentenses? Nunca se lo preguntan, pero siempre dicen que son de Chihuahua, aunque tengan más de la mitad de su vida sin haber puesto pie en esa tierra. Pero ellos decidieron decirlo: Chihuahua. Y más de una vez hay personas que se sorprenden que no sean de Aguascalientes.
Eso es en una persona “común”, de las que no tendrán estampita con su foto en el anverso y biografía en el reverso, que no aparecerán en ningún libro de historia ni nada. No lo digo como algo negativo. El problema consiste en los personajes que sí aparecen en algún tipo de historia, de esos que escribieron libros, actuaron, investigaron, fundaron, crearon, inventaron, jugaron, compitieron etc. Esos personajes son los conflictivos porque, como ya lo dije, nosotros somos parte de una comunidad y para que esta exista requiere de elementos cohesivos: memoria, geografía y cultura. Ellos forman parte de la cultura, son los que podríamos considerar “ciudadanos ejemplares”, o simplemente como famosos, los que fueron picando la piedra del camino que nosotros seguimos construyendo o recorriendo.
Aquí en Aguascalientes está el caso de Dolores Castro. Comparten su nombre una librería del Fondo de Cultura Económica y un concurso de creación literaria para mujeres convocado por el Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura. Siempre la presentan como poeta de Aguascalientes y ella jamás lo ha negado, aunque, por lo que he visto y leído, se puede decir que ella sólo nació aquí, pues a los pocos días de su nacimiento su familia se fue a vivir a Zacatecas, luego vivió en la Ciudad de México, donde estudió su carrera, trabajó y se casó. Aguascalientes fue donde nació y ya. Sin embargo, nadie dirá que Dolores Castro no es aguascalentense. Y digo que eso porque hay quien también dicen que es zacatecana. Eso tampoco lo niegan. ¿Por qué? Aunque haya gente que diga que no se puede negar lo que dice el acta de nacimiento y Dolores Castro es del meritito Aguascalientes, entonces, ¿qué sucede con el caso de otros personajes del estado como el maestro Felipe San José González? El maestro Felipe San José no es aguascalentense, nació en la Ciudad de México, pero nadie podrá esconder las aportaciones que tuvo para el desarrollo tanto cultural como académico del estado. No conozco a nadie que le niegue la hicrodalidez al maestro. Ni tampoco que defiendan su chilanguez.
Eso no se queda en lo local, pues Mario Vargas Llosa vivió en España y tenía la nacionalidad española desde antes de ganar el premio Nobel, sin embargo, no fue hasta que la academia sueca le otorgó ese galardón que los medios españoles dejaron de llamarlo “el escritor peruano” y comenzaron a llamarlo “el escritor peruanoespañol”, el premio le dio el “privilegio” de convertirse en español a los ojos de los medios, de la gente. Fue su prueba de fuego, no importaba que al menos el principio de su carrera literaria haya sido gracias a la editorial española Seix-Barral, no importaba que llevara años viviendo en el país. El Nobel le dio la categoría de español.
Y hablando del Nobel, pensemos en la fuga de cerebros que tanto se da en México y en países de economías emergentes, lo que quiera que eso signifique, como fue el caso de Mario Molina, “nuestro grandioso” premio Nobel de Química. Él desde el posgrado vivía en Estados Unidos, allá realizó su investigación y trabajaba. Llegó a ser asesor del presidente Obama. Claro, en la UNAM, donde realizó su licenciatura, se le hicieron honores, se bautizaron edificios con su nombre. Pero cuando falleció, dependiendo del medio que anunciara la noticia se podía leer “el científico mexicano” o “el científico mexicoestadounidense”. Sí, Mario Molina, como Vargas Llosa, también tenía la nacionalidad gringa y allá los gringos no le quitaban lo mexicano, pero le agregaban lo estadounidense. Para nosotros era 100% Made in México
¿Es importante saber de dónde es cada persona? En realidad no, sin embargo saberlo luego nos puede ayudar a comprenderlos, a generar empatía, pues en muchas ocasiones las costumbres que nos arrastran son más por el lugar y la sociedad en la que nos desenvolvemos que por otras cuestiones como la religiosa, pues un católico del Bajío no será lo mismo que un católico del norte aunque los dos recen las mismas oraciones al mismo dios; tampoco el hacer política, pues un político de Yucatán no es lo mismo que uno en Tijuana. Los contextos geográficos nos ayudan a eso.
Lo que sí, es que cada uno, cuando se convierte en personaje puede elegir de dónde es. Yo concuerdo con Max Aub cuando dice que uno es de donde haya estudiado el bachillerato, pues es en ese momento cuando uno forja su propio carácter y comienza la emancipación del pensamiento de los padres. Y vaya que Max Aub es un caso especial: nació en Francia, descendiente de judíos, cuando era niño sus padres huyeron a España por la Primera Guerra Mundial, y luego, ya siendo adulto, él tuvo que exiliarse a México después de la Guerra Civil Española. Vivió en México más de la mitad, hasta que murió en 1972. Él siempre dijo que era español.
También concuerdo con Chavela Vargas cuando dijo: “Los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana”. Que bien podría aplicar a todos y a cualquiera, mientras los de ese lugar, del que se arropan los haya aceptado y al menos en el caso de Chavela Vargas nadie se queja de que ella se declarara mexicana.
Saber dónde nacemos, también sirve para eso: para darle geografía a las biografías, un lugar al lado de una fecha. Un dato inocuo más. Y, por desgracia, para vender nacionalismos idiotas.