Procesos y más procesos, pero electorales, es otro de los temas con mayor auge en México, iniciado ya desde hace algunos meses, el proceso elector dos mil veinte –ya concluido- y de este año dos mil veintiuno, considerado como el más grande y complejo de la historia del país, pues más de veintiún mil cargos de elección popular están en juego, además de considerar que entre las elecciones del año próximo pasado y las de este año, se puede obtener un resultado aproximado de casi noventa y cinco millones de electores registrados en la lista nominal, convocados a los citados procesos electorales.
Los Estados que ya desarrollaron sus comicios electorales fueron Coahuila e Hidalgo, en el primero se eligieron veinticinco diputaciones, de las cuales dieciséis correspondieron a mayoría relativa y nueve de representación proporcional, en tanto que, en el segundo se renovaron ochenta y cuatro ayuntamientos, mismas que a decir de los expertos sirvieron como laboratorio (sic) para este otro proceso electoral dos mil veintiuno.
Sin embargo, en este año nos encontramos en un escenario inusual, es decir, en medio de una pandemia, aunque para el Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral, no debiera de ser un obstáculo para la democracia que buscará una vez más refrendar el compromiso político de la sociedad, siendo este escenario donde quince elegirán a un nuevo gobernador; la ciudad de México tendrá cambios en la totalidad de sus alcaldías; se renovarán los quinientos lugares en la Cámara de Diputados; en su caso, las Cámaras de las entidades federativas; además de mil novecientos siete Ayuntamientos.
Ahora bien, parafraseando un poco con el proceso electoral y la pandemia, recuerdo un meme –imagen humorística- que decía textualmente “semáforo amarillo que se parece naranja, pero en realidad es rojo, pero en temporada electoral te lo dejan en verde”, es cierto que hay proceso electoral, pero no menos cierto es, el problema de la pandemia del covid-19, pues por mucho que lograra acelerarse el envío de las vacunas, no garantizaría el tener vacunada a toda la población de cara a la elección del seis de junio.
La pandemia del covid-19, sí que está generando un desafío para las autoridades electorales, primeramente, porque se refiere a un panorama estrictamente sanitario, sabemos que las elecciones implican una gran movilización de personas, sin dejar de mencionar que la sola organización –igualmente- implica trabajo de campo y obviamente un contacto físico con un indeterminado número de personas.
Dicho de otra manera, pensemos por un momento en el número de funcionarios de casillas, el número de funcionarios del Instituto Nacional Electoral; el número de representantes de los partidos políticos – que vigilan el trabajo de las autoridades electorales-; el número de votantes y por qué no, hasta el número de visitantes extranjeros, equivaldría a un aproximado de cuarenta y cinco millones de personas que estarían operando la elección del seis de junio.
Pero ahí no acaba todo, ya que otro problema ocurre en las campañas electorales, que provocan grandes concentraciones de personas –dependiendo claro, del partido y el candidato- y que evidencian justamente la parte contraria de las medidas o protocolos sanitarios asociados a esta pandemia, no respetándose el distanciamiento social.
Surge entonces, el planteamiento para saber si existen ya algunos protocolos sanitarios de cara a la elección o bien algún tipo de recomendaciones, por ejemplo, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha sugerido tomar en cuenta las condiciones de salud en la definición de la fecha de las elecciones; contar con un marco jurídico que permita la postergación de la elección; generar acuerdos políticos en caso de postergación y en la determinación de la fecha de la elección y por último, definir la fecha de la elección, la cual constituye la base de la certeza como fundamento de toda elección.
Recordemos que Coahuila e Hidalgo postergaron sus elecciones, donde implementaron una serie de protocolos sanitarios, se realizaron operativos de limpieza y desinfección de los lugares donde se instalaron las casillas, todas las personas que acudieron a las casillas debían hacerlo con cubrebocas y caretas, cada elector llevaba su propio bolígrafo para marcar sus boletas y cada tres horas se realizaba la limpieza y la desinfección de superficies y materiales electorales.
Entonces no hay excusa ni pretexto, tanto autoridades federales, estales, municipales y electorales ya lo saben, para que no pase aquello que dice: “semáforo amarillo que se parece naranja, pero en realidad es rojo, pero en temporada electoral te lo dejan en verde” será necesario considerar las recomendaciones de la OEA y los protocolos sanitarios ya implementados en otras elecciones –en tiempos de pandemia- en tanto que los electores, tendrán no solo la terea de portar su credencial de elector, sino también todos aquellos instrumentos que les sean requeridos para realizar una elección si bien no secreta, por lo menos libre de contagios.