Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, laureados con el premio Pritzker del 2021, nos demuestran como la arquitectura se puede abordar en el siglo XXI desde una aproximación social y sustentable (en el sentido amplio), dando nuevos usos y vidas a las preexistencias y dejando de lado los caprichos formales y visuales que hoy se presumen en los “altos círculos de la arquitectura”. Su despacho Lacaton & Vassal más allá de desarrollar arquitectura, genera lugares de celebración a la vida, la tierra y la humanidad, evidenciando como la arquitectura establece los diálogos entre estos y la vida cotidiana, historia y sentimientos de las personas.
Y quiero hacer especial énfasis en la noción de lugar y no de simple espacio o construcción. El trabajo con preexistencias implica la existencia de experiencias previas de las personas con un espacio, misma relación que los transforma en lugares, son parte de nuestras memorias. Ya sea la silueta distante en el paisaje de una abandonada nave industrial, testigo de la evolución y transformación de la ciudad, o también nuestro departamento, que, a pesar de su cuestionable calidad arquitectónica, fue el escenario de nuestra vida íntima y privada.
Con el estudio de estos lugares y sus habitantes, Lacaton & Vassal no se proponen una simple mejora estética, sino la ampliación de las posibilidades y libertades que nos ofrece el espacio. Departamentos pequeños que fueron construidos con ideales sociales, pero con presupuestos insuficientes, son intervenidos y quizá alcanzan su cometido inicial al ofrecer una vivienda donde sus habitantes se puedan desarrollar plenamente como personas. En uno de sus proyectos, los muros exteriores son sustituidos por amplias terrazas, que cada habitante los transforma a su necesidad particular: un espacio para yoga, un jardín con macetas, un lugar para tomar café y leer o simplemente para disfrutar del sol por las mañanas. Ya que el programa arquitectónico fundamental (que responde a las necesidades mínimas de una vivienda) ha sido cubierto, se les deja a las personas la exploración y apropiación de los nuevos espacios para que lo habiten como plazcan y como más los enriquezca en su vida diaria.
Por otra parte, el trabajo con las preexistencias cobrará cada vez más valor en el mundo. Las tazas de crecimiento demográfico se han ido reduciendo y con esto disminuye la demanda de viviendas tradicionales como se había dado durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente en occidente. La adaptación, ampliación y remodelación serán más relevantes en el quehacer de los arquitectos, es una demanda social y ecológica. Demoler y construir de nuevo tiene un fuerte impacto ambiental, el trabajo con preexistencias será la alternativa sustentable, no hay más. Lacaton & Vassal nos ofrecen un ejemplo de lo que podemos hacer, una observación cuidadosa y sin prejuicios de lo existente y con esto su aprovechamiento en la intervención subsecuente. Quizá deban de ser más estudiados en las facultades, mismas que podrían promover proyectos con preexistencias y no solo obras nuevas, tal como lo demanda el mundo. La arquitectura es el intermediario entre nosotros como sociedad y el planeta, es momento de abordarlo con sensibilidad y acciones, atendiendo la crisis climática a la que nos enfrentamos.
En Lacaton & Vassal vamos a encontrar un despacho que no es indiferente a las personas ni a su realidad, tampoco al planeta en el que vivimos. Nos muestran como una actitud humilde y de servicio puede guiar la práctica arquitectónica con nuevos valores de gran importancia. Es nuestro papel como arquitectos sensibilizarnos a las personas y no solo a los espacios, entender nuestro papel en la transformación del hábitat y atenderlo con responsabilidad. En lo personal me parece que fue sumamente merecida y significativa esta última entrega del premio Pritzker y espero que arquitectos de todo el mundo puedan aprender de Lacaton & Vassal, y que con un poco de suerte y trabajo podamos devolverle su humanidad a la arquitectura.
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