Insultan a Andrés Manuel López Obrador en un vuelo de Guadalajara a la Ciudad de México; el presidente sufrió los gritos e insultos de pasajeros en avión comercial; alrededor de cinco jóvenes le gritaron a López Obrador cuando descendía de la aeronave… así presentaron la mayoría de los medios de comunicación un video en el que se observa a unas personas que, desde sus asientos, gritaron “¡Que chingue su madre el Peje!”, otra persona volteó a ver a López Obrador y le señaló que era “un mal presidente”.
El 10 de mayo del 2014 se organizó la gran mentada nacional a través de redes sociales, en Twitter, el hashtag #ChingueASuMadreEPN rebasó las 100 mil menciones; hace siete años ninguna nota se ocupó de la reacción de Enrique Peña Nieto, en cambio, muchos de los textos informativos que dieron cuenta de la mentada de madre a López Obrador, destacaron que ante los señalamientos, el presidente sólo se levantó de su asiento, se retiró de la aeronave sin voltear a ver a los pasajeros o hacer señalamiento alguno, algunas de esas notas incluso señalaron la dignidad estoica con que el titular del Ejecutivo no hizo caso de los insultos.
No encuentro nada que justifique una mentada de madre al presidente de la República, sea del partido político que sea, lo menciono porque no faltará quien justifique el insulto contra Enrique Peña Nieto porque no tenía la popularidad de López Obrador o la dignidad suficiente como para que se respete la investidura presidencial.
Los motivos por los que ahora muchos se ofenden porque le mentaron la madre a López Obrador son relativos, así lo muestra el trato de respeto que demandan los seguidores de la Cuarta Transformación para con el presidente y su círculo cercano, no importa que a la esposa e hijos de Peña Nieto los denigraran, cosificaran, insultaran a la menor provocación; del último presidente priista se podían circular fotografías ridiculizándolo por su vestimenta, por sus errores de cálculo garrafales o su ridícula pronunciación del inglés, en cambio, a López Obrador todo se le justifica, incluso las mentiras.
Los opositores al proyecto de López Obrador insisten en imprecar al presidente, le buscan motes, apodos, señalan su forma de vestir, de ser y también lo llevan al extremo del insulto, a pesar de todo el esfuerzo de estos movimientos, sus agresiones no logran establecerse como tendencia o ser apoyadas como en los tiempos que era en contra del régimen priista y sus protagonistas; no importa cuánto persistan en el intento, una y otra vez salen perdiendo y todo esfuerzo se disuelve en tendencia momentánea; de ese tamaño es la habilidad de López Obrador, de esa magnitud la fe ciega que le tienen sus defensores.
Eso en las benditas redes sociales, que al final no debería importar, pero la atención que otorgamos a esos intercambios está haciendo pasar por alto que este fenómeno de la inutilidad del insulto no se aplica por igual a todos, estamos demasiado concentrados en López Obrador, al grado que las notas informativas antes que el qué, quién, cuándo, cómo y dónde, se esfuerzan en destacar el inalterable carácter del presidente, la imperturbable dignidad, que no se rebaja ante nadie.
Los medios están cambiando y tienen esa deferencia, ¿intentan ser objetivos, auxiliar a que se respete la investidura presidencial, en nombre de la veracidad o incidir en la oportunidad?, no lo creo, el trato es sólo con López Obrador, todos los días en los medios de comunicación, sin importar si están a favor o en contra de la Cuarta Transformación, locutores, conductores y reporteros no dudan en estigmatizar las manifestaciones de protesta, el caso más evidente es con las mujeres organizadas, las exigencias, reclamos o demandas que provengan de ese grupo, de inmediato es presentado como violencia, son tachadas de feministas como si serlo fuera un insulto.
No importa si protestan contra la inclusión de un candidato acusado de agresión sexual, si es por los feminicidios, el aborto legal, invariablemente se despliega un ejército de reporteros dispuestos a descalificar a esas mujeres, se busca la imagen más violenta de su manifestación, se establece si son un puñado o decenas, no la representatividad que tienen, no lo que están defendiendo o el motivo de su lucha.
Todo es relativo, nos hemos acostumbrado a reducir los motivos a cifras o a caricaturizar las demandas, porque un gesto de la autoridad o el número de personas que protestan es más importante que la causa de su manifestación.
Coda. La primera prueba de respeto hacia los seres humanos, escribió Elias Canetti, consiste en no pasar por alto sus palabras.
@aldan