Mano firme con Cabeza de Vaca, trato suave a Romero de Deschamps. Desde los pasillos presidenciales cuentan cómo elige AMLO a sus enemigos. ¿Por qué perdona a los “conversos”? ¿Tiene Irma Eréndira de qué preocuparse? ¿Qué pasará con los jueces?
EMEEQUIS
“¿Qué hora es? La que usted diga, señor presidente”. El cuento, atribuido a Porfirio Díaz, ha regresado a los pasillos de Palacio Nacional durante este sexenio. Y es que AMLO suele cuestionar a quienes fijan una posición antagónica o distinta. Ha denostado jueces, empresarios, adversarios políticos, medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, periodistas, columnistas…
Tras ser desplazada del círculo de confianza del presidente, una pieza clave de su gabinete anda preocupada por el perfil autoritario de Andrés Manuel, como si no lo supiera desde antes. Compartieron ideales, luchas y confidencias, pero ahora que ha caído de la gracia del señor trata de buscar aliados para volver al paraíso.
Desde la casa presidencial ponen el ejemplo de Irma Eréndira Sandoval para explicar que muchos no entienden que el presidente no es autoritario, sino que está en una guerra muy importante, trascendente para el país. Y que no permitirá lances personales o de grupo que vayan en detrimento de su proyecto. Allá consideran que la secretaria de la Función Pública ha hecho uso indebido del poder que se le encomendó.
López Obrador juega la política igual que antes. Si antes combatió a “la mafia del poder”, ahora va contra “los conservadores”, agrupados en el mentado “BOA” (Bloque Amplio Opositor). En el imaginario del presidente, ahí están los jueces amafiados con los empresarios impresentables, los políticos oportunistas, los medios golpistas, los periodistas que recibían “chayo”, los activistas que dejaron de vivir del presupuesto…
¿Qué tan real es esa conspiración? No importa. El presidente lo piensa así y así tienen que pensar y actuar quienes decidan acompañarlo en su cruzada por sustituir las élites favorecidas por los gobiernos del PRI y el PAN. “Esa es la clave para entender al presidente, quiere sustituir las élites”, nos cuentan, “aunque no a todas ni a todos”. Las fuentes de Palacio Nacional ponen de ejemplo a empresarios apapachados en su sexenio, como Ricardo Salinas Pliego. AMLO perdona a los conversos, a quienes jugaron con “los malos”, pero ahora se suman a su proyecto de nación.
Los “blandos” y el miedo a la desestabilización política
Luego de que el presidente diera a conocer durante su conferencia matutina, en junio de 2020, que un bloque opositor intentaba a toda costa regresar a las condiciones del privilegio del pasado, el fiscal Alejandro Gertz Manero y otros miembros del “ala blanda” del gobierno comenzaron a advertir los riesgos de que una rebelión generaría “desestabilización política del país”. Temían que las embestidas contra el PRI, principalmente, motivarían rebeliones en sindicatos, cámaras empresariales, sectores del Ejército…
Esa lectura, compartida en parte por Olga Sánchez Cordero y Ricardo Monreal Ávila, prosperó parcialmente en el ánimo del presidente. La conquista de este sector tuvo un logro importante: es mejor ir primero contra figuras del PAN, como Francisco Javier Cabeza de Vaca (gobernador de Tamaulipas), y dejar para después de las elecciones intermedias a los priístas, como Luis Videgaray o el propio expresidente Enrique Peña Nieto.
Otro triunfo del “ala blanda” es que AMLO suavizó los ataques a personajes como Carlos Romero Deschamps, quien por lo pronto padeció un “Quinazo de terciopelo”, al tiempo que las investigaciones que podrían llevarlo a la cárcel han sido congeladas, por lo pronto. Esta señal tiene que ver con un mensaje a los rebeldes. “Si se arreglan, pueden tener penas menos graves”. Emilio Lozoya se benefició de ello y Rosario Robles podría estar en ese camino. Los empresarios y empresas que han entendido esta jugada también están fuera de “la lista negra presidencial”.
Los cercanos al jefe del Ejecutivo consideran que la narrativa del miedo a la desestabilización política es un “fantasma” creado desde el entorno de Claudio X. González. La idea ha sido comprada por los integrantes de la “nueva mafia del poder”, alineada en la coalición Va por México (PRI, PAN y PRD) y apoyada por los críticos del gobierno federal. Lo preocupante para los asiduos a Palacio es que ciertos miembros del gabinete “creen” que el presidente debe ceder espacios, negociar, propiciar equilibrio de poderes. Lo que para algunos son reglas básicas de la democracia, para otros son muestras de debilidad política.
“Los duros” tendrán que esperar
El ejemplo de Irma Eréndira sirve para comprender por qué el “ala dura” del gabinete tendrá que esperar otros momentos para brillar. Aquellos que pedían mano firme contra Peña Nieto, Videgaray y otros personajes del PRI no están, por lo pronto, en el ánimo presidencial. “Ya vendrán tiempos mejores”, les mandan decir.
Así, Santiago Nieto Castillo, Martí Batres y Claudia Sheinbaum –considerados afines al “ala dura”– no tienen mucho que hacer por ahora. El titular de la UIF se mueve, declara, patalea, pero sus embestidas se desaceleran cuando pasan por los pasillos de la Fiscalía de Gertz. El senador Batres anda apagado y la jefa de Gobierno de la Ciudad de México encontró refugio en hacer lo que tiene que hacer: gobernar la capital del país. Sin embargo, por ejemplo, sus posiciones antagónicas con Hugo López-Gatell no influyen en el ánimo presidencial.
Hasta el momento, el cálculo de los cercanos a AMLO es favorable. Las encuestas tienen la popularidad presidencial en el umbral del 60%, la mayoría en la Cámara de Diputados marcha viento en popa y, en los estados, salvo algunas excepciones, los sondeos de opinión tienen bien posicionado a Morena. En el peor de sus escenarios, pronostican que pueden perder Querétaro, San Luis Potosí, Sonora, Nuevo León, Sinaloa y Chihuahua, lo que significa que ganarían al menos nueve de las 15 gubernaturas en disputa.
Pero volviendo al perfil autoritario de AMLO, desde los pasillos presidenciales cuentan que “AMLO no deja títere con cabeza, pero elige hacia dónde mueve las tijeras”. Y suele dirigirla hacia los jueces, aunque no sólo a los de toga y birrete, sino a todos aquellos que lo juzgan y sentencian. La temeraria frase habla del ánimo que se respira entre los cercanos a López Obrador: se sienten fuertes, invencibles, se les mira sobrados… Ya hablarán las urnas el 6 de junio de este 2021.
@emeequis