Conocida fundamentalmente por su trabajo literario, Iris Murdoch fue una novelista prolífica: 26 novelas, de las cuales El mar, el mar suele ser considerada por algunas como una de las grandes novelas inglesas de todos los tiempos. Su primera novela, Bajo la red, de hecho, fue considerada una de las 100 mejores novelas inglesas del siglo veinte. Pero Murdoch también fue una filósofa brillante y aguda. Su narrativa está plagada de reflexiones filosóficas sobre los temas que le obsesionaron a lo largo de su vida: el mal y la moralidad. Alumna de Wittgenstein en Cambridge, amiga de Philippa Foot y Elizabeth Anscombe, profesora del St. Anne’s College de Oxford durante quince años, y Dama Comandante de la Orden del Imperio británico, la influencia filosófica de Murdoch merece ser resituada.
Su obra filosófica, aunque menos prolífica que la literaria, tiene un centro de gravedad: La soberanía del bien (de la que disponemos de una traducción castellana recientemente reeditada por Taurus). Su capacidad analítica no sólo le permitía crear atmósferas sutiles sino personajes complejos psicológicamente. Para Murdoch, los seres humanos viven una vida moral que no se deja capturar por los simplismos maniqueos del sermón ni por los reduccionismos rampantes de las fábulas.
Murdoch se opuso a la filosofía moral dominante de su época: marcada por un acento exagerado en la elección como acto moral fundamental y fundacional: en el que la voluntad es determinante en la elección del mejor curso de acción posible, así como creadora de valores. Con ello, Murdoch marcaba su distancia de la filosofía moral anglosajona, liderada por Stuart Hampshire, y de la continental, que encontró en De Beauvoir y Sartre a sus embajadores existencialistas (de hecho, Murdoch publicó la primera monografía sobre la filosofía de Sartre en inglés en 1953). Murdoch opuso su concepción, en la que la vida interna es crucial para la vida moral y en la que la visión moral es al menos igual de importante que la elección. Fay Nicker explica este viraje de la siguiente manera: “Dicho de manera breve, existe una realidad moral externa al agente que estaba ausente en la imagen que priorizaba la elección. Este reconocimiento cambia el enfoque de nuestra tarea principal como agentes morales, a ver o percibir las características morales de este mundo de valor que nos rodea. Para Murdoch, tomar las decisiones correctas sólo es posible si somos capaces de controlar mejor las fuerzas que afectan nuestra visión interior y que nos impiden ver a otras personas correctamente”.
Murdoch consideraba que las filosofías morales dominantes no daban cuenta de una diferencia moral fundamental. Pensemos que una persona se comporta con otra de tal manera que una espectadora externa no pudiese diferenciar cuál es su visión moral con respecto a ella. Pensemos que dicha persona desprecia injustamente de manera secreta a la otra, aunque la trata de igual manera que a personas que aprecia. ¿Acaso su visión moral no es incorrecta? ¿No debería haber una diferencia moral entre una persona que no sólo actúa correctamente, sino que tiene una visión justa de las otras personas? Murdoch pensaba que sí, y que una visión moral adecuada resulta incluso más importante que una elección correcta: pues una visión moral adecuada nos predispone a elegir de manera correcta en múltiples situaciones. Así lo considera Murdoch en “La idea de perfección” contenida en La soberanía del bien: “Como agentes morales debemos intentar ver con justicia, superar los prejuicios, evitar tentaciones, controlar y frenar la imaginación para encauzar la reflexión. El ser humano no es una combinación de un pensador racional e impersonal y una voluntad personal, sino un ser unificado que ve y que desea de acuerdo con lo que ve y que tiene un continuo y somero control sobre la dirección y el foco de su visión. Creo que no hay nada, en el primer plano de esta imagen, que no le sea familiar al común de los mortales”. Murdoch fue inspirada por los cuadernos de Simone Weil, la gran filósofa, activista y mística francesa; lo que le permitió una lectura renovada de Platón.
La vida de Murdoch terminó presa del Alzheimer. Su vida, la vida de una escritora y filósofa excepcional, fue llevada a la pantalla grande por Richard Eyre en 2001 con Iris. Pero es mejor leerla, tanto sus novelas como sus ensayos filosóficos. Y lo mejor de todo es releerla: Murdoch fue una escritora y filósofa tan sutil que merece nuestra más atenta lectura.