- Conversación con Melina Balcázar sobre Aquí no mueren los muertos
- La fotografía postmortem capta ese último momento en el que el cuerpo todavía tiene la forma que tú amaste, la forma de quién quisiste, de quién deseaste y se va transformando, es el último contacto que los deudos tienen con sus muertos
Aquí no mueren los muertos es el más reciente libro de ensayos de la escritora, traductora y ensayista mexicana Melina Balcázar, publicado por la editorial Argonáutica. El libro además cuenta con la traducción de los ensayos al inglés realizado por María Cristina Hall. Un libro que analiza, que ahonda, que explora la relación que existe entre la fotografía y el duelo en nuestro país. Melina Balcázar analiza y reflexiona sobre el duelo, tomando como referente a su propia familia y su relación con la religión del Espiritualismo, y además retoma las sesiones espiritistas en las que se utilizaban fotografías. Por otro lado, la autora también abunda en el tema de las fotografías postmortem, en las que las familias del México de las postrimerías del siglo XIX posaban con sus hijos pequeños fallecidos.
La autora retoma en su libro la relación que Juan Rulfo mantuvo durante largos con la fotografía, una de sus relaciones estéticas más largas. Balcázar indaga en la relación que el autor de Pedro Páramo también mantuvo con la muerte, con el duelo. Algo que el mismo autor mencionó en diferentes ocasiones al hablar de que estaba cansado de escribir sobre la muerte.
Aquí ni mueren los muertos es un libro de ensayos profundos y potentes. Un libro, en donde la autora buscó la manera precisa, adecuada, de referirse a las diferentes relaciones, institucionalizadas o no, en las que podemos mantener una relación con nuestros seres queridos que han partido antes que nosotros. Porque el duelo es una despedida, pero para algunas personas los muertos, nuestros muertos, no se han ido.
Tal como nos dice el pensador francés George Didi-Huberman en el prólogo del libro, titulado “Con los ojos, hablar a los muertos: Los muertos nos miran, y sin embargo ya no tienen ojos para ver. Nos hablan, y sin embargo lo hacen sin pronunciar una sola palabra con claridad. Los muertos tienen la boca llena de polvo, boca que ha perdido sus palabras, ojos que se han quedado sin brillo desde que los enterramos.”
La relación con las personas que se han ido sigue estando presente en nuestras vidas. No todo está perdido “si logramos hacer de lo que hemos perdido un cuerpo de nuevo, un cuerpo interiorizado, pero también expresable, un cuerpo capaz de ponernos en movimientos en nuestros gestos mismos y en nuestras imágenes” Tal como nos dice el filósofo Didi-Huberman.
En por Aquí no mueren los muertos, podemos observar la forma en la que tanto artistas, como Víctor Hugo, Juan Rulfo, o los miembros de la iglesia Espiritualista, o los padres de pequeños niños muertos retratados antes de ser enterrados, rendían un tributo a esos muertos que siguen estando con nosotros.
Platicamos con Melina Balcázar, quien es doctora en Literatura Francesa por la Universidad de Sorborne Nouvelle, colaboradora del suplemento Laberinto y traductora para la editorial Canta mares de la obra de Pascar Quignard, Claude Simon, Georges Didi-Huberman.
“Desde el inicio estos ensayos los pensé como un todo, como un libro. Me interesaba la idea del tríptico, me gustaba esa idea, pero me llevó mucho tiempo terminarlo, porque quizás no estaba lista para escribir sobre un tema que me era tan personal y tan doloroso, así que más que la dificultad de las fuentes o la falta de tiempo, fue que me tomó cierto trabajo encontrar una forma para los ensayos, me costó mucho trabajo encontrar un fondo, que me permitiera hablar con la distancia que necesitaba sobre esta cuestión del duelo y lo que puede producir estéticamente el duelo. Fue Armando González Torres, quien creyó desde el inicio en el proyecto, y le debo muchísimo, porque fue muy paciente y me ayudó a encontrar una manera de escribir yo, algo a la que no estoy muy acostumbrada, y Armando me guió para que fuera en esa dirección”. Nos comentó la autora en entrevista desde Francia.
Javier Moro Hernández (JMH): ¿Cuál fue el proceso personal qué te llevó a tomar la decisión de acercarte, a través del ensayo, de los temas de la espiritualidad, la religión, el duelo y la fotografía?
Melina Balcázar (MB): Quería que cada uno de los ensayos estuviera motivado por este saber que me transmitió mi familia, y que me costó mucho trabajo asumir. En el primer ensayo habló de la cuestión del espiritualismo, el hecho de que podemos comunicarnos directamente con los muertos, que es una creencia de esta iglesia, y me parece que hay una belleza en esta idea, pero que además me parece una idea muy fuerte. Me propuse resaltar la parte política, pues este Iglesia se extendió en un medio popular, que busca crear su propia manera de superar la pérdida de alguien y de vivirla así. Es algo que ocurre y eso es algo que me interesaba poner de manifiesto, y tratar de entender, entonces mientras investigaba sobre la religión de mi padre, quería observar el contraste entre el espiritualismo y el catolicismo, que son dos maneras de figurar la ausencia, y que, en una, en la religión de mi padre, esta ausencia no está figurada, es la palabra que llena el espacio, lo cual no es lo mismo en el catolicismo. La fotografía es un tema que me interesa mucho, y me interesaba la idea de la fotografía con nuestros familiares que ya fallecieron, pero en mi familia existe una forma de dirigirse a los fallecidos de una manera muy cercana. La fotografía tiene una fuerza que la escritura no tiene, es decir, que la fotografía capta todo sin filtrar, capta más de lo que la palabra puede, porque la palabra escoge, la palabra filtra, y la imagen fotográfica no lo hace.
JMH: Quería abordar justo el tema de la fotografía y el duelo, en especial de la fotografía postmortem.
MB: En México ocurrió algo muy curioso cuando llegó la fotografía, que es algo que siempre ocurre, porque la fotografía postmortem ocurre al mismo tiempo que la fotografía, que es esta necesidad de fotografiar lo que consideramos importante, surge al momento en el que nace la fotografía. En México tenemos otra cronología, distinta a la de Europa, pero lo que tenemos en nuestro país es que tomó mucho auge la fotografía de niños muertos, sobre todo de bebés, y la fotografía postmortem se inscribe en el ritual que ya existía de los angelitos. Gutierre Aceve, que fue el gran especialista en la cuestión lo explica muy bien. Pero a mí, me pareció que lo que la perspectiva no medía era el gesto de estos padres en los cuáles yo no veía la pura resignación que él decía que había. Creo que había la posibilidad de que esa pérdida seguía ahí, seguía estando presente, influyendo en los deudos, que no era algo que solo archivaba. A mí lo que me interesaba es que en la fotografía postmortem lo que se conservaba era el último momento en el que el cuerpo de alguien que tú quieres se va a convertir en otra cosa, en un cadáver, va a dejar de ser un cuerpo amado. Justo la fotografía postmortem capta ese último momento en el que el cuerpo todavía tiene la forma que tú amaste, la forma de quién quisiste, de quién deseaste y se va transformando. La fotografía postmortem es el último contacto que los deudos tienen con sus muertos, es la última vez que lo tocan, lo ven. Eso me parecía muy interesante, la forma en la que vivían el duelo, porque justo ahora con el tema de la pandemia se ha visto mucho que es la imposibilidad de estar cerca a tu fallecido, de no poder tocarlo, no poder verlo. Es algo que se evidencia en estos días y es algo que se nos había olvidado pero que el covid nos lo recuerda, de que es importante esa cercanía con el contacto con el ser amado.
JMH: De alguna manera se buscaba que la imagen dijera algo, porque hay toda una preparación estética para tomar la foto.
MB: Hay muchas fotografías en los archivos, entonces escogí dos que se encuentran en los acervos mexicanos, que son de Romualdo García Torres, que me parecieron que era en donde había una teatralidad que contiene un enigma. Creo que por supuesto fue él quien tuvo la idea de ponerle un paño a la madre en la boca, que la une con el niño. No vi otra fotografía así en la investigación que realicé no vi una fotografía así. La otra fotografía es del padre con su hijo muerto, y a alguien se le ocurre que el niño ponga el brazo sobre su padre, como si lo estuviera abrazando. Son esos dos gestos los que acentúan el dolor de la pérdida, pero también este momento en el que estás entre la vida y la muerte, este paso en el que están convirtiéndose, porque también se pueden apreciar ya los signos de la muerte, pero al mismo tienen una apariencia de vida.
JMH: El ensayo “Te escribo esta carta a ti que estás en los cielos” tiene como figura central a Juan Rulfo, y vincula la preocupación que tenía el autor con la muerte y su trabajo con la fotografía, una de las actividades estéticas que practicó con asiduidad.
MB: Todo partió de una carta que le escribe el autor a su madre, que están en los cuadernos de Rulfo, y que uno puede pensar que es el mismo autor, o un personaje, que se dirige a su madre muerta. Por desgracia no pude encontrar más información, pero uno puede entrevera qué es algo autobiográfico o que es una ficción con tintes autobiográficos. Pero la carta está tachada, pero que al final Rulfo la conserva, entonces son tres cosas que encuentro y que me interesaban: El hecho de que se dirige a un muerto, el hecho de que tacha la carta y de conservarla. Me di cuenta de que esta forma de dirigirse a los muertos, que se encuentra en el origen del libro, porque es lo que más me conmueve, y lo que más me impresiona de Rulfo, porque pareciera que lo que él escribía no estaba dirigido a los vivos sino a los muertos, y que es algo en serio, el mismo Rulfo decía que estaba harto de escribir sobre la muerte, que él hubiera querido escribir sobre otra cosa, pero que la muerte le regresaba y le regresaba. Esto lo comentó en varias entrevistas. Pero además en la cuestión del conservar, también está la fotografía, que captura, que congela, y al menos en lo que se ha dado a conocer del acervo fotográfico de Rulfo, que es inmenso, porque siempre hizo fotografía, aunque lo que es curioso es que casi no revelaba las fotos, entonces lo que existen son muchos negativos de sus fotografías. Esto me llevó a pensar de qué lo que a él le interesaba era conservar pedazos de la realidad, que llevaba consigo. Que eso es algo que hacen mucho de los personajes de Rulfo, como la fotografía que lleva Juan Preciado de su madre muerta, y eso me hizo pensar que esa es la manera en la que Rulfo veían la fotografía, como algo que atesoraba, que llevaba dentro de él, congelado y guardado. Eso es algo que se puede ver mucho en los cuadernos de notas de Rulfo y en los testimonios que hay de su manera de escribir, que nos dicen que Rulfo conservaba frases, cosas que escuchaba y que después iba integrando a sus textos.
JMH: Quería preguntarte por el tema del espiritualismo, que es la religión de tu padre, y cómo lo abordas desde tu historia personal en estos ensayos.
MB: La Iglesia Espiritualista, está reconocida como tal, pero digamos que ese no era el asunto central de los ensayos. Pascal Quignard, que es un autor ateo, que ha escrito cosas tan bellas como el libro que le dedica al pintor francés George De la Tour, por ejemplo y abordar la espiritualidad. Cuando escribía del espiritualismo pensaba mucho en Quignard, cuando hablaba de la luz, esta luz tenue que se ve en las velas de los cuadros de De la Tour, y creo que hay algo de eso en la fe, en general, pero sobre todo en la fe que vi en el espiritualismo, que es un como una luz tibia que puede iluminar, que puede ayudarnos a entender, o al menos a mí me entendió a entender cosas. Es decir, que no solo lo escrito cuenta, sino que también la palabra que se las ingenia para encontrar soluciones, para encontrar respuestas, de que no estás esperando la validación de una jerarquía eclesiástica, sino que confía en este contacto directo, como si la fe fuera una vela que ilumina el interior. Esta idea me conmueve, y que me parece interesante destacar. En algunas cosas que leí había mucha distancia, que tal vez es necesaria para las personas que estudian las religiones, pero como era algo que me era tan cercano, de pronto era algo que me hacía ruido, que se viera con una superioridad moral, porque es una práctica que se realiza en un medio popular. Pero no solo eso, a mí me parecía importante que el espiritualismo es una forma de entender, de comprender, de contener el mundo, como lo son las religiones. Pero eso es algo que a mí me interesaba.