Poco a poco más gente fue llegando y sumándose a fila de los “sin ficha”. Con seguridad éramos más de 60 personas con la esperanza de que alguien, por alguna razón, no quisiera ponérsela, porque incluso así nos lo dijo otro joven Servidor de la Nación, quien comentó que posiblemente habría espacio para 10 o 15 vacunas porque hay gente que de último momento no puede ponérsela.
Estuvimos en pleno sol por casi cuatro horas. Un señor, de más de 70 años desistió, él ya con ficha, porque se sintió mal. No aguantó tantas horas en el sol, y decidió irse. Su ficha la cedió a un par de mujeres que estaban más adelante de mí sin ficha. Los demás, seguimos.
Desde el momento que nos formamos, posiblemente cuatro veces el Servidor de la Nación trató de disuadirnos de nuestro objetivo: las primeras veces diciendo que no podía asegurar que nos tocara vacuna; las siguientes afirmando categóricamente que no había más vacunas. Aún así, seguimos formados, pero, cerca de cien metros antes de la entrada, uno de los supervisores se acercó con nosotros (la gente sin ficha) para insistir que nos retiráramos. Nos dijo que ya no había fichas, que ya se habían entregado todas, que por favor nos fuéramos, incluso nos dio su número telefónico para marcarle y preguntarle de manera directa donde habría vacunas al siguiente día. Mucha gente se fue, pero nos quedamos unas 20 personas, quienes necias hicimos caso omiso a la insistía del supervisor para que nos retiráramos.
Pero algo pasó después: poco a poco más gente llegó a formarse. Yo no eran las personas que por horas, junto conmigo y bajo el sol, habían albergado la posibilidad de recibir la vacuna y que habían sido corridas por el supervisor. Estas eran nuevas personas que sabían que había vacunas, que llegaron decididos a recibirlas. En minutos, el discurso de los Servidores de la Nación cambió: nos pidieron alinearnos bien, que preparáramos las credenciales de elector, y comenzaron a repartir fichas nuevas, en números consecutivos a partir del 350 y que bien pudieron haber alcanzado hasta el número 500 por el número de personas que fue entrando. Milagrosamente, en cuestión de minutos ya había vacunas.
Da la experiencia vivida me surgen tres preguntas:
¿Por qué niegan las fichas sabiendo que hay vacunas?, ¿por qué llegó tanta gente con total determinación a recibir la vacuna?, y sobre todo, ¿por qué no transparentan y publicitan el número de fichas, y por consiguiente vacunas, en la entrada de cada módulo de vacunación?
Durante horas nos hicieron creer que solo había 350 vacunas, le negaron fichas a gente que esperó horas bajo el sol diciendo que ya no había vacunas y que por lo tanto no repartirían más fichas. Y una vez que se fueron, sacaron las fichas “guardas” para gente que fue llegando con la seguridad que recibirían la vacuna prometida.
Es clara la aplicación discrecional de la vacuna pues no se publicita el número de vacunas que se aplicaran en cada módulo, lo que facilita que los Servidores de la Nación hagan su “guardadito” de fichas para luego, una vez alejada, por no decir, corrida la gente que estuvo esperando, lleguen las huestes morenistas a recibir su vacuna prometida.