Desde hace algunos semestres ya, colaboro con mi Alma Mater, la Universidad Panamericana, impartiendo la clase de Derecho Electoral a la Licenciatura en Derecho, cuestión por demás significativa y gratificante el observar no solamente cómo se ha consolidado la institución, sino detenerme a pensar que hace no pocos años era yo quien estaba del otro lado del aula recibiendo cátedra de mis mentores.
Pensando en ello y estando en una de las clases, ahora virtuales, caí en cuenta sobre las personas que van a votar por vez primera en esta elección que se avecina en poco menos de cien días. Son ciudadanas y ciudadanos que cumplen 18 años en este 2021, es decir, nacidas entre 2002 y 2003. Esto es: para ellas y ellos siempre hemos tenido credencial para votar, las elecciones las organiza una institución autónoma, el gobierno no se inmiscuye en las elecciones, y existen mecanismos para garantizar la secrecía y el valor interno y externo del voto.
Esta nueva ciudadanía nació dentro de una sociedad que aprendió la valía de participar en los procesos democráticos y conoció la alternancia partidista en las elecciones, nada menos, de la fecha en que nacieron hasta la actualidad, en México, hemos transitado ya por tres alternancias en el poder ejecutivo federal. Cuando entraron a la primaria, entre 2008 y 2009, no teníamos una democracia consolidada (que no la tenemos aún) pero avanzábamos a pasos firmes hacia ella. Incluso, ya era completamente funcional un órgano jurisdiccional al cual, ganadores y perdedores, podían acudir y defender si algo no les gustaba, ejerciendo su derecho a que especialistas en la impartición de justicia dirimieran esa controversia.
Aún con todos los avances en esta permanente construcción democrática, la juventud se encontrará a una sociedad poco participativa. En materia electoral, tras la más reciente elección en Aguascalientes, la participación no alcanzó los 40 puntos porcentuales, y en las anteriores elecciones intermedias de 2007 y 2013 no rebasaron de los 50 puntos.
En medio de una contingencia sanitaria, con el predominio de la comunicación a través de redes sociales, los nativos digitales que acudirán por primera vez a las urnas, se encontrarán ante un sistema que se perfecciona constantemente y, tras cada elección, evoluciona para hacer frente a la nueva realidad, sin desprenderse de su esencia ciudadana. Este sistema, perfectible por donde se le vea, tiene como una de sus características principales la de poner a la ciudadanía en el centro alrededor del cual giran las actividades de las autoridades electorales y partidos políticos dentro del proceso electoral: son las y los ciudadanos quienes son postulados a las candidaturas entre las que elegirá la misma ciudadanía, por medio de votos que son contados, exactamente, por la ciudadanía, todo esto mientras se observa y organiza por la propia ciudadanía.
Esta nueva ciudadanía se encontrará, además, con una institución electoral que nació ciudadana y que ha evolucionado a ser una institución profesionalizada. Además, por causa natural ha sufrido un recambio generacional y que ahora está representada por jóvenes (y adultos jóvenes) que vivimos en esta transición social que alcanzó a lo electoral. Supimos de las corruptelas del pasado, pero no las compartimos y, por el contrario, las eliminamos del glosario electoral personificadas en actos corruptos como urnas embarazadas, ratones locos, dedazos, tapados y operaciones tamal. Por eso, entendemos (o por lo menos tratamos de hacerlo) las necesidades, como exigencias, de esta nueva generación.
Pongo a su consideración el Cuaderno Ciudadano Anticorrupción en las Elecciones 2020-2021, obra conjunta del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción y el INE, como una herramienta eficaz que propicia la participación en el proceso, más allá del mero ejercicio del voto, y que tuve el honor de presentar gracias a la intervención del CPC estatal. La obra, a través de ilustraciones de actos que aún podrían subsistir en la cotidianidad, antes, durante y después de la elección, no solamente expone cuál es la acción ilegal que fomenta la corrupción en las elecciones, sino que incita a la reflexión de lo que significaría repetir continuamente tal conducta, por lo que proporciona la mejor manera de denunciar tales hechos ante las instancias pertinentes, cerrando con ello el ciclo de quien solo piensa, habla o sugiere el hacer las cosas; quien cuestiona, reflexiona y asume el poder hacer las cosas; y quien termina por hacerlas, participando y con ello, cambiando al mundo.
La participación, es decir, el tomar parte del proceso en cualquiera de sus modalidades, implica un cierto grado de acción, de dinamismo, de movimiento. Al final del proceso veremos si existe una modificación en cuanto a los niveles de participación, estrictamente en la votación así como, en general, en todas las actividades que rodean al proceso. Por lo pronto, la publicación del CPC y el INE se convierte, desde ya, en una herramienta indispensable para quienes participamos en el Proceso Electoral.
/LanderosIEE | @LanderosIEE