A la pregunta ¿qué es ser mujer? le responden múltiples acepciones en el imaginario popular. Ser mujer es cerrar los ojos y visualizar primero una cinturita de avispa, colorete, tintes de pelo, labiales, uñas largas, nalgas, rizos, vulva y coño. Mucho después de las características corpóreas, acaso se podrá pensar en la inteligencia y en las acciones, y todo depende de las estrategias de domesticación y renuncia será la respuesta. Ser mujer es reducido a la genitalia, aunque muchas puedan pasar toda su vida sin conocer su cuerpo a través de su propio tacto.
Ser mujer es pensar en quejidos lloricas, debilidad y miedo.
A contentillo de los demás ¿qué debe ser una mujer? Una deidad, una monja, una cocinera, una esposa, una madre, una esclava. Una vagina. Una mujer debe usar cremas para las arrugas para hacerse cargo de su propia existencia corporal, pero no debe ser tan independiente como para desagradar a los otros.
Una mujer debe vivir resignada, marchitarse sin melancolía, estoica y luchona. Pero no tanto.
La conciencia, la voluntad y el espíritu femenino no puede ocultarse ahora menos que nunca. Las mujeres gritan con dignidad por sus derechos y por ello son ridiculizadas y despreciadas.
Según el primer hombre de la nación, una mujer es manipulable a la hora de afirmar su lugar en el mundo y exigir sus derechos. En la cabeza de López Obrador una mujer es cuerpo, quejidos lloricas, debilidad y miedo que le permiten estar fuera de la razón y ser manipulables a los grupos conservadores que solo intentan desprestigiar al gobierno de la 4T y a la figura masculina presidencial.
López Obrador piensa que él es el hombre que las rescatará de ellas mismas y de las garras de los conservadores. Llegó otro 8M y la fuerza de las mujeres del país se ha dejado ver y sentir hasta las puertas del Palacio Nacional, pero como respuesta tuvo la colocación de vallas adquiridas en sexenios anteriores para contener la ira de otros manifestantes. De nada han valido las denuncias, las acusaciones, los gritos de millones de mujeres de México, que, siendo un cuerpo maltratado, lloriqueante y débil han sido manipuladas por los adversarios del presidente a la hora de exigir una vida de paz y justicia. López Obrador es el protagonista de su propia lucha social. A él es lo que hay que proteger.
Porque las vallas no son contra las mujeres, dice López, las vallas son para evitar que no exista violencia, para que nadie salga herido, ninguna mujer en su cuerpo cuando quiera manifestar sus ideas, si es que acaso estas ideas son suyas y no de sus enemigos; es mejor poner una valla frente a las mujeres que al cuerpo de granaderos, insiste, a sabiendas de que son los mismos policías que han encapsulado, violentado, abusado y amedrentado a las manifestantes, desde la CDMX hasta Quintana Roo y de regreso a Juárez.
López Obrador no cree que las mujeres están rabiosas. Miles de madres de víctimas, miles de víctimas, millones de mujeres que viven en permanente desgaste físico y emocional, precarizadas, humilladas, despreciadas por la sociedad y el gobierno, todos los gobiernos, no importa de qué color y partido sean, que no han querido ni permitido que las mujeres vivan con oportunidades de crecimiento y lejos de las opresiones.
Ayer, un día antes de que el Gobierno se manifieste en favor de las mujeres y las celebre en su día con palabras bonitas, López Obrador grabó un video para agradecer las muestras de solidaridad de las mujeres que lo han defendido de la “campaña de desprestigio” contra él y su gobierno, en manos de una derecha “ofuscada, molesta, irritada, y se vuelven ambientalistas o feministas, el propósito es atacar al gobierno”. Deslegitimar la rabia femenina omite el porqué del hartazgo, por qué la rabia, por qué la manifestación, los gritos, las exigencias. Esta no será la última vez que lo haga López. Con desprecio, asegura que su gobierno, él, es el que ha colocado a mujeres en los altos mandos en su gabinete, se apropia del trabajo de las activistas por los derechos las mujeres que han obligado a los gobiernos a entregar espacios de poder a las mujeres en nombre de la paridad en todo. Habló de cuidar el patrimonio histórico y cultural de México, pero nunca de proteger a las mujeres, menciona a “fascistoides”, “los conservadores, es Hitler, es Franco, es Pinochet, así piensan, qué tienen que ver eso con el feminismo, al contrario eso es lo opuesto al movimiento feminista”, como fascista es la colocación de vallas y la represión.
“Yo no soy machista, yo estoy en favor del derecho de las mujeres, estoy a favor de la igualdad”, dice, al mismo tiempo que le da permisos a las mujeres de “insultar a la autoridad”, de manifestarse a su contentillo: “eso, que no haya violencia, que nadie salga dañado, herido, se puede protestar, desde luego, de manera pacífica”.
Es un “monstruo de su laberinto”, “una potencia oscura”, escribió Rosario Castellanos, “es extremadamente comprensiva, tiene un encanto inmenso y carece del menor egoísmo”, fue sarcástica Virginia Woolf. Ser mujer es Harriet Jacobs resignificando el término “mujer” ante la urgencia por ser libres de racismo y sexismo. Es el sufragismo blanco y la abolición de la esclavitud. Es Simone de Beauvoir y su afirmación “No se nace mujer. Se llega a serlo”, es bell hooks repitiendo desde la exclusión a Sojourner Truth “¿Acaso no soy una mujer?” Ser mujer es abrir los ojos en la mañana al despertar y encontrarte en un cuerpo que no sientes tuyo como sucede con las mujeres trans. Ser mujer es querer libertad y seguridad. Es migrar atemorizada con un embrión en el vientre y tus hijos en brazos. Ser mujer en México significa vivir en el borde de la rabia.
López Obrador cree que las mujeres son manipulables porque para él son un receptáculo inerte de humillaciones, unas quejicas, un coño que debe sufrir vejaciones sin chistar.
¿Qué es y qué debe ser una mujer en México en 2021?
@negramagallanes