El mes de enero tuvo apuro por pasar en el arranque de este 2021, y la primera semana de febrero se hizo chiquita en la atención de nuestro ánimo. No los podemos culpar, el par de años que les antecedieron, resultaron aciagos en nuestros afanes y disposición optimista. Durante ya veintiséis meses, a nuestro país lo han asolado circunstancias que han minado su impulso y trabajo, su desarrollo y crecimiento.
Al principio, tras aquél contundente triunfo en las urnas del 2018, el presidente López, se dedicó de una manera consistente a una labor de zapa relativo a debilitar los cimientos de las instituciones de un Estado Mexicano al que buscó denodadamente encabezar y gobernar, pero hacerlo sólo a partir de su personal visión para el efecto. El país que conquistó políticamente estaba construido sobre un andamiaje institucional al que despreciaba. La corrupción, la pobreza, la inseguridad, la ignorancia, la insalubridad, todos los males tenían su origen en esas instituciones, todas, neoliberales y conservadoras. Así, desde su arribo a Palacio Nacional, se dispuso a desmantelar ese entramado perverso que mantenía maniatado el potencial de México, su México.
El pasado viernes 5, el columnista Luis Miguel González en su columna Caja Fuerte de El Economista, “Sector eléctrico ¿de verdad es el nacionalismo contra los depredadores?”, al tocar el tema de la iniciativa preferente que presentó en la semana el presidente López para impulsar una nueva ley de la industria eléctrica en el país, además de hacer una puntual referencia a la terca defensa del gobierno de la 4T al presumible monopolio de la CFE en términos de producción de energía para el país, con base en energéticos fósiles y altamente contaminantes (combustóleo), en detrimento de otras energías limpias y productores privados, en franca contraposición del T-MEC y los acuerdos internacionales en protección del medio ambiente global, hizo referencia a un texto del nobel de economía Robert Shiller, “Narrativas económicas”, que por demás hoy, a los mexicanos, nos debe resultar del mayor interés para explicarnos el éxito del presidente López al impulso y aceptación de sus posiciones y planteamientos políticos, aunque la lógica o el sentido común, caminen en sentido contrario.
Por resultar interesante, abundaremos en torno a este fenómeno de las “narrativas”, no sólo económicas, sino políticas y sociales en el que estamos inconscientemente envueltos desde hace poco más de dos años, de manera sistemática y preconcebida. Así, en esta misma línea, encontramos que el español Salvador Estapé, al referirse al texto de Shiller, en “Ciencia y arte. El poder de la narrativa en la economía”, señala con puntualidad: “Los niños aprenden a través de los cuentos. Compartimos historia en forma de noticia, mitos, historias y teorías y explicaciones científicas. Una historia también puede ser una canción, una broma, una teoría, una explicación, un plan con resonancias emocionales que fácilmente se transmite en la conversación casual. Las historias nos ayudan a dar sentido a cómo es el mundo, así como a cómo ha llegado a ser como es y como imaginamos que será. De este modo, a pesar de que nuestros futuros son inciertos, la narración proporciona apoyo y justificación a la acción.” ¿Es posible que los mexicanos nos podamos explicar esto en nuestro complicado presente?
Desde su llegada a la presidencia, López Obrador, en sus ya famosas conferencias mañaneras nos ha bombardeado de manera consistente y constante, en este ejercicio de abrumar nuestra atención con sus historias. Los medios de comunicación a los cuales ataca permanentemente, a partir de una bien definida estrategia, replican día a día las historias del narrador López, señalando, sin lugar a duda, el rumbo y el ritmo de la agenda nacional. La “verdad” del régimen de la 4T, se acomoda en el imaginario nacional, afín u opositor, sólidamente, planteando coincidencias o resistencias, pero siempre, alineados al guion del narrador. El guion lopezobradorista no necesariamente debe ser cierto o falso, lo ideal en su intencionalidad, es que se transmita de boca en boca, de medio en medio, sean de comunicación, sean redes sociales, ya que impulsan en devenir del país, y hacen que todos tomemos decisiones en nuestro quehacer cotidiano.
Shiller, el autor de la “narrativa económica”, utiliza el paralelismo del contagio en las epidemias víricas, hoy terriblemente de moda, para explicar el porqué del contagio de los relatos y justifica las razones de incorporarlo a las narrativas de la vida pública según la visión de su impulsor. Es claro que el discurso viral de la 4T se ha aferrado a la personalidad del presidente López, quién ha logrado construir un relato fuerte en torno a su proyecto de transformación, hurgando en el inconsciente social, sí podemos hablar de ello, y anidándolo sólidamente en él. La propuesta original de la “narrativa económica”, destaca Santiago Estapé, está abierta necesariamente, al aprendizaje de otras disciplinas como la historia, la antropología, la ciencia política, la sociología, la psicología, e incluso, la literatura; cada una de ellas “reconocen el papel central de la narrativa en los asuntos humanos.”
Sin embargo, el éxito de esta estrategia, se basa en la permanente difusión de la “historia” por parte del “narrador” central, y, en el caso de México, el personaje central, cayó enfermo del trágico covid-19 el 25 de enero. Se rompió el hilo, la continuidad se tambaleó. Resulta que la 4T no estaba lista con un “cuentacuentos” alterno, con la fuerza y personalidad necesarias para sustituir al presidente López. Esta ausencia, de quince días, tiene al gobierno morenista en un complejo galimatías. La pandemia, la vacunación, el atorón económico, las elecciones internas de su partido, la reforma eléctrica, las relaciones con el vecino del norte, la…
México está sufriendo los efectos de la visión política centralista y revanchista del presidente López, quién se pensó, a sí mismo, infalible; no es así, ante la interrupción de la narrativa transformadora, el gobierno de la 4T quedó al garete y expuesto en su vulnerabilidad y dependencia, y se pregunta ansioso y angustiado ¿y el narrador?