Víctor Hugo Salazar Ortiz y Sergio Reyes Ruíz
Originalmente la ética tuvo como asunto central de reflexión el análisis de las normas morales, es decir, cómo surgen, cómo se aplican, cómo se practican y si a través de ellas se logra conseguir el bien común humano. Es importante señalar que la moral se constituye de todas aquellas normas con las que se busca establecer un orden comunitario y social, debido a ello éstas pueden cambiar espacial y temporalmente. Un ejemplo básico es el saludo, que puede consistir en una reverencia, un apretón de mano, un abrazo o un beso; de manera que si se quiere saludar respetuosamente a alguien que es de una cultura diferente a la propia, se tendrá que saber cuál es el protocolo que debe seguirse para no faltarle al respeto. Esto es algo que suelen hacer los jefes de estado cuando visitan algún país o cuando reciben un representante extranjero, en estos casos ambos mandatarios saludan a su homólogo como lo marcan las normas de etiqueta o protocolarias de cada cultura y con ello se expresan mutuo respeto, tanto a su persona como al pueblo que representan. El saludo es, por lo tanto, una muestra básica de educación y respeto, no solo entre mandatarios, sino de cualquier persona; así que no saludar puede considerarse una falta, mínima si se quiere, pero, si nos ponemos más estrictos, podría llegar a considerarse un acto inmoral debido a que, primero hay una norma que señala que cuando se llega a un sitio se debe saludar; segundo, no hacerlo es una falta de respeto y, por ello mismo algo inmoral. Tristemente, saludar es una costumbre que en nuestra localidad ha ido perdiendo vigor y ya no se enseña a las nuevas generaciones este principio, lo que podría traer como consecuencia en el futuro que saludar deje de ser una norma, no se considere una falta de respeto y, por lo tanto, nadie pueda decir que es una falta de educación, con ello de respeto, luego considerarse algo normal. De alguna manera esto ya es una realidad en los nuevos vecindarios, ya que los vecinos no suelen saludarse y por ende no saben quién vive enfrente, a los lados, atrás de la casa, lo que promueve una apatía e indiferencia por los otros y por su comunidad.
Hace tiempo era una costumbre en varias partes de nuestro país saludar a los abuelos, al papá y la mamá, a los tíos y al sacerdote con un beso en la mano, no hacerlo era considerado como un acto irrespetuoso; pero poco a poco dejó de hacerse y ahora ya no es algo que se acostumbre, ya no es la norma, ya no es algo normal, por lo que no hacerlo ya no se considera irrespetuoso; aún así, el saludo respetuoso a los mayores, y el saludo en general, como sea que se practique, deberá seguir siendo un valor fundamental en las relaciones humanas, así como un principio básico de educación y respeto, independientemente de cómo se practique. Esto es lo que se establece desde una perspectiva ética y tiene que ver con lo que se dijo al principio de este escrito, así como en la entrega anterior, es decir, que la ética estudia la moral y no dicta normas, sino que analiza y evalua los objetivos y los fines de éstas, por ejemplo si el saludar es algo bueno o es una acción ordinaria y mecánica irrelevante en la vida humana, o por el contrario, es una práctica valiosa que debe considerarse como una expresión de educación y una manifestación de respeto, por lo que es importante mantenerla y practicarla.
Ahora bien, la ética dejó de ser un análisis que estudia la moral en sí misma para concentrarse en manifestaciones morales específicas, es decir, enfocarse en temas y áreas específicas, como la ética profesional, la bioética, la ética ambiental, la ética del derecho, la ética de la economía y el comercio, la ética política, etc. A este giro se le ha denominado ética práctica o aplicada.
Una de las áreas de interés de esta ética aplicada ha sido el medio ambiente natural, lo que dio origen a la ética ambiental. Desde el surgimiento de esta disciplina filosófica comenzó a cuestionarse la relación que nuestra especie ha mantenido con otras especies y con la naturaleza, en el sentido de que poco o nada importó a las personas, durante mucho tiempo, cómo comportarse con el mundo natural; no se pensó en que a éste se le hacía un bien o un daño al invadirlo y arremeter en contra de él cada vez con mayor voracidad. En la actualidad se ha descubierto que muchas culturas ancestrales rendían honor a la naturaleza, la veían como un espacio sagrado, y a varias especies animales y vegetales incluso como deidades, se contaban cuentos y fábulas en las que se narraban hechos heroicos de algunos animales o cómo estos habían ayudado al hombre a sobreponerse a situaciones críticas. Esas historias enseñaban a las personas a respetar la naturaleza y a sus moradores originales. Cabe señalar que los guardianes de estas historias eran los ancianos, a quienes se les consideraba sabios en sus comunidades y por tal razón eran venerados y respetados. Esto cambió a partir del siglo XV con el surgimiento de la modernidad, época marcada por inventos, descubrimientos científicos, revoluciones sociales y sobre todo, la expansión colonial de Europa que acabó con el conocimiento y costumbres ancestrales de los pueblos que fueron conquistando; y no sólo eso, impusieron la explotación humana y de la naturaleza como algo normal, algo bueno con miras de alcanzar el progreso. A partir de ese momento histórico el mundo natural se doblegó al capricho humano. En lo sucesivo se vio a la naturaleza y los animales que la habitan como los enemigos de nuestra especie, lo que condujo al exterminio y extinción muchos de éstos. Lo que ahora nos preguntamos desde la ética ambiental es si eso que se consideró como algo normal y que era visto como algo bueno ¿en realidad era bueno? En otras palabras ¿fue ética la relación del ser humano con el mundo natural? Los hechos hablan por sí mismos, no por nada se cataloga a nuestra era como el antropoceno, es decir, una era en la que el hombre comenzó a provocar cambios en el clima, la acidificación en los océanos, aumentos en el nivel del mar, la proliferación de especies invasoras, la dispersión de nuevos materiales como los plásticos y un largo etcétera de transformaciones con las que se está provocando el agotamiento del mundo.
Si queremos seguir contando con un planeta para subsistir, nosotros pero principalmente las generaciones futuras, tenemos que cambiar nuestra conducta moral hacia el mundo natural, dejar de ver como algo normal y bueno el consumo excesivo de todo: ropa, calzado, animales para consumo y uso humano, electrodomésticos, muebles, gadgets, agua, energía eléctrica, hidrocarburos, etc. Deberíamos de ver y juzgar todas esas prácticas excesivamente consumistas como inmorales, debería de entristecernos saber que en nuestra entidad se venden terrenos ejidales a precios irrisorios para expandir los negocios de empresas extranjeras y de las inmobiliarias, lo que nos está dejando sin menos áreas verdes, menos agua, menor calidad en los servicios municipales, más contaminación, aumento de islas de calor, etc.; peor aún, ver que se regalan estos terrenos en los municipios para construir plazas (como acaba de ocurrir en Calvillo) que sólo promueven un consumismo demoledor que acarrea consigo explotación, destrucción y contaminación. En suma, aferrarnos a seguir creyendo que el crecimiento del PIB, el progreso tecnológico y el consumismo son prácticas buenas y por tanto morales, es un engaño, pues ninguna de ellas garantiza que el mundo mejore, por el contrario, si seguimos por esa ruta lo único que le queda a la humanidad es despedirse descortésmente de este planeta y esperar poder saludar respetuosamente a la muerte.