A la entrada del Complejo Tres Centurias, se plasmó un mural que hace un homenaje a los trabajadores del ferrocarril llamado Rostros Ferrocarrileros. La obra, a cargo de Somos Uno colectivo, presenta los retratos de 15 personas que dedicaron su vida en una industria que forma parte de la historia del país y que representó un pilar importante para el desarrollo del estado. Para llegar a este resultado se realizaron entrevistas a quienes aún siguen con vida y compartieron algunos recuerdos. Aquí describimos un poco de quiénes fueron.
Comenzando en el extremo izquierdo del mural se encuentra Carlos Zamarripa Aguirre, quien trabajó cerca de 30 años entre 1952 y 1982 como encargado de cuarto de herramientas en Papelería de Coches y Carros. Carlos era apodado el Mochito, ya que debido a que padecía diabetes, perdió parte de su pierna derecha, lo que provocó que se jubilara a los 46 años a pesar de sus deseos de seguir laborando en Ferrocarril.
Le sigue José Regis Luján, quien fue maquinista, trabajó de 1929 a 1971. Comenzó a trabajar como “colilla”, este era el nombre que se utilizaba para decir ayudante e iniciar desde abajo, le tocó vivir situaciones difíciles del país, como la cristiada, a su alrededor se podía sentir el impacto de esas guerras. Se cuenta de él que siempre fue un hombre humilde y se caracterizaba por su amabilidad.
A continuación, aparece Miguel Ramírez Rodríguez, quien comenzó en 1943 como auxiliar de pailería hasta llegar a Mayordomo, se jubiló en 1985 y fue apodado el Gallo.
“El ferrocarril es y sigue siendo un orgullo para mí, se tienen recuerdos muy bonitos de la estancia en ferrocarril, como se vivían las kermeses dentro del área ferrocarrilera, todas las familias convivían diariamente, mi esposa en particular me compraba camisas de colores chillantes para distinguirme entre todos, era una gran familia y un trabajo honrado”.
En seguida está Francisco Guevara Martínez, quien trabajó de 1914 a 1940 como jefe de estación y a quien le tocó vivir la Revolución Mexicana.
En seguida, se pintó a Blas Rodríguez Martínez, él trabajó durante 45 años en Ferrocarriles como maquinista de camino y superintendente viajero. Era apodado Blasito, Conejo Blas y Blasero. Manejó un tren de pasajeros, máquinas de vapor y de diésel. Como anécdota, en el tren que manejaba, de Irapuato a Guanajuato, le tocó llevar a la Reina Isabel II en su visita por México.
Le sigue en aparición Nicolás Alvarado, quien llegó a maquinista de camino durante 36 años que laboró. Fue apodado el Águila y narró que, como ayudante de camino, le tocó llevar a la Reina Isabel II en el tren y fue muy emocionante conocerla, un gran orgullo haber tenido esa oportunidad.
Las mujeres también formaron parte importante del Ferrocarril y se incluyó en el homenaje a Ma. del Socorro De León Pérez quien estuvo como secretaria del Superintendente, trabajó durante 36 años y explicó que comenzó a los 24 años a trabajar como llamadora, en ese entonces eran pocas mujeres las que trabajaban en el ferrocarril, luego como ayudante en la oficina de transporte y después en la Estación donde obtuvo el puesto de secretaria del superintendente Blas Rodríguez y con el cual contrajo matrimonio.
Aparece en seguida Alberto Romo Chávez, quien durante 49 años de trabajo inició como mensajero y telegrafista, fue despachador de trenes y después ascendió a superintendente.
Alberto fue elegido en 1936 como atleta del año, era beisbolista y formó su propio estadio llamado actualmente Alberto Romo Chávez junto con el equipo de Rieleros. Se caracterizaba por ser un hombre muy sano y recto, siempre fue muy humilde y amiguero.
Candelario López Sarzosa continúa en aparición. Laboró en el Ferrocarril de 1941 a 1983 y llegó a ser mecánico especial compensado. Lo apodaban Lobito a causa de que le salían bellos debajo de los ojos, por herencia.
“En Aguascalientes conocí a mi esposa en los Talleres, ya que ella le llevaba lonche a su papá, que también fue ferrocarrilero. Me gustaban mucho las máquinas de vapor y su funcionamiento. El ferrocarril trajo a mi vida cosas muy gratas. También fui marinero. Pero nada comparado con estar en los talleres”.
Aparece después Manuel Araiza López quien llegó al puesto de Mayordomo General de Pailería; le decía Manuelito, y trabajó durante 46 años. Fue el primer Mayordomo General, con experiencia en reparación de calderas, la cual compartía con los trabajadores que coordinaba en los departamentos de Pailería, Fierro y Lámina.
En seguida está el retrato de Jovita Ávila Herrera quien laboró durante 30 años en el Departamento de Contaduría de Talleres. “Fue un reto comenzar a trabajar en el ferrocarril pues había muy pocas mujeres, pero fue un orgullo hacerlo”. Su trabajo era de secretaria del Contador y encargada del registro de entradas y salidas en el reloj checador, realizaba informes y listas por departamento las cuales llevaba en bicicleta a los diferentes departamentos para entregar a los mayordomos.
A continuación, aparece Fidel M. Medina, trabajó como mecánico especialista durante 36 años. Fue muy popular entre sus compañeros y uno de los mejores mecánicos especializado en máquinas de vapor de la época.
En seguida está Lino Ortiz Pinales, laboró de 1957 a 1989 como garrotero de camino. “El trabajo de garrotero, era pesado y peligroso, me tocó pasar por todo tipo de aventuras y todo tipo de climas, teníamos que pasar hambre y frío a veces, pero era así como uno se hacía valiente. Aunque me era difícil ver a mi familia, el Ferrocarril me dio el sustento para ellos”.
A continuación, se retrató a Vicente Hernández Salazar quien se desempeñó como llamador de trenes y fraguas. Era apodado el Sargentito.
“Mi historia ferrocarrilera surge desde niño cuando llevaba lonche a mi papá a los talleres de Ferrocarril, a él le llamaban El Sargento por lo cual a mí me apodaron el Sargentito.
“Sufrí varios accidentes en mi trabajo los cuales me hicieron valorar muchas cosas, y aquí estoy para asegurar lo importante que fue para mí, pertenecer al Ferrocarril.
Cierra el mural Rodolfo Vázquez Orta, quien trabajó como mayordomo de carro, hojalatería y pintura durante 38 años. Lo llamaban Mi mayor, expresión afectuosa por ser mayordomo. “El ferrocarril contrario a lo que muchos piensan, fue una empresa seria con profundo sentido social y humano, sin embargo, las personas tomamos sólo lo que nos conviene y sobre todo si es lo más fácil. El ferrocarril estimulaba la puntualidad y la premiaba incluso existían incentivos para los que alcanzaban los objetivos, aunque la mayoría de los trabajadores ni se enteraban de esto.
“Yo considero que mi padre fue un ejemplo de responsabilidad y puntualidad; desde que tengo memoria jamás llegó tarde a ningún evento sea de trabajo o familiar, eso lo aprendió de sus raíces y lo consolidó en su empleo y nos lo dejó como herencia a sus hijos”.