Hace casi tres semanas que la pasante de Medicina en Servicio Social Mariana Sánchez Dávalos fue asesinada en el centro de Salud de Ocosingo Chiapas y aún no se detiene al homicida. Ella fue a prestar un servicio a la comunidad indígena de un pueblo abandonado en medio de la selva, sin recursos y sin sueldo, ya que recibía una escuálida compensación como beca. El asesino ya está plenamente identificado porque ella lo denunció varias semanas antes. Además el hombre está plenamente conocido como médico de la localidad, abusador y acosador sexual porque acumula denuncias desde hace más de cinco años. La Justicia (¿) chiapaneca ya despidió a la médica directora del Centro de Salud, hizo renunciar a la jefa del departamento de servicio social de la Universidad de Chiapas, pero no ha logrado capturar al criminal porque escapó. Claramente se percibe un sistema de justicia fallido, encubridor, machista e inoperante. Y lo poco que se ha logrado no ha sido por la acción de las instancias jurídicas sino por los reclamos, marchas, plantones y exigencias de la comunidad estudiantil y médica del estado. Nuevamente nos damos cuenta de que el gremio médico es altamente solidario con las buenas causas. Hace 85 años inició el Servicio Social de Medicina como un acuerdo entre la Facultad Nacional de Medicina y el Departamento de Salud Pública. Desde entonces los jóvenes estudiantes que recién han terminado sus estudios viajan a los pueblos más apartados donde no existen servicios médicos y se dedican a atender partos, implementar medidas higiénicas, suturar heridas, reparar fracturas y en general todos los cuidados inherentes a la profesión. Desde aquella remota época fueron los únicos estudiantes universitarios que hicieron servicio social. Hasta hace pocos años se implantó el servicio obligatorio también para otras licenciaturas. Sin embargo ninguna carrera hace un servicio tan entregado y comprometido como los muchachos de Medicina. Desde entonces se implementó también el Internado Hospitalario, que de acuerdo con su nombre significa que el estudiante vivirá dentro de un hospital un año, trabajando sin sueldo, porque forma parte de su enseñanza. Solo recibe una beca. En 1942 se crearon las Residencias Médicas que están destinadas a formar especialistas. Nuevamente el profesionista que ya está titulado deberá vivir dentro del hospital tres o cuatro años de acuerdo con el área que haya elegido. Y aún cuando ya está titulado, tampoco recibe sueldo, solamente una beca. La explicación es la misma, es que sigue siendo estudiante. Y se trabaja a niveles de explotación. Es por ello que fueron los médicos internos y residentes quienes se declararon en Paro (no era huelga porque no eran trabajadores) en 1966 y el movimiento siguió hasta que desembocó en el movimiento estudiantil de 1968 y terminó en la trágica Noche de Tlatelolco. Fueron los médicos quienes marcharon por las calles de Aguascalientes para exigir justicia en el caso del homicidio de una joven, hija de un matrimonio de doctores. Porque las autoridades correspondientes no hicieron nada y finalmente localizaron al asesino por causalidad. Incluso con la indiferencia y actitud burlona del entonces gobernador. En este momento los médicos de Madrid están en paro y marchando por las calles exigiendo las mínimas condiciones de trabajo para poder atender la pandemia. La historia es prolífica en casos de exigencia de justicia por el único gremio profesional que tiene casi un siglo de servir a la comunidad con gran entrega y pésimas condiciones de seguridad o apoyo. Ninguna otra profesión lo hace y con la situación actual en nuestro país, vemos que el esquema se repite, enfermeras y médicos son los que más se han enfermado y fallecido. Y siguen siendo maltratados. Sin embargo, no olvidemos que los profesionales de la salud tienen un elevado concepto de la justicia.