Víctor Hugo Salazar Ortiz y Sergio Reyes Ruíz
La palabra ética solemos usarla regularmente en expresiones indirectas como “ese [médico, abogado, maestro, político, etc.] no tiene ética” o en una expresión más directa “tu actitud ética deja mucho que desear”. Cuando hacemos esto estamos presuponiendo la existencia de un código de conducta moral que establece de antemano las líneas de comportamiento de un individuo, o grupo de personas, cuyo objetivo sería guiar la conducta hacia el bien, lo correcto, lo justo. Todas las profesiones cuentan, o deben contar, con un código de ética que les indica cómo deben comportarse con sus colegas, clientes o pacientes. De esta manera se presupone que un médico tiene la obligación de velar por el bien del paciente; el abogado y los ingenieros, por el de su cliente; el profesor por el de sus alumnos y el político por el de sus representados; así que si no cumplen con este deber, estarán faltando al código mismo de su profesión y con ello a su propia ética.
Existe también un sentido del término ética que es más propio de la filosofía. Éste se refiere a la reflexión de segundo orden sobre los fundamentos de un «sistema ético» propuesto por algún pensador, o serie de pensadores, que pretende sistematizar y validar la pertinencia de un conjunto de valores, principios, ordenamientos, preceptos, prohibiciones, que le dan sentido a una vida humana, y que se logra con una serie de argumentaciones que dan razón de la preferencia moral del sistema. Estos sistemas éticos, o teorías éticas tienen su apellido: ética aristotélica, ética tomista, ética utilitarista, ética epicúrea, etc. De alguna manera también pretenden guiar la vida moral de los individuos con base en preceptos y lineamientos generales de acción, aunque la estrategia no es la de moralizar, como lo hacen las doctrinas morales, sino generar en el individuo una situación de conflicto, donde la solución al mismo se da por medio de la argumentación meticulosa, propia de la filosofía. Los filósofos de la moral, al aspirar aclarar los quehaceres de la ética, han ido formando distintas teorías. Todas se ocupan de iguales conceptos: deberes o normas, valores, virtudes, bienes, fines, y hasta de la felicidad, pero cada una los instituye de distinta manera, porque usan diversos métodos y porque cada una considera alguno de ellos como central y los restantes como subordinados. Por ejemplo, algunas teorías piensan que lo más importante en moral son los valores (axiología de Scheller), otras creen que son los deberes (ética kantiana), otras piensan que es la felicidad (ética aristotélica). Conocer estas distintas teorías éticas permite hacer una análisis profundo de la conducta moral. Las teorías éticas, indica Adela Cortina (2001) en su libro Ética, son construcciones filosóficas, “dotadas de un alto grado de sistematización, que intentan dar cuenta del fenómeno de la moralidad en general, y de la preferibilidad de ciertos códigos morales en la medida en que estos se ajustan a los principios de racionalidad que rigen en el modelo filosófico de que se trate” (p. 23).
Con base en lo dicho debe comprenderse que la ética es una rama de la filosofía que no pretende moralizar, pero sí aclarar el sentido de la vida moral. La argumentación es vital, por eso James Rachel (2007) en su libro Introducción a la filosofía moral, afirma que: “La filosofía moral es el intento de alcanzar un entendimiento sistemático de la naturaleza de la moral y de lo que exige de nosotros […] “cómo debemos vivir”, y por qué […] Así pues, si queremos entender la naturaleza de la Ética debemos concentrarnos en las razones. Una verdad de la Ética es una conclusión que está respaldada por razones” (pp. 15 y 76). En este sentido, la ética plantea elementos metodológicos y conceptuales que nos permiten reflexionar críticamente sobre los códigos de conducta de una sociedad dada, como por ejemplo la moral católica o protestante, o los que determinan la validez de una teoría ética, por ejemplo la ética neoaristotélica, para señalar las posibilidades, alcances y limitaciones tanto de los principios que dicha doctrina obliga a sus miembros, como de la teoría ética como tal. La Ética, o Filosofía moral, es pues, la actividad de segundo orden que no alimenta con preceptos la vida de los individuos, sino que impugna y propone nuevas líneas de acción en algún marco determinado de vida moral.
Esta reflexión acerca de la conducta humana estuvo centrada hasta la segunda mitad del siglo XX en la relación entre humanos, fue una ética antropocéntrica en la que no se analizaba con profundidad cómo tenía que comportarse la especie humana con otras especies, es decir, si tenía sentido hablar del bien o el mal que las personas causaban a animales no humanos y a los ecosistemas. No obstante, la conciencia de la crisis ecológica global ha abierto una nueva reflexión sobre la relación ética entre el hombre y la naturaleza. Una de las discusiones principales consiste en dilucidar si nuestra tradición ética occidental puede ser capaz de afrontar la crisis ecológica con las teorías convencionales (kantismo, utilitarismo, contractualismo, etc.) o si se requiere la construcción de un nuevo paradigma moral y la expansión del ámbito moral de nuestra tradición para poder replantear la relación del hombre moderno con la naturaleza en su conjunto. Ante ello se nos presentan una serie de interrogantes: ¿La naturaleza y los seres vivos pueden ser objeto de consideración moral, del mismo modo en que lo son los seres humanos y todo aquello que compete a la mundanidad humana? ¿Basta con los esquemas de pensamiento de nuestra tradición ética antropocéntrica o es indispensable una nueva ética que considere no sólo los intereses de nuestra especie sino la de todo ser vivo y la naturaleza en general, es decir, una ética holista? ¿Debemos comportarnos éticamente con los animales no humanos y con la naturaleza?
Redimensionar los alcances de ética la tradicional e incluir en ellos a la naturaleza y todos los seres vivos que en ella habitan, por medio de una ética ambiental, resulta fundamental en nuestros días, ya que mediante el análisis y la reflexión ética se puede contribuir a construir e impulsar una estrategia de desarrollo sustentable pertinente y factible que tienda a mejorar las condiciones de vida y el equilibrio entre el desarrollo y la naturaleza. La Ética, por tanto, es una herramienta teórica que necesitamos para fundamentar una ética ecológica en el siglo XXI, si es que se pretende, como lo pretendemos nosotros, que la ética ambiental deba consolidarse como la ética de la responsabilidad humana ante la naturaleza.