Un comentario recurrente, en muchos círculos de la sociedad, es el costo de la democracia que hemos decidido hacer nuestra. No en pocas ocasiones, partidos políticos, candidatas y candidatos, gobernantes, líderes de opinión, luchadores sociales, analistas y funcionarios electorales, entre otros, evaluamos la democracia tras varios supuestos. Uno de ellos es el relativo al costo económico que se tiene de una elección.
Si bien esto resulta válido, también es que las elecciones apenas representan un elemento de la democracia que construimos de manera permanente. Por ello, un examen que sea solamente sobre un concepto, no permite una calificación completa.
Desde 2010, se viene realizando un estudio nacional, por entidad federativa, sobre la democracia en nuestro país, a partir del análisis de diferentes componentes, en un concepto amplio que trasciende al mero hecho de salir a votar periódicamente. Me refiero al Índice de Desarrollo Democrático (IDD-Mex) que presentan la Fundación Konrad Adenauer, PoliLat, Cepos, USEM y el Instituto Nacional Electoral.
Partiendo de diversos parámetros, y asignando rangos de calificaciones, el Índice de Desarrollo Democrático se ha convertido, en una década, en el referente idóneo para diagnosticar los avances en la senda democrática, atendiendo a la democracia vista desde la perspectiva ciudadana, de las instituciones, la social y la económica. Teniendo en cuenta estas dimensiones, se calcula un índice que va permitiendo posicionar, de manera individual a cada entidad, y de manera conjunta al país, en una escala que refleja un desarrollo democrático alto, medio o bajo.
Ante una población que exponencialmente crece, una dinámica social imparable, y una economía que, si bien no repuntaba, por lo menos antes de la pandemia se mantenía estable, la construcción de la ciudadanía, destinataria última de la democracia, requiere de instrumentos a partir de los cuales realice una evaluación, constante y permanente, acerca de su desarrollo.
¿Cómo vamos? Aguascalientes se ubica en el tercer lugar nacional dentro del conjunto de entidades, es decir, muy bien calificada. Presenta una ponderación que representa una estabilidad en los ámbitos que se califican, y que nos hacen mantenernos en los primeros lugares, desde que se lleva a cabo la medición en 2010, si bien nos habíamos mantenido en el primer lugar durante los estudios de 2018 y 2019.
Nos encontramos, en todas las mediciones, dentro de los diez primeros lugares. Es destacable por sí misma tal situación que, como lo señalaba, no se refiere estrictamente a la calificación de los gobernantes de los tres poderes, o a la relación entre participación electoral y partidos políticos. En realidad, el estudio se realiza sobre el concepto de democracia como forma de vida, por lo que nos congratulamos de ser de los estados con menores tasas de homicidio por cada 100,000 habitantes, somos el segundo mejor en ordenamiento social, poca mortalidad infantil, baja tasa de analfabetismo y vida superior a la línea de pobreza.
El estudio no para en mostrar indicadores, sino que señala puntualmente áreas de oportunidad en la que ciudadanía, gobierno, empresarios, agricultores, prestadores de servicios, y en general, todos quienes cohabitamos este espacio, habremos de comprometernos para una mejor vida democrática. Entre otras, lograr mayor adhesión de la ciudadanía en los procesos electorales, generando procesos de construcción de ciudadanía.
A punto de enfrentar la jornada electoral de junio próximo, estamos a buen momento de realizar ejercicios de evaluación que nos permitan conocer nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Estudios como el IDD-Mex, (disponible en idd-mex.org) nos sirven a todos. Para ver cómo vamos, para establecer comparativas en distintos parámetros sociales, políticos y económicos y, de manera específica, a quienes hacemos de la democracia nuestro ámbito de actividad profesional, para asimilar su contenido y traducirlo en políticas públicas en beneficio no solamente de las cuestiones estrictamente electorales, sino bajo la premisa de que la democracia, más allá de un sistema político, es nuestra forma, insisto, constante y permanente, de vida.
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