No pasa un día sin que desde el púlpito mañanero se nos indique que el origen de nuestros males radica en las prácticas corruptas de los regímenes anteriores, y tiene razón. No hay un solo día en que se nos avise que la Cuarta Transformación, cualquier cosa que eso sea, se cumplirá si y sólo si dejamos atrás las viejas formas de hacer las cosas; se nos promete que el cambio, el paraíso está al alcance de la mano y sólo basta fuerza de voluntad para llegar ahí.
El voluntarismo impuesto por el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido fértil entre la masa que confía su destino en la decisión de un solo hombre, miles sino es que millones se despiertan temprano para seguir los mensajes de quien, sin esfuerzo alguno, los llevará a un sitio mejor, les brindará la oportunidad de gozar el paraíso prometido a cambio de someterse a una idea; sin hacer nada, sólo tienen que esperar a que se cumpla.
En El inmoralista, André Gide sostuvo “Saber liberarse no es nada, lo arduo es saber ser libre” y el camino a la libertad está lleno de decisiones, de priorizar y actuar, el ejercicio de ese derecho se fundamenta en el cumplimiento de nuestras obligaciones, los tetratransformistas no lo ven así, les basta la promesa de López Obrador, porque la fe tiene como fundamento la confianza en que se cumplirá lo que se promete sin necesidad de evidencia alguna.
En el centro de la idolatría a López Obrador se encuentra la dificultad de asumirnos responsables de nuestras decisiones y acciones, ¿para qué pensar, para qué actuar, si podemos fluir hacia la tierra prometida y confiar en quien está a cargo?, la construcción de las instituciones mexicanas se basa en ese impulso: que alguien más se haga cargo. Lo mismo nuestra idea de representación, de ahí que desconfiemos tanto de los diputados y senadores, porque en el fondo sabemos que su trabajo consiste en reflejar lo que pensamos y queremos en la Cámara; y cuando vemos que reflejado lo peor de nuestro comportamiento, rechazamos ser así, antes que intentar corregir lo que no nos gusta que reflejen de nosotros mismos, preferimos señalar que son distintos, los colocamos en un lugar distinto, uno en el que creemos que podemos reprocharles lo que sea, mientras no requiera otra cosa que nuestro desdén.
En los hechos, López Obrador sí se comporta como un mesías, actitud que sus seguidores son incapaces de ver porque le tienen fe y, cuando se cumplan sus promesas, quedará demostrado que tuvieron razón al seguirlo, pues sin hacer nada, los instalará en la tierra prometida. En los hechos, el problema es que la realidad no se modifica por la palabra del presidente y que el modelo de gobierno propuesto sólo funciona a partir de la anulación de la democracia y la instalación de una tiranía; y aún así, un sistema totalitario requiere de cómplices para hacer funcionar los engranes con la precisión del dictador.
El equipo que rodea a López Obrador, en todos los ámbitos, su gabinete, en el legislativo, sus representantes en las entidades federativas, no han asumido el compromiso de comportarse como el presidente, les basta con imitarlo, son montones los funcionarios que imitan el estilo de López Obrados, sin asumir sus prácticas, las réplicas lopezobradorianas en el discurso no necesariamente modifican las viejas costumbres de quienes saltaron del antiguo régimen a la Cuarta Transformación, ni tampoco enseñaron a los nuevos políticos a deshacerse de las viejas prácticas de hacer política. En los hechos, se supone que contamos con un guía que sabe a dónde vamos y requiere de la transformación de todos para alcanzar su propósito, en el imaginario, sus apóstoles son iguales al líder y basta con seguirlos para que se cumpla su palabra.
No dudo de la honestidad y buenas intenciones de Andrés Manuel López Obrador, pero sí de quienes en su nombre sólo esperan la oportunidad de ocupar su lugar e imponer su verdad, cueste lo que cueste.
Coda. También en El inmoralista, André Gide escribió “Creed en los que buscan la verdad, desconfiad de los que la encuentran”, una apuesta a la mirada crítica sobre las certezas que nos venden los salvadores.
@aldan