Inicia el 2021 con un presidente que continúa con una aprobación en encuestas que ronda el 60% de acuerdo con la encuesta de encuestas que publica Oraculus en su página web oraculus.mx. En enero de 2019 la aprobación presidencial era de 79%, tiene una caída de 19% pero se sostiene. Entonces: ¿vamos bien?
No parece una mala cifra sobre todo después de que no ha cumplido la mayoría de las promesas que lo llevaron al poder como acabar con la inseguridad desde su primer año considerando la ampliación de tiempo que pidió. A cambio, 2020 podría ser el año más violento de la historia de México con 31,781 homicidios contabilizados hasta noviembre, después de que en 2019 ya había roto el récord con 34,582.
Sorprendente, ese nivel de aprobación para un presidente que ha deteriorado la economía por sus acciones, omisiones y ocurrencias. Veníamos de crecer un promedio de 2.5% anual en el sexenio anterior y terminamos el 2019 en -0.01%. En 2020 el PIB deberá haber decrecido un -9% aproximadamente, un récord negativo que se traduce en pérdida de empleos. El Banco Mundial espera una recuperación del PIB de nuestro país del 3.7% en 2021, ojalá, solamente esperemos que las elecciones no empañen el escenario y que López Obrador al menos se contenga en sus ataques a las inversiones, de lo contrario iremos viendo ajustes a la baja.
Recordemos que por la pandemia más de 12 millones de personas no tuvieron actividad económica formal durante al menos el primer semestre de 2020 y se habían perdido 1 millón de empleos formales, mientras la promesa del presidente era crear 2 millones de empleos formales aún con la pandemia, promesas nada más. El presidente no ha querido brindar apoyo a empresas para afrontar el cierre económico premeditado para dar prioridad al control de las infecciones. El resultado fue la quiebra de 1 millón 10 mil empresas de acuerdo con cifras del Inegi. Piense que en promedio la mayoría de las empresas mexicanas tienen 4 empleados, entonces hablamos de más de 4 millones de afectados.
Para estas personas el año comenzó con un hermoso regalo de la 4T: incrementos en los precios de la gasolina en 3.3% (¿se acuerdan que ya no habría “gasolinazos”?), los cigarros, los refrescos, y también el internet además del impuesto que aprobaron el año pasado. Pero se había aprobado en la Conasami subir el salario mínimo a $141.70 pesos diarios, así que “el pueblo” deberá sentirse feliz, feliz porque con esto deberá alcanzar para el gasto.
El presidente minimizó los riesgos del covid-19 a principios de año, aún cuando todos podíamos ver alarmados en las noticias lo que ocurría en China, España e Italia, hoy somos el país con más probabilidad de morir por este virus y nuestro presidente orgulloso vuelve a reiterar que ya está pasando lo peor, después de que ya había domado la pandemia y aplanado la curva. Presume que la saturación de hospitales no ha alcanzado el 90% y no le ocupa que hasta ayer tengamos 1 millón 455 mil 219 infectados y sigamos ocupando el cuarto lugar de número de muertes con 127 mil 757.
Con la misma torpeza acabaron con el Seguro Popular y dijeron atacar problemas de corrupción en el abasto de medicamentos para el sector salud, cancelaron contratos a empresas mexicanas sin prever que todo ese cambio administrativo conllevaría un desabasto de medicamentos que dejaría a niños y mujeres con cáncer sin sus tratamientos poniéndolos en riesgo de morir.
Acciones como la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco o como el cambio de reglas a inversiones multimillonarias en proyectos de energía para fortalecer a una CFE que hace unos días dejó sin luz a 10.3 millones de usuarios, lo que más bien parece una movida para justificar una contrarreforma que perjudique a las inversiones privadas en energías renovables y dote a esa empresa de menor regulación y competencia a juzgar por las explicaciones que dio su director Manuel Bartlett: “la reforma energética le quitó a la CFE un sistema de plantación y lo trasladó a la Sener y a la Cenace, pero por el tamaño de la empresa, ésta no puede permanecer sin un sistema de plantación como lo tuvo durante muchos años”.
Un gobierno que quiso combatir el huachicol solamente porque hubo una tragedia en Tlahuelilpan, Hidalgo que dejó 93 muertos y cientos de heridos frente a soldados que no intervinieron oportunamente porque su ámbito de actuación no se los permitió. El resultado para el resto de la población fueron semanas de desabasto de combustible porque la ocurrencia del gobierno fue cerrar los ductos y mandar comprar pipas a Estados Unidos sin licitación.
Los simpatizantes del presidente tienen la sensación de que está combatiendo la corrupción, pero nada sabemos de Lozoya quien aparentemente goza de libertad y más que eso. Rosario Robles sigue en la cárcel pero no hay sentencia, más bien, parece que podría encontrar una salida negociada con la receta del ex director de Pemex. Del sospechoso caso Cienfuegos no nos ha informado nada. Y mucho menos hay combate a la corrupción con la gente del presidente a la que hemos visto en videos con las manos en la masa, su hermano Pío Obrador y el honesto funcionario David León que le entregaba el dinero, en efectivo para “aportaciones al movimiento”. Que decir de tantos otros a los que se les han comprobado irregularidades que en cualquier otro país acabarían con el gobierno en turno. La lista de personajes cercanos al presidente con acusaciones de corrupción es cada día mayor y no pasa nada porque “el pueblo” no lee, ni ve noticieros, no cuestiona, no duda, simplemente creen lo que les cuenta su mesías.
Ante estas tragedias no vale la pena ni siquiera recordar otras promesas incumplidas como vender el avión presidencial, ese que con mucho orgullo informó a la ONU que “ había un avión presidencial que ya lo rifamos y vamos a venderlo”, el chiste se cuenta solo. Tampoco recordar la promesa de descentralizar dependencias de gobierno, hasta Esteban Moctezuma hoy Embajador de México en Estados Unidos se sacó una foto en una supuesta oficina en Puebla.
El proyecto de destrucción de instituciones llamado Cuarta Transformación pone en peligro la libertad y la democracia en México y 2021 será un año decisivo para defenderla o perderla por muchos años, tal vez décadas. El reto es de tal magnitud que PRI, PAN y PRD, partidos antagónicos y rivales históricos se han sumado a la propuesta del movimiento ciudadano “Si por México” para formar la alianza “Vamos por México”. En los ciudadanos está la última esperanza de no perder lo que habíamos ganado en décadas de lucha civil. Lo que no debemos olvidar es que si es posible derrotar a la tiranía, por eso el presidente arreciará sus embates a quienes denomina sus adversarios, o sea, todos aquellos que no piensan que “vamos bien”.