APRO/J. Jesús Esquivel
En un ambiente de zozobra ante posibles brotes de violencia y de alivio por el fin del régimen de Donald Trump, al mediodía de este miércoles 20 en esta ciudad, enfundada como trinchera de guerra, Joe Biden será investido como el presidente constitucional número 46 de Estados Unidos.
“Con frecuencia digo que si lo hacemos juntos, no hay nada que no podamos hacer, y nunca como ahora ha sido tan crítico estar unidos como nación”, sentenció Biden en el preámbulo de su asunción al poder.
Una semana después de que Trump fuera acusado formalmente por la Cámara de Representantes del Congreso federal de su país del delito de “incitación a la insurrección” –por lo que será enjuiciado en el Senado–, Biden hereda una nación dividida con olor a violencia y sedición.
Las galas de insignia democrática que solían vestir a la capital estadunidense en la inauguración del mandato de un nuevo presidente, fueron reemplazadas por Trump con vallas de acero, cámaras de videograbación sobre árboles y postes, francotiradores en azoteas más 21 mil efectivos de la Guardia Nacional y cientos de policías y agentes en las calles.
Desangelado también por la pandemia de covid-19, el Estados Unidos que gobernará Biden dejó de ser tierra de libertades absolutas y ahora privan en ella el ostracismo y el racismo que son parte del legado de Trump.
Irónicamente el ambiente de angustia y temor a los actos de sedición de grupos de anglosajones supremacistas, extremistas y de terrorismo doméstico –como el propio Biden los llama– es la antítesis de la democracia y libertad que ahora ensombrece a la Casa Blanca.
“Cada movimiento tiene un margen lunático, la supresión de la libertad de expresión no es una respuesta; hacerlos responsables de sus acciones es la solución”, así pintó Tom McClintock, legislador republicano por California, la realidad y amenaza del trumpismo.
Segundo juicio
El miércoles 13 fue un capítulo negro en la historia estadunidense: 222 legisladores demócratas de la Cámara de Representantes y 10 republicanos condenaron a Trump a un segundo juicio político, acusándolo de ser autor intelectual del asalto al Capitolio.
El cargo de “incitación a la insurrección” que 197 legisladores republicanos no pudieron anular, condena y marca a Trump como el primer presidente de Estados Unidos sometido dos veces a juicio político por traición a principios elementales de la Constitución.
Los ataques vandálicos al Capitolio, el miércoles 6, los alentó y provocó Trump con sus palabras incendiarias de “luchar como el demonio”, que dirigió a miles de sus fanáticos y seguidores que infructuosamente intentaron detener la certificación en el Congreso del triunfo de Biden.
“Ese ataque criminal fue planeado y coordinado, se llevó a cabo por extremistas políticos y terroristas domésticos que fueron incitados a la violencia por el presidente Trump”, decretó Biden en una declaración escrita horas después de la aprobación del nuevo juicio a su antecesor.
“El presidente debe ser enjuiciado y creo que el Senado debe declararlo culpable”, fue lo que proclamó Nancy Pelosi, líder de la mayoría demócrata y presidenta de la Cámara de Representantes, en la antesala de la imputación del delito que ahora pesa sobre Trump.
Y de esta manera matizó Pelosi su demanda al Senado para declarar culpable a Trump: “Es un remedio constitucional que garantizará que la república queda libre de este hombre que está determinado a desgarrar las cosas que tanto amamos y que nos unen”.
Donald J. Trump, el presidente número 45 de Estados Unidos, magnate multimillonario, hoy siente el efecto dominó: poco a poco y aunque a cuentagotas, está siendo despreciado y abandonado por los republicanos que lo adoraron mientras les convino.
Fieles le siguen siendo a Trump muchos de los más de 74 millones de estadounidenses que votaron a favor de su reelección en los comicios del 3 de noviembre 2020, y son los que ahora prometen esparcir la anarquía.
“La violencia y el vandalismo no tienen lugar en nuestro país, ni lugar en nuestro movimiento de hacer grande a América otra vez y que siempre favorece la aplicación de la ley”, clamó a sus feligreses del ostracismo un Trump irreconocible por medio de un mensaje videograbado y emitido por la Casa Blanca la tarde del miércoles 13.
Agencias federales, como el FBI; la CIA; el Buró de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) y la Administración Antidrogas (DEA), entre otras, intentan apagar la chispa de un incendio que se viene.
En el preámbulo de la toma de posesión presidencial de Biden sobre las escalinatas del Capitolio, el gobierno federal, en colaboración con los estatales, ha detenido a decenas de vándalos que atacaron el Capitolio y a otras decenas más pertenecientes a grupos supremacistas y del terrorismo doméstico que con violencia prometen lealtad a Trump.
En las redes sociales –Twitter, Instagram, Facebook, YouTube, Snapchat, TikTok, de entre muchas otras de las que ha sido vetado de por vida Trump para evitar que promueva el odio e incite a la violencia– los supremacistas blancos y terroristas domésticos convocan a la sedición.