From the wars against disorder
From the sirens night and day
From the fires of the homeless
From the ashes of the gay
Democracy is coming to the USA.
Democracy is coming to the USA – Leonard Cohen
Que un megalómano autoritario llegue al poder gracias al apoyo de una base electoral acrítica y fácilmente manipulable es un fenómeno que, en sí mismo, representa un grave riesgo para la democracia. Esto lo sabe Estados Unidos ahora, pero lo supimos desde mucho antes con los dejos de autocracia y de desdén por los contrapesos del poder que el mandatario norteamericano mostró incluso desde su campaña electoral.
Es decir, nadie debe darse por sorprendido con los sucesos que han ocurrido (y están ocurriendo) en Washington, luego de que manifestantes pro Trump tomaran violentamente el Capitolio para evitar la certificación del resultado por el Colegio Electoral, con el que se define el triunfo de Joe Biden y la derrota del oligofrénico que todavía ocupa la presidencia del país.
Es un cliché decir que en política no hay sorpresas, sino sorprendidos, pero con los antecedentes de la conducta pública y privada que ha mostrado Trump, y –sobre todo– con la formación sociocultural de su base electoral, se requiere ser o muy bobo o muy malintencionado para asumirse como “sorprendido” ante este intento de autogolpe en norte américa. Vale hacer una revisión de la base electoral del actual presidente, para dimensionar cómo una democracia funcional puede desmoronarse.
Esta base electoral está compuesta por seguidores que: padecen y fortalecen la idea de una masculinidad tóxica y profundamente misógina e intolerante con la diversidad, pretenden un gobierno cristiano sin separación entre su iglesia y el estado, propagan la tara del supremacismo etno racial, padecen una mentalidad punitiva y xenófoba, son demasiado proclives a la violencia y a la portación de armas, no tienen las herramientas intelectuales para distinguir la información veraz de la que es falsa, su postura política obedece a taras emocionales y resentimientos de clase social, su formación chata les impide el diálogo asertivo y la conciliación, están atados a atavíos históricos rebasados en la actualidad. Esto, sólo por enlistar algunas de las características de la base electoral que apoya a Trump.
Una base electoral así es, rotundamente, un fracaso ciudadano. Un fracaso sistémico. Un fallo del modelo que ha propiciado por décadas que el huevo de la serpiente se haya incubado. Por supuesto, este fallo no le exime ni le exenta de responsabilidad a Trump, quien ha azuzado a sus bases (fácilmente manipulables y poco críticas) a negar la derrota electoral, incluso, violentamente. Que el candidato perdedor quiera “mandar al diablo” a las instituciones es algo perfectamente posible; pero que sus seguidores prefieran echar a la democracia por la borda, a cambio de sostener a un locuaz irracional en el poder es, simplemente, inadmisible para cualquier república.
Esta columna de opinión se envió a edición a las 19:00 horas del 6 de enero de 2021. Al corte informativo del envío, Washington está en toque de queda, la sesión del Colegio Electoral se reanudará por la noche, Twitter ha suspendido la cuenta del presidente en funciones Donald Trump, hay una persona muerta por los disturbios, el vicepresidente Mike Pence se ha desligado del presidente, y más voces legislativas en EEUU se suman a la petición de aplicar la Enmienda 25 que derivaría en la destitución del ejecutivo. Para cuando este texto llegue a los amables lectores que favorezcan con su atención, Estados Unidos y el mundo habrán cambiado. Esperemos que a mejor, aunque la realidad imponga su pesimismo. Como sea, son tiempos históricos para las democracias.
@_alan_santacruz
/alan.santacruz.9