Revistas literarias, pandemia y democracia - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Las posibilidades que se han abierto, desde la tecnología digital a partir de las dinámicas de encierro y distanciamiento físico suscitadas por la pandemia, han permitido a numerosos proyectos literarios expandirse y desbordar las fronteras antes delimitadas por los espacios físicos: librerías, centros culturales, demarcaciones geográficas (locales e internacionales), transporte, etcétera. Ante este panorama de crecimiento y expansión digital, muchos fenómenos han tenido lugar dentro del campo literario; los ejercicios ininterrumpidos de autopromoción y la banalización de todo son algunos que apunta la escritora argentina, María Negroni, en su artículo “La obligación de lo actual: literatura, redes y mercado”.

A pesar de estos cambios, las relaciones de poder dentro del campo literario no han dejado de operar bajo las mismas lógicas que ya explicaba Pierre Bourdieu en la teoría de los campos a lo largo de su obra: el sometimiento a normas preestablecidas en relaciones concretas de poder, la lucha por la adquisición de capitales (becas, espacios, reconocimiento) y la ilusión de tener que respetar, mantener e imponer dichas normas.

Por supuesto, esto responde a estructuras previas a la construcción de la democracia en México que se quedaron insertas como códigos en muchas formas de interrelación que, también, han permeado a las literarias. Las estructuras verticales/jerárquicas de poder, el protagonismo individualista propio de las sociedades capitalistas, la competencia por la adquisición de capitales (que, además, se distribuyen entre sectores privilegiados del conjunto) y la lucha por la legitimación y el poder de legitimar, terminan por replicar las mismas lógicas antidemocráticas y de mercado (mismo que se constituye como su parámetro), obteniendo como resultado, al igual que en otros campos de desarrollo, las más injustas y opresivas consecuencias.

A la luz de esto, es importante reflexionar sobre el papel que juegan las revistas literarias en el proceso de democratización del país, y cuestionarse las formas en cómo operan quienes la constituyen como agentes en el campo literario.

Esto, sin embargo, no implica que las publicaciones periódicas difundan cualquier texto para dar cabida a todos los individuos, o que las temáticas publicadas giren en torno a urgencias sociopolíticas, sino que los agentes actúen con base en los valores de la democracia: respeto, igualdad, pluralismo, tolerancia, solidaridad, honestidad. Es necesario, para una correcta transición a la democracia en el campo literario, la interiorización de estos valores, y su elevación a régimen en las relaciones de los agentes que conforman las revistas literarias, tanto en la organización de la revista como en su relación con otros agentes del campo (incluidos los creadores).

El cuestionamiento y crítica de las formas de interrelación ya mencionadas, es, además, el preludio de la destrucción de la estructura de mercado en las relaciones dentro del campo literario, modificando las normas previas para dar paso a las relaciones cooperativas en las que el diálogo, antes que la imposición, opere como sustituto de la competencia por los capitales y el poder de legitimación que se concentra en pocas manos.

Esto dará paso a que las revistas literarias, antes de luchar por el capital, reconozcan en cada una el importante rol que juegan en la promoción de la polifonía de voces que construyen a la democracia.

Ya lo decía Ángel Vargas, en un texto publicado por Tierra Adentro, que todos quienes quieren hacer una revista literaria: “En el fondo… responde[n] a la decisión de implantarse en el presente, de incidir en el contexto cultural, de insertarse y ser partícipe[s] del diálogo contemporáneo.” Implantarse en el presente necesariamente implica reconocer el contexto político y actuar en relación con éste para generar una incidencia y poder participar en el diálogo.

Los proyectos literarios deben tener la literatura como fin, y no como medio para hacer política; existir en comunidad y reconocer las implicaciones que todo acto u omisión tienen en la colectividad, sin embargo, es suficiente para repensar las formas en que alcanzan el fin perseguido.



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