La pandemia no ha bajado de intensidad ni un milímetro y algunas autoridades civiles y educativas están hablando del regreso de los estudiantes a las aulas. Con lo cual se hace evidente que algunas personas aún no han captado el aprendizaje que provocó la contingencia. La semana pasada concluimos una maestría en Psicoterapia Médica que tuvo una duración de dos años, uno de los cuales se vivió en casa y con la enseñanza en línea. Las sesiones, las entrevistas y las tareas se hicieron por internet. Los alumnos leyeron en promedio dos libros mensuales sobre medicina y psicología y todos, absolutamente todos los textos los bajaron por internet y los leyeron en sus kindles, tablets, computadoras y hasta en sus celulares. Todos pagaron sus colegiaturas mediante tarjeta en línea o depositando el pago en cajeros automáticos de sus respectivos bancos. Todo ello con la consecuencia inmediata de un enorme ahorro, para los estudiantes y para la Universidad en energía eléctrica, agua, servicios de limpieza, renta y otros gastos de mantenimiento. Por supuesto se invirtió en equipo informático, no solamente en la compra de computadoras, sino en personal especializado en elaborar plataformas, conexiones a zoom, elaboración de clases con audios y videos. Y lo mismo ocurrió a nivel de educación básica. Los niños dejaron de ir a la escuela para tomar las clases en sus casas. No usaron los uniformes, ni los cuadernos y en las escuelas desapareció el uso del pizarrón y el gis. ¿Cuáles fueron los conflictos? El primero que los profesores entraron en crisis por su falta de habilidad en el manejo de la enseñanza en línea. El segundo, la crisis de las familias cuyos padres tampoco estaban capacitados para acompañar a sus hijos en el aprendizaje, a tenerlos en casa todo el día y a diseñarles actividades recreativas. Por supuesto el mayor problema fue en los hogares donde ambos padres trabajan. Los grandes redentores sociales clamaron al cielo la inconformidad porque muchos pobres niños no tienen computadora. Reclamo que rápidamente se vino abajo porque resulta que la gran mayoría de los chicos de todos los niveles socioeconómicos sí tienen teléfono celular y ahí pudieron recibir sus clases. Naturalmente que hubo conflicto, pero ese es el gran reto para las autoridades, con el ahorro que se está haciendo en uniformes y materiales se debe capacitar a los profesores para que instruyan en línea y apoyar a los padres de familia para comprar los equipos necesarios. ¿Y los chicos están capacitados? Por supuesto, desde los juegos de las maquinitas hasta los juegos en su celular los han convertido en expertos. En Aguascalientes existen cuarenta sociedades y colegios de médicos especialistas que se reúnen cada mes para recibir conferencias por expertos. Y también suelen acudir a congresos internacionales al menos una vez por año. El año pasado los congresos y las sesiones se realizaron virtualmente con un enorme gasto de traslados, hospedaje y viáticos. El resultado es que para las reuniones cibernéticas se pudieron contratar a los mejores conferencistas con un gasto más bajo porque tampoco se les tuvo que pagar traslados. Y además se les pagó mejor. En la universidad privada se pudo recibir clases de los profesores de otros países, sin necesidad de traerlos. Nuevamente con gran ahorro para la institución y un mejor emolumento para los catedráticos. También la medicina cambió. Muchos médicos han estado impartiendo las consultas mediante el sistema zoom o videollamada. Los gabinetes de imagenología y los laboratorios clínicos (los privados por supuesto, ya que los públicos siempre van una década detrás) envían los resultados a los médicos mediante internet con mucho menos gasto en papel, placas radiográficas y traslados. Pronto las farmacias podrán surtir medicamentos controlados por internet a los médicos que se registren con firma electrónica. Y además enviarán el medicamento a casa del paciente. O sea que el mundo ya no volverá a ser el mismo que antes del virus. Y cuanto más pronto nos adaptemos al nuevo estilo, será mejor para toda la sociedad. Me gustaría escuchar a los precandidatos a la Presidencia Municipal hablar de su programa para adecuar el nuevo gobierno de la ciudad a la vida cibernética en vez de las acostumbradas promesas de proveer despensas, cobijas y útiles escolares. Necesitamos un gobierno del Siglo XXI.