El gobierno de Andrés Manuel López Obrador emplea la mentira como herramienta básica del discurso político, su propaganda tiene como eje la conspiración contra los que quieren transformar a México y sustenta el miedo que infunde en la existencia de otros datos.
Como candidato, López Obrador no dudó jamás en señalar la existencia de complots en su contra, como presidente basa su estrategia en la descalificación de todo aquel que presente información que no le favorezca y en acusar a sus adversarios de conspirar en su contra.
López Obrador es un conspiranoico que tiene a su disposición todo el tiempo el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, pues aunque el titular de ese organismo, Jenaro Villamil, asegura que el presidente no marca la línea editorial de los medios públicos, los canales de ese sistema dedican su transmisión a la totalidad de las conferencias matutinas del presidente, y con el pretexto de “cortar la cadena de desinformación”, los funcionarios y programas invariablemente acompañan y respaldan la versión oficial de los hechos.
El servilismo de los funcionarios de la Cuarta Transformación condenó a los medios públicos en México a ser meros replicadores de la paranoia de López Obrador, a propagar la mentira oficial, no hay pluralidad, mucho menos objetividad, cuando se alinea el discurso a una sola visión. Si lo dice el presidente, debe ser verdad, esa es la línea.
A partir de la suspensión de las cuentas en redes sociales de Donald Trump, López Obrador puso sus barbas a remojar y sembró la idea de que podría ser censurado, dijo el presidente que había que estar atentos a que no se ataque la libertad de expresión, “no se vaya a estar creando un gobierno mundial con el poder del control de las redes sociales, un poder mediático mundial; además, un tribunal de censura, como la Santa Inquisición, pero para el manejo de la opinión pública, es gravísimo”.
El presidente acusó de prepotente la carta en que Mark Zuckerberg explicó los motivos de la suspensión de la cuenta de Donald Trump y sembró la semilla de la duda sobre la aplicación de las normas de esa red social, como si estuvieran en peligro la libertad y el derecho a la información, para así preparar el escenario al que acudirá cuando se prohíba la transmisión completa de su conferencia matutina durante las campañas electorales.
El presidente consejero del INE, Lorenzo Córdova, participó en el foro Las Redes del Odio en México, organizado por El Colegio de México y recordó que las mañaneras de López Obrador son consideradas propaganda gubernamental, de acuerdo al criterio del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), y que la Constitución prohíbe la difusión de esta durante las campañas, por lo que la conferencia matutina no podrá ser transmitida en su totalidad durante ese periodo.
Es la legislación electoral la que establece que no se puede difundir de forma ininterrumpida la mañanera, como hacen los medios públicos, no el INE, no una persona. López Obrador arreciará sus embates personales contra el consejero Lorenzo Córdova, el presidente volverá a advertir histérico que los derechos de todos están en peligro, cuando el único riesgo que se corre es que los medios públicos cumplan con su función social.
Es seguro que López Obrador insista en estos días en que se le quiere amordazar, en que su conferencia matutina es diálogo circular que está en peligro, diga lo que diga el presidente, la mañanera es propaganda gubernamental, eso y nada más.
Coda. Uno de los trucos de la propaganda política (The process of persuasion, Clyde R. Miller) es emplear la mentira, la falsedad y la calumnia, infundir miedo, también lo señala Noam Chomsky, quien indica que se crean “miedos artificiales con un doble propósito… en parte para deshacerse de las personas que no te agradan, pero en parte para asustar al resto. Porque si la gente tiene miedo, aceptará la autoridad”. Ahí reside el poder de López Obrador.
@aldan