Pandemia: animales obligados a nacer, enfermar y morir - LJA Aguascalientes
21/11/2024

La pandemia afectó nuestra vida cotidiana producto de un virus zoonótico, es decir, un virus que pasó de una especie animal a la nuestra y esto cambió bruscamente nuestra forma de vida habitual. Este hecho mostró con mayor crudeza la pobreza, la desigualdad, el hambre, las enfermedades mentales y las muertes, todo esto visto previamente como algo “normal”. A esa normalidad se sumaron más de 1.8 millones de vidas humanas perdidas, algunas de ellas con padecimientos previos (diabetes, sobrepeso, enfermedades cardiovasculares), pero el mayor porcentaje de los fallecidos se encontraban en situaciones precarias, es decir, eran de clase trabajadora con bajos niveles de ingreso, escolaridad básica y en algunos contextos producto de la discriminación racial. Además, muchas de ellas lamentablemente murieron solas, lo que provocó que un gran número de familias pasaran el duelo sin poder despedirse.

Con esta pandemia experimentamos encierro y hacinamiento; lo que para algunas personas se convirtió en aislamiento y soledad, otras inclusive padecieron violencia derivada del confinamiento. En contraparte, hay quienes nunca pudieron quedarse en casa, pues viven al día con lo poco que ganan, así que para muchos la incertidumbre fue, y sigue siendo, morir de hambre o por covid. La amenaza de la enfermedad y el encierro nos recordaron el valor que tiene la vida, la libertad y las relaciones sociales. Se tiene la esperanza de que el sufrimiento experimentado pueda fomentar nuestra empatía y solidaridad, especialmente para quienes viven cotidianamente el encierro y la muerte: humanos y otros animales.

Esta pandemia debería recordarnos algo más: los humanos también somos animales. Somos animales sociales y dependientes, somos frágiles, vulnerables, finitos. Somos mortales como todo lo que existe en este mundo. Un virus nos recordó violentamente que estamos interconectados, que la salud humana depende de la salud de los ecosistemas naturales y de la multiplicidad de seres que habitan en ellos. Esta pandemia ha evidenciado que la violencia y explotación que ejercemos contra los animales y la naturaleza se nos revierte como un boomerang sin control que puede lastimar a muchos.

El origen del covid no es del todo claro (se habla de mercados húmedos, murciélagos, pangolines y otros animales explotados), pero sin duda, es un virus zoonótico. Los virus zoonóticos son una de las mayores amenazas actuales. Este al igual que el MERS, SARS, ébola, o la gripe H1N1 que surgió en granjas de cerdos en Veracruz, son el efecto inevitable de comer animales silvestres y domesticados, así como de destruir ecosistemas. Respecto a esto último la ganadería es una de las mayores causantes.

Diversas organizaciones sociales han culpado al sistema económico del surgimiento y propagación de la pandemia, como de la crisis socioambiental global. Sin embargo, falta enfatizar el papel de otros sistemas de opresión como el especismo y el antropocentrismo, es decir, la discriminación por especie y las ideas de supremacía humana. También se habla poco del papel que juega la población humana, tanto para aumentar los impactos ambientales como en el sostenimiento del capitalismo y otros sistemas de dominación.

Por ello resulta urgente comenzar una reflexión ética sobre nuestras decisiones en la alimentación y la reproducción de nuestra especie. Estas actividades, consideradas tradicionalmente “privadas”, muestran en la actualidad que tienen un carácter político y deben discutirse públicamente, pues afectan a terceros con impactos devastadores a nivel global. Vale la pena preguntarnos ¿es deseable propagar pandemias y empeorar el cambio climático sólo por mantener la costumbre de comer carne? ¿Disfrutar un sabor justifica que se encierre hasta el día de su matanza a miles de millones de animales? ¿Es justo tratar a individuos que sienten igual que nosotros como si fueran máquinas? ¿Es justificable frustrar los intereses sobre su vida y libertad por un placer efímero e innecesario? ¿Es correcto ignorar su sufrimiento? ¿Es ético imponer la vida/muerte a alguien para nuestro beneficio?

Esta última pregunta no solo aplica para los miles de millones de animales que masacramos, también aplica para los animales de nuestra especie. Aún si acabamos con todos los sistemas de opresión, la vida inherentemente seguirá ligada a la enfermedad, la muerte, el dolor y el sufrimiento, propio y ajeno, humano y no humano. Si nos preocupan los otros, si nos interesa la ética, en algún punto nos damos cuenta de que es imposible cuidar una vida sin afectar otras.

Se pueden y se deberían reducir muchos daños –por ejemplo, al dejar de comer y explotar animales– pero aún así mantener unas vidas costará otras. En este contexto de pandemia y crisis socioambiental global, pero en general ante la incompatibilidad de la vida con la ética reflexionemos ¿por qué arrastramos a otros a la existencia? ¿Por qué les imponemos la vida/muerte? ¿Por qué decidimos causar más sufrimiento? ¿Por qué traer más humanos a este lugar que frecuentemente parece un matadero?

Hay alternativas para comer y nutrirnos sin explotar animales, alternativas para disfrutar del sexo y cuidar/criar a otros sin traer más humanos al mundo. Podemos disfrutar la comida, el sexo y la familia, causando menos explotación y menos sufrimiento. Hacerlo es nuestra decisión.


 

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