En el desierto los oasis funcionan como paradas de descanso y reabasto, con un paisaje que contrasta con la aridez circundante. Son como los puertos en el desierto a los que los viajeros llegan después de una larga travesía o el grito de “agua a la vista” para los sedientos. Así también hay libros que nos rescatan de los desiertos de la literatura infinita.
En la actualidad la cantidad de novedades editoriales es abrumadora, al igual que el número de libros que nos promete en la contraportada haber sido escrito por “la nueva promesa de la literatura no sólo nacional, sino mundial” (casi casi, aseguran, como un mal marketing, que los escribió la persona que ganará el Nobel en unos años). Y en ocasiones caemos en ese engaño porque la historia de ese futuro Nobel se lee mejor que la del otro futuro Nobel que no nos llamó la atención. Sin embargo, en muchas ocasiones decepciona el libro, pues lo prometido no es lo que esperabas, y es que los libros son, en muchos sentidos, más una promesa de algo que pudiera ser, que una certeza de algo que es. Todo depende de cómo leamos y cuánto leamos, de nuestros gustos y también del momento en el que cierto libro caiga en nuestras manos. La realidad es que pocos libros cumplen con las expectativas que prometen, contados son los que las sobrepasan. Y así nos vamos abrumando con las decepciones literarias y comenzamos a descreer de la literatura y de las historias en general. Deja de haber sorpresa y maravilla ante la palabra escrita.
Por suerte, a lo largo de nuestras vidas vamos configurando varias listas como la de los libros leídos, la de los libros por leer, la de los libros que jamás leeremos, la de los que odiamos, la de los favoritos o la de los libros que nos recomendaron que jamás leeremos. Esas listas funcionan más allá de dar orden a lo que hemos leído, de configurar nuestra vida bibliográfica o nuestra propia biblioteca, como un faro para saber por qué lugares de la literatura ya no transitar, por donde todavía hay luz y sobre todo en dónde podemos llegar a descansar de tantas decepciones librescas. En lo personal, cada año que pasa hay menos libros que me parten como rayo, que me impactan y me dejan pensando cómo fue alguien capaz de imaginar y escribir algo así. Cada año que pasa hay más libros que se suman a mi librero, pero que no dejan huella más que el espacio que ocupan. Cada año que pasa me abruma pensar en que la literatura puede ser cualquier cosa, menos algo interesante, como si el tiempo le fuera desbastando esa cualidad o que tal vez soy yo el que ha perdido la capacidad de asombro. De ahí que tenga mi lista de libros oasis. No me refiero a mis favoritos, sino los libros a los que regreso y releo año con año, que me sirven para refrescar el gusto por la literatura, de esos que me marcaron y me hacen recordar porqué me fascina leer, libros que me muestran que sí, hay aridez en las letras, pero que una parte de esa aridez soy yo y mi visión, y otra parte lo que se publica.
No es extraño que existan los libros oasis. Muchos escritores los tienen, basta hacer una búsqueda rápida por Google para observar que hay miles de listas de “libros esenciales” o “libros favoritos” de tal o cual autor, y en algunas se llegan a repetir obras (el Quijote es uno de los favoritos para regresar una y otra vez). Estas son listas que llegan a ser kilométricas de 15 o hasta 30 libros “imprescindibles”. La diferencia con los libros oasis es que estos últimos no pueden ser muchos, ya que no podemos regresar a todo lo que nos gusta, sino que debemos planear entre esos favoritos los que más nos representan, no es la historia sino la forma en la que la interpretamos, no es su extensión sino la forma en la que está escrita. Y eso es personal. No conozco un sólo caso en el que la totalidad de libros oasis se repita, habrá uno o dos máximo que puedan estar en dos listas de diferentes personas, todos nunca.
La elección de los libros oasis es de alguna manera inconsciente. No sabemos en qué momento y en muchos casos ni siquiera porqué es que regresamos a esos libros. Muchos ya sabrán cuáles son sus libros oasis, otros apenas los van descubriendo. Pero es algo que parece escribirse sobre piedra. Una vez elegidos estos libros, no cambian, no se mueven. Son nuestros eternos libros oasis y si regresamos a ellos y no nos parten como un hachazo (Kafka dixit), entonces no fueron nunca libros oasis. Desde hace algunos años decidí cuáles serían mis tres libros oasis. Seré cliché, un poco snob, pero mis tres oasis dentro de la literatura son: El señor de los anillos (toda la historia), Pedro Páramo y La invención de Morel. Y cada año, en mi largo peregrinaje por la literatura regreso a leer sus páginas para descansar de lo demás, para agarrar fuerza y continuar con lo nuevo, como si fueran esos granos de café que hueles cuando quieres que tu olfato olvide otras fragancias. Los libros oasis nos salvan a nosotros de la misma literatura y a su vez salvan a la literatura de nosotros y nuestros juicios personales.