En este incipiente 2021, México se empieza a adentrar en un proceso electoral histórico que todos los mexicanos esperamos se dé al interior de un ejercicio democrático, con el honesto propósito de renovar 21,368 cargos de elección, incluyendo casi la mitad de las gubernaturas (15). El reto es enorme para un país como México, que transita desde hace poco más de dos años por una transición política de gran calado, y, que quienes la encabezan, con grandilocuencia la han denominado la Cuarta Transformación (siguiendo, desde su perspectiva, las transformaciones derivadas de los movimientos de Independencia, de Reforma y Revolucionario) o “Cuatroté”, como coloquialmente la denominamos en la presente columna.
El proceso al que nos referimos se definirá el próximo domingo 6 de junio, en una jornada electoral de pronóstico reservado. Menos de cinco meses nos separan de esa experiencia que, sin duda alguna, será definitoria para el futuro inmediato del país.
Desde el arribo del proyecto político encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, México ha debido experimentar una serie de cambios, sustentados en decisiones basadas en una perspectiva diferente, que modificaron sustancialmente las formas de organización y administración políticas; sus expresiones y sus efectos en la vida pública y privada de todos los mexicanos, así como de las relaciones de México con el resto del mundo, ya sea en las relaciones bilaterales, como las multilaterales, principalmente con nuestros avanzados vecinos y socios económicos del norte, ambos.
La historia reciente de la Cuatroté, ha estado marcada por resultados que, en el uso tradicional de la información de los indicadores del desarrollo, definitivamente han quedado a deber en lo que a avance o mejora se refiere, prácticamente en todos los ámbitos mensurables. Así, en lo económico, en lo social, en lo político, los números no son muy amigables con el gobierno federal lopezobradorista. Al cierre del primer año efectivo de la cuatroté, la economía no solamente se desaceleró, sino que prácticamente se detuvo de manera drástica y, ante el enojo del Titular del Ejecutivo, se tuvo al cierre del 2019, un crecimiento negativo del -1% en el obstinado y neoliberal PIB, incluida la pérdida de 378 mil empleos formales y el crecimiento de la pobreza. Es un hecho que los actores económicos no entendieron las “intenciones” del nuevo gobierno en materia de desarrollo y crecimiento. El principio ético de “Juntos haremos historia” de combate a la corrupción, partiendo de la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, y lo sustituyeron con la construcción del aeropuerto “Felipe Ángeles” en Santa Lucía, los inversionistas, nacionales y extranjeros, se lo tomaron a lo personal.
Por su parte, la contrarreforma energética, alejó el necesario capital para el sector, suspendiendo las rondas para participar en el desarrollo de la industria petrolera nacional, con una visión mixta, y tampoco se comprendió cabalmente, el propósito de la inversión en infraestructura de refinación y la “liberadora” autosuficiencia petrolera. Para garantizarle mercado al agonizante PEMEX, era necesario cerrarle el paso a las energías alternativas y renovables, limpias, amigables con el medio ambiente. Nada de energías fotovoltaicas, eólicas, hidráulica. Aunque pueda hablarse del cambio climático, la prioridad del régimen es el patriótico impulso y rescate de la petrolera del Estado, así debemos entender la construcción de la refinería de Dos Bocas. Junto a éste sinsentido, tenemos el agresivo proyecto contra el medio ambiente del Tren Maya, tala inmisericorde de miles de árboles y daño a los ecosistemas tropicales, iniciado sin contar con un estudio de impacto ambiental legítimo y vigente. Siempre hay “otros datos”.
La desaparición de decenas de programas sociales, independientemente de su efectividad, adolecían de su “corrupto” origen. Estancias Infantiles, Seguro Popular, Protección a Mujeres Víctimas del Delito, Atención de Enfermedades Catastróficas de mujeres, niños con cáncer, entre otros, de un plumazo desaparecieron sin más argumento. Para colmo, el 2020 y contradictorio al discurso e intenciones de la 4T, llegó de la mano de una pandemia que, a la fecha, aún no muestra del todo el daño que en la población y la nación aún puede causar. El gobierno federal se mostró soberbio y aseguró estar preparado para confrontar la emergencia sanitaria, primero la minimizó y de facto la ignoró, ante el avance de la enfermedad, sin orden, sin plan, la fue enfrentando, con mínimos resultados. Hoy, tenemos más de 133 mil decesos, y más de millón y medio de contagios en el país. Estados como Baja California, Ciudad de México, Guanajuato, México y Morelos, están al borde del precipicio en su capacidad hospitalaria. Los médicos, enfermeras, camilleros están a punto del colapso, agotados en lo anímico y en lo físico, y no hay para donde hacerse.
Para colmo, la economía está disminuida de manera significativa, el crecimiento, otra vez negativo, alcanzará muy probablemente el – 9%, se perdieron 12 millones de empleos, miles de negocios y empresas están a un paso de cerrar. Y la declaración más audaz del presidente: “…si tienen que quebrar, que quiebren”. Sin un verdadero plan fiscal de contingencia, de apoyo a la población, al sector productivo, estamos adentrándonos en el año electoral del 2021.
Lo único que le queda al gobierno cuatrotero, es la llegada de las vacunas. Es de la mayor importancia, el éxito en el proceso de vacunación, al sector médico, a la población conformada por los adultos mayores, no podemos considerar que le alcance para más de aquí al 6 de junio, y necesita millones de votos para refrendar su prevalencia en el ámbito político, tanto federal, estatal y municipal. ¿Le alcanzará? Y conste que ha reservado 5 años la información relativa a la compra de las vacunas en aras de la “seguridad nacional.”
Finalmente, el proyecto político puesto a la venta por la Cuatroté incluyó el ataque a los organismos autónomos como el INAI, la CONACE, el IFT, y la absorción de sus funciones por dependencias federales. Todo con el argumento de la austeridad, e impedir, en palabras del presidente, que sigan con su “alcahueta” función.
Así, ¿la 4T merece continuar con todas las riendas? Veremos.