Julia Delhumeau, nacida en la Ciudad de México en 1845, se estableció en Aguascalientes en pleno Porfiriato por su matrimonio con el zacatecano José Bolado. Su establecimiento en la ciudad y la cercanía al círculo del gobierno local y a las élites culturales de la época, facilitaron que su obra pudiera darse a conocer a través de las publicaciones impresas no sólo de Aguascalientes, sino de la capital de la República.
Hasta antes del Porfiriato (1876-1910), las mujeres que escribían y publicaban lo hacían con seudónimos o, en su defecto, sus textos eran firmados por hombres como propios; pero la estabilidad política, el resultado de las reformas liberales y la instrucción pública, el impulso positivista y la consolidación de las élites culturales, facilitaron que mujeres escritoras pudieran hacerse de poco en poco de espacios en los medios impresos donde publicar sus textos.
No es que fuera todo miel sobre hojuelas, es cierto y lo sabemos hasta la fecha, que ningún espacio que ha ido ganando la mujer ha sido fácil, por el contrario. Y es así que sucedió en el Porfiriato, ya que las mujeres que lograban publicar algo en un periódico o en el caso aún más complicado de publicar un libro de su entera autoría, pasaban por el censor de los textos, ya fueran los críticos literarios, escritores y editores que tenían en sus manos el poder de la palabra impresa.
En este contexto se fueron distinguiendo a lo largo de México escritoras de distintos ámbitos, así como periódicos o revistas editadas por y para las mujeres como la famosa Violetas de Anáhuac, gracias a una creciente y consolidada actividad asociativa cultural que se vio reflejado en la gran producción de publicaciones periódicas y una ya consolidada empresa editorial a lo largo del país.
Los espacios para las mujeres también se abrieron en los grandes periódicos nacionales como El Diario del Hogar, El Monitor Republicano, el Siglo XIX o el caso excepcional de El Renacimiento (1894), que para su reapertura convocó abiertamente a escritoras para integrarse al diario.
Las mujeres, que ya para entonces eran activas educadoras y las normales estaban establecidas por el ancho y largo del país, fueron haciendo patente su creatividad en la cultura escrita, así que poetas, dramaturgas y maestras destacaron con libros y manuales educativos, pero también obras literarias de su completa autoría.
Es el caso de Julia Delhumeau, que además de profesora en el “Liceo de Niñas” de Aguascalientes, se destacó como promotora, directora y escritora de teatro. Es así que fundó una Compañía de aficionados llamada “Dramática Infantil Aguascalentense” en 1895 (Clara Martínez y Julieta Orduña, 2005). Entre los años de 1895 y 1895 puso en escena varias de sus obras: Lo que los hijos quieren Dios lo quiere, Arturo de Roncesvalle y Cadena de sacrificios (Laureana Wright, 1910), entre muchas otras obras, además de publicar Actea: drama en cinco actos y en prosa en 1895, que salió de las presas del Taller de Jesús Díaz de León, su yerno, y que podemos destacar como el primer libro publicado bajo autoría de una mujer en Aguascalientes.
Antes de Julia, la poeta veracruzana, María del Carmen Abraham Cortés, quien también era dramaturga había publicado libros propios de poesía, considerados como los primeros libros de poesía escritos por una mujer en México (Leticia Romero Chumacero, 2017); así como la tapatía María del Refugio Barragán, quien también era poeta, dramaturga y novelista. Como podemos ver con tan sólo estos ejemplos, Delhumeau estaba inserta en un contexto cultural y literario que estaba llevado al mundo público las letras femeninas.
En 1889 se dio a conocer en los periódicos nacionales que Delhumeau había escrito una obra dramática dedicada a Carmen Romero Rubio; recibió las enhorabuenas no sin antes advertir que había pasado por el censor para su aprobación. Desconocemos el nombre de la obra y si finalmente se llevó a escena.
Además de dramaturga y profesora, Julia era traductora. De pequeña aprendió el inglés y el francés, Laurena Wrigth escribió que aprendió de manera autodidacta a través de diccionarios ya que sus padres no tuvieron la posibilidad de pagarle educación, pero el hecho de ser hija de un francés seguramente posibilitó que este idioma se le diera de manera asequible. Lo mismo se dice del inglés, que lo aprendió a través de diccionarios y de manera autodidacta y que su amor al conocimiento, las letras y el arte, lo siguió cultivando a lo largo de su vida. Sin romantizar el hecho, lo cierto es que tenía que combinar sus papel de madre y esposa con su interés por el conocimiento.
El conocimiento del inglés y el francés rindieron sus frutos y publicó, primero en 1888, Colección de modismos ingleses, en el que advertía: “los modos de un idioma constituyen la clave de él, y no hay hasta ahora ningún libro especial o diccionario que nos de a conocer los modismos ingleses”. Elogiado por los periódicos de circulación nacional como El Tiempo. Diario Católico, se le reconocía como autora ilustrada. Este libro fue impreso en Aguascalientes en la Tipografía de La Aurora Literaria, propiedad de Rodrigo A. Espinoza, que tenía un periódico bajo el mismo nombre.
En 1892 publicó en la misma línea: Colección de modismos franceses, esta vez impreso por la Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento fundada en 1883 y antecedente de los Talleres Gráficos de la Nación. En esa época ya se encontraba viviendo en la Ciudad de México tras quedar viuda.
Después de esta última publicación ya no se sabe más del trabajo de Julia Delhumeau, que recientemente ha sido abordada como un ejemplo de mujer ilustrada y escritora de Aguascalientes, pero sin el reconocimiento total a su trabajo, mismo que requiere una investigación en sí misma.
Este texto se lo dedico por reconocimiento a quienes investigan a las mujeres del siglo XIX en Aguascalientes: Aurora Terán, Yolanda Padilla, Laura Olvera Trejo, de quienes tengo conocimiento. A las que omito por desconocimiento, espero puedan ponerse en contacto conmigo. Feliz inicio de año.