Nadie en el gobierno se atreve a decirle que no a Andrés Manuel López Obrador, saben a lo que se arriesgan. Todos los que están en la oposición ya sufren las consecuencias de llevarle la contraria al presidente: el escarnio, la burla, la descalificación y ser arrojados a la hoguera pública para que sus seguidores los destrocen. El plan de la Cuarta Transformación es perfecto, pero sólo lo conoce López Obrador y responde a sus caprichos, a su idea anticuada de concentrar el poder, todo, en la voluntad de alguien puro.
No hay crítica posible a las decisiones del presidente porque López Obrador está convencido de que basta la buena voluntad para que sus ideas se cumplan, no considera necesario exponer las etapas a seguir para cumplir con su propósito, le basta la fe, se le tiene que creer, sin importar si sus deseos son un disparate, como se supone que salvarán al pueblo bueno, no es necesario discutirlos.
Esta semana López Obrador reunirá a sus cercanos con el propósito de que fundamenten la destrucción de, al menos, dos organismos autónomos, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI); ya anunció que el primero pasará con sus funciones a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, mientras que las funciones que realiza el segundo las puede asumir la Secretaría de la Función Pública.
La soberbia de López Obrador y su táctica de polarización han conseguido rebajar el nivel del debate público a una cuestión de fe, de hecho, ha cancelado toda posibilidad de diálogo reduciendo la forma de gobierno al manejo de los pesos y centavos. Como esos organismos autónomos salen muy caros, mejor que lo hagan otros, esa es su voluntad. Con ese argumento elimina la posibilidad de que se opongan a su capricho de concentrar todo el poder y capacidad de decisión.
No estamos discutiendo el diseño institucional de un gobierno democrático, ni las formas en que se puede mejorar el funcionamiento de las instituciones, el necesario equilibrio entre poderes ni la obligatoriedad de la existencia de contrapesos. El voluntarismo presidencial ha eliminado la posibilidad de abordar cualquier tema de gobierno a través de matices, todo es blanco o negro, sí o no.
Al presidente le ha bastado acusar de corruptas a las instituciones que no le gustan para justificar su desaparición. Así de poderosa es la voz del amo.
Décadas de relaciones corruptas entre las oficinas de comunicación social y su obligación de capacitar a la sociedad, de privilegiar la promoción de personas antes que la educación de la sociedad en temas de gobierno, en posibilidades de participación nos han dejado a la deriva de la voluntad iluminada de un solo hombre.
El peor escenario es en el que estamos actualmente, ya que la fractura del sistema de partidos deja a la sociedad sin posibilidad de encontrar aliados para defender las instituciones.
Coda. Si a Vicente Fox se le pudo reclamar su incompetencia al prometer que para resolver los asuntos de gravedad le bastaban 15 minutos; nosotros, todos, estamos condenados a asumir la culpa de los excesos de quien cree que para gobernar basta el grito de enchílame otra.
@aldan