APRO/Manuel Michelone
Hace pocos días, el sistema de comunicación más popular del mundo, Whattsapp, dio a conocer sus nuevas políticas de privacidad. Alguien las viralizó y logró un escándalo masivo que ha puesto a pensar a muchos sobre si seguir en esta red social de comunicación o buscar cambiarse a otras que garanticen cierta privacidad, como Signal o Telegram.
El problema de la privacidad en las redes sociales no es nuevo, pero claramente el tema parece haberse exagerado. Como un virus, la idea de que Whattsapp nos estaba violando en lo más íntimo de nuestra privacidad, hizo que mucha gente, 25 millones en un par de días, se cambiaran a Telegram, que se supone tiene políticas mucho más favorables para respetar la privacidad de los mensajes.
Pero hay mucho que decir: para empezar, Whattsapp no puede leer tus mensajes porque los cifra de un punto inicial a un punto final, por lo que solamente las personas involucradas pueden saber lo que dicen esas conversaciones. Y no, tampoco Whattsapp va a vender tus fotos porque de nuevo, al encriptar la información que se manda los usuarios, ellos no pueden tampoco verlas.
Y el asunto es que en las nuevas políticas de Whattsapp, si eres una compañía que usa sus servicios las cosas son diferentes, pero tampoco son violatorias de la privacidad. Este chisme ha logrado que la plataforma Telegram de pronto tenga vida y respire, aunque hoy por hoy la gente instala esta app sin saber si podrá migrar todas sus conversaciones a esta plataforma. Por el momento Telegram sólo sirve para indicarnos que nuestros contactos se han inscrito en dicha plataforma.
La realidad –se dice y no pasa nada– es que a la gente le preocupa poco su privacidad. Tan es así que cuantas veces puede poner la foto de lo que come en el restaurante (que ya nos avisó en donde está), de forma que todos sepamos del paradero de dicha persona. La queja de la privacidad quizás se eliminaría si la empresa que da el servicio dijera que pagaría por usar las fotos de los usuarios. Entonces, se promovería más el negocio que la privacidad. Pero como Whattsapp no da un peso a sus usuarios, entonces con cualquier pretexto se le acusa de lo que sea.
Y miren, tan no nos importa la privacidad que Facebook tiene una serie de políticas de uso peores que las de Whattsapp y nadie dice nada. Vamos, Facebook comparte con Amazon muchas cosas de los perfiles de sus usuarios. Si no me creen hagan la siguiente prueba: entren a Amazon y busquen algunos libros con su cuenta. Después pásense a Facebook y “sorprendentemente” verán los libros que vieron en Amazon. Y no, no es casualidad. Es claro que se pasan la información.
Pero para aquellos que se sientan invadidos en su privacidad, déjenme decirles que estas empresas no quieren espiarlos. Lo que realmente quieren es encontrar las tendencias de los usuarios del sistema para venderles más eficientemente. Y voy más lejos, Gmail, el servicio de correo que usa mucha gente, avisó desde un principio que robots “leerían” los correos de los usuarios. Y es un decir que un robot va a leer los correos. Lo que van a hacer estos sistemas es buscar palabras claves para ponerme después anuncios que tengan que ver con los temas que me gusta tratar. En resumen, lo que quieren es vendernos más y mejor. Y eso es lo que buscan hacer. Espiarnos no está en sus planes, amén de que no somos tan importantes como nos creemos.
Mi pronóstico es que cuando pase la moda, la gente regresará a usar Whattsapp y Telegram quedará en el olvido. Será como pasó con Hi5 o con Google Orkut, dos redes sociales que literalmente desaparecieron del gusto de los consumidores.
Lo que sí es claro es el poder de la propaganda, que en muchas ocasiones viene de las redes sociales. La gente lee algo, se escandaliza, toma acción porque siente que su privacidad (en este caso) está en riesgo, hasta que se olvida del tema y las aguas regresan a su curso normal.