El científico encargado de la pandemia en México se ha vuelto irrelevante, su paso de rockstar nacional del coronavirus a chivo expiatorio de la Cuarta Transformación se ha acelerado tras revelarse que, como lo mostraban las imágenes, Hugo López-Gatell decidió tomarse un descanso en Oaxaca.
El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud fue captado por alguien mientras departía en la playa de Zipolite, sin cubrebocas y sin mantener la sana distancia… una vez más. Como la imagen se difundió en redes sociales durante el fin de semana, la explicación oficial de esta conducta tuvo que esperar a la mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien también como siempre, evitó hacer una declaración en contra de su científico de cabecera y lo defendió destacando que ha realizado un trabajo “muy intenso, que ha estado cumpliendo cabalmente con su responsabilidad, es muy buen servidor público, buen especialista, muy profesional”.
El año pasado, en abril, David Clarke, ministro de Salud de Nueva Zelanda, dijo de sí mismo que era un idiota, porque fue descubierto tomando vacaciones cuando unos días antes había declarado un confinamiento estricto, el funcionario declaró “En este momento estamos pidiendo a los neozelandeses hacer sacrificios históricos y los he decepcionado. Soy un idiota. Entiendo que la gente esté enojada conmigo”, al presentar su renuncia agregó “como Ministro de Salud es mi responsabilidad no sólo cumplir las reglas sino dar ejemplo a otros neozelandeses”; la renuncia no le fue aceptada en ese momento, ya que ese país se encontraba en una etapa crítica de la pandemia. David Clarke renunció al cargo en julio.
Por supuesto, el ejemplo de David Clarke se volvió tendencia tras la conducta de López-Gatell, aunque el subsecretario y sus defensores quisieron eliminar todas las coincidencias entre los casos, acusando a los adversarios de la Cuarta Transformación de buscar la renuncia del funcionario sólo porque se permitió un descanso, una falla mínima en su conducta intachable, por permitirse ser humano.
López-Gatell enfrentó a la prensa con la arrogancia que lo distingue, su estrategia fue quejarse de que los medios querían convertir su vida privada en un asunto de interés público: “No tengo nada que ocultar. Efectivamente fui a la costa de Oaxaca, a la región de Pochutla, en el municipio de San Pedro Pochutla; es un sitio hermoso, con una población muy generosa, muy benévola, y fui a visitar a familiares muy cercanos, personas muy amigas y estuvimos en una casa particular durante los días de fin de año”; enseguida, desvió la atención declarando que “algunos aspectos de mi vida privada podrían ser de interés público e instructivos, es relativamente fácil si uno contempla estas actividades, separar los lugares en una mesa. Tuvimos, efectivamente, una reunión con motivo del fin de año y cuidamos este tipo de aspectos y esto esperamos que lo haya hecho la mayoría de las personas”.
¿La vida privada de López-Gatell es un asunto de interés público? Absolutamente no, el señor puede hacer de su vida un papalote y volarlo donde quiera, no debería importar con quién sale, si se besa o no o, como si todos, es incapaz de comer y beber con el cubrebocas puesto, quienes piden su renuncia por esas conductas.
Ante la irrelevancia de su vida personal y sus dichos, lo que se debe a exigir a Hugo López-Gatell es que cumpla a cabalidad con su función como servidor público (el presidente asegura que es muy bueno), y ese compromiso implica seguir el mismo camino que David Clarke, es un dilema ético, no uno moral, es la muestra de una falta total de pudor.
La renuncia de López-Gatell no llegará, su arrogancia le impide ver las faltas que comete, además, de irse, ¿a quién le va a echar la culpa López Obrador cuando llegue el momento?
Coda. “Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías; breve y eficaz por medio de los ejemplos”, escribió Séneca. Así es.
@aldan