No recuerdo la vez exacta que nos conocimos, pero estoy seguro que fue en una reunión de presidentas y presidentes de organismos públicos locales electorales, de esas en las que igual nos servían para afinar detalles, desfacer entuertos y tejer alianzas, como la que tácitamente hicimos al momento de platicar y saber que había más coincidencias que las aparentes.
A partir de ahí, la relación fue creciendo a lo largo de los años en que hemos compartido responsabilidades. La amistad se fue forjando en el tiempo cuando, llegado el momento, Pedrito asumió la presidencia de la Asociación que conjunta las instituciones electorales de las entidades federativas, representadas por sus presidentas y presidentes. A partir de entonces la comunicación se volvió cotidiana.
No solo estaba al pendiente de los asuntos que exponíamos cada representante de los 32 estados, sino que muchas veces los asumía como propios y, apelando a su puesto en más de una ocasión lo gestionó hasta su satisfactoria solución.
Tengo muy presente la ocasión en que, amablemente, me giró una invitación a la elección de gobernador proceso electoral en el Estado de México en 2017. Siempre me pareció impresionante el edificio del Instituto Electoral del Estado de México, pero ese domingo de junio, engalanado para la fiesta que significaba esa elección trascendental me dejó maravillado.
Buen anfitrión, Pedrito se tomó el tiempo de asistir a la recepción de los invitados especiales que, de todas latitudes concurrimos ese día. Departió con nosotros en un museo que habilitaron para la ocasión, y toma valor ese gesto porque el día previo a una jornada electoral, el Presidente del Instituto debe estar viendo mil y un asuntos. Para él, uno prioritario fue hacernos sentir como en casa. Y así fue.
Esa jornada en el Estado de México resultó inolvidable por la atención a cada detalle. Impresionante ver la sala de sesiones, el espacio para prensa, el centro de documentación, los recorridos a las casillas que nos tuvieron preparados, y por encima de todo, la capacidad de Pedrito de encontrarse en varios lugares al mismo tiempo. Estábamos de espectadores en la sesión que él presidía, dábamos una vuelta por el set de televisión y él atendía una entrevista, íbamos al comedor y aparecía junto a nosotros seleccionando un tentempié. Y siempre con una sonrisa, un detalle, una mirada cómplice. Todo funcionaba como seguramente él lo había planeado.
Ya para acabar el domingo nos invitó a la parte final de la sesión, para que pudiéramos conocer los resultados del conteo rápido que se había dispuesto para conocer la tendencia de la votación al cierre de las casillas. Más allá del PREP que conocemos, este conteo representaba un minucioso estudio de selección de ciertas casillas que, gracias a una serie de fórmulas matemáticas precisas, podían predecir con bastante fidelidad el resultado. Para mi, que fue la primera vez que veía la operación de ese ejercicio me pareció interesante y fui espectador en primera fila. Todavía tuvimos oportunidad de intercambiar mensajes por celular y lo vi, como ahora lo recuerdo, contento, satisfecho de que la jornada había transcurrido sin incidentes, seguro de que el resultado del conteo se confirmaría horas después.
Me pareció increíble la precisión de los resultados que Pedrito anunció esa noche, al contrastarlos al día siguiente por la mañana. Siempre que tuvimos oportunidad lo platicamos y, además, siempre que pude presumí en otros escenarios, que la moraleja de ese día fue cerciorarme de que planear bien las cosas y dirigir su ejecución nos llevaría al éxito, así como aquel día.
Taurófilo, esa siempre fue uno de los temas que platicábamos. Ojalá hubiera tenido el mínimo conocimiento del arte de Cúchares para poder seguirle la charla en el argot. Pero no, me limité a devolver la anfitrionía con una atenta invitación a la Plaza de Toros que gustosamente aceptó. Para mi mala suerte las actividades de proceso me impidieron acompañarle como yo hubiera querido, sin embargo, me quedo con su agradecimiento sincero y las palabras que me dejó luego de ese viaje.
Hace un par de días me avisaron de su repentina gravedad, y de que el pronóstico era delicado pero estable. Pensé escribirle esta columna con el afán de que cuando las condiciones se lo permitieran lo pudiera leer. “Me gusta como escribes” me dijo alguna vez que le compartí una de estas columnas, y pensé que sería buen detalle alejarme del tema estrictamente electoral (no tanto) para dedicarle estas líneas. Mientras escribía el segundo o tercer párrafo me avisaron con profunda pena que Pedro Zamudio, el Consejero Presidente del Instituto Electoral del Estado de México había fallecido.
No encuentro las palabras para despedirme de él, así que decido no hacerlo. Me resisto a creer que no vaya a estar del otro lado de la línea, o a la distancia de un mensaje. Se me hace imposible pensar que no presida la siguiente reunión y que, cuando tenga una duda o requiera de una opinión, él no esté para darme un consejo. Por eso, decido creer que, su simpatía, su bonhomía, su carácter, su sencillez, su amor a la tauromaquia, sus referencias a lecturas clásicas, su experiencia, siempre van a estar junto a mi. Hoy la familia electoral pierde a uno de sus miembros. Yo gano una luz que, así lo decidí, tendré siempre presente.
¡Hasta que nos volvamos a ver, Pedrito!
/LanderosIEE | @LanderosIEE