Pasado, presente y futuro de los centros comerciales (I) / Pensar el hábitat - LJA Aguascalientes
27/04/2025

Los centros comerciales que hoy conocemos han sido fruto de una larga historia y evolución de las respuestas sociales y espaciales a la sociedad de consumo. Quizá podríamos asociar su origen moderno con las galerías comerciales europeas de la Belle Époque. En ciudades como París, durante el apogeo de la sociedad industrial, se implementaban conectando distintos extremos de una manzana, ofreciendo atajos a los paseantes, que a su vez se convertían en consumidores, pues su recorrido estaba acompañado por decorosos escaparates que incitaban a comprar. En los Estados Unidos de posguerra, donde el modelo de crecimiento suburbano se expandía, los centros comerciales o malls, se transformaron en los epicentros de la vida pública y del consumo. 

En el caso de México la llegada del centro comercial está en gran parte vinculada a la influencia de Estados Unidos en nuestro país. En décadas recientes, la apertura de los mercados y la crisis de seguridad han resignificado al centro comercial o plaza como un espacio seguro, donde se podía consumir y pasear con paz y tranquilidad. Estos factores han potenciado al centro comercial como un sitio de alta rentabilidad, y uno de los desarrollos favoritos de los promotores inmobiliarios.

Sin embargo, en los Estados Unidos los centros comerciales se encuentran en un declive generalizado, especialmente en los últimos años. Los habitantes de los suburbios han encontrado nuevos sitios de consumo como las compras en línea, lo que a su vez implica una pérdida de vitalidad en los andadores de los centros comerciales y con esto su utilidad como un espacio social y de encuentro. En nuestro país, parece que los desarrolladores han tomado nota. Ahora, se previenen de este declive diversificando los usos, muchos desarrollos comerciales han integrado a su programa oficinas, supermercados, gimnasios, hoteles, hospitales e incluso vivienda. Esto de alguna manera evitaría la pérdida de la vitalidad y flujo de personas que mantienen vivos y rentables a estos lugares de consumo. 

Aunque esta diversificación parezca deseable, los centros comerciales no son ciudades, son espacios privados sujetos a los intereses del capital, no de la ciudadanía. Por otra parte, lo que sucede en el centro comercial, también puede dejar de pasar en el espacio público, como lo es el encuentro de las personas, algún urbanista danés llegó a comentar que los centros comerciales terminan por absorber de vida urbana de las calles. 

En el libro Ciudad de hojaldre, Carlos García Vázquez argumenta la explotación comercial de la sensación de seguridad en la ciudad dual y polarizada, esto de la mano de bastantes referencias, destacando la siguiente:

Paul Golderberg, crítico de arquitectura del New York Times, ha calificado como “entornos urbanoides”, es decir; entornos que ofrecen una experiencia urbana filtrada: reproducen la ciudad real pero evitan sus aspectos más desagradables. En estos lugares no llueve, no hace frío, no cruzan coches, no hay contaminación, no hay suciedad, no hay ruidos, etc., pero tampoco mendigos, ni carteristas, ni drogadictos, ni prostitutas. Ahí está la clave de su éxito, consiste en una ciudad seleccionada que acaba con la mezcla social y racial para homogeneizar; en clave de clase media, a la población que se encuentra en ellos. Para muchos grupos sociales, especialmente los más jóvenes, estos espacios comerciales están sustituyendo a las plazas y parques públicos como lugares de encuentro.

¿Qué se puede esperar de una juventud que crece y se forma en un espacio aislado de consumo en vez de un calle democrática y compleja?  

Por otra parte, autores como Deyan Sudjic también apuntan el riesgo de las ciudades (o de sus fragmentos) cuando son muy simples y carecen de complejidad, dificultando su transformación y adaptación. Quizá esto también ayude a entender lo que sucede en los malls de los Estados Unidos. 

Habrá quien disfrute del centro comercial, lo cual es totalmente válido y respetable, pero la ciudad evoluciona. Es clara la crisis del sistema tardocapitalista global, algo que hace años se sabe y que permite la rentabilidad de estos desarrollos. Aunque aún exitosos, los centros comerciales no funcionarán para siempre. Tendrán que evolucionar o morir, es cuestión de tiempo. Sea cual sea el caso, me parece que está en los mejores intereses de la ciudad replantear los centros comerciales, algo que tampoco implicaría su destrucción total, e incluso se podría mantener su relación actual como sitios de encuentro. Esto será explorado en la segunda parte de esta columna la próxima semana. 


arnulfoaldaco@hotmail.com @arnulfoaldaco

Referencias

Sudjic, D. (2017). El lenguaje de las ciudades. Barcelona: Ariel.

Vázquez, C. G. (2004). Ciudad hojaldre: visiones urbanas del siglo XXI. Barcelona: Gustavo Gili.

 


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