Cuando Wolfgang Amadeus Mozart tenía 6 años, su padre Leopold y su madre Ana María lo llevaron de Salzburgo, ciudad en la que vivían a la capital Viena, porque el emperador José II y su esposa María Josefa de Baviera estaban preparando el matrimonio de la hermana del monarca, la archiduquesa María Josefa de Austria, quien tenía 16 años. La familia Mozart llegó y se hospedaron en casa de un amigo, orfebre de oficio. Comenzaron a preparar el concierto que ofrecerían durante las bodas, ya que el pequeño Amadeus y su hermana Nanneri habían sido invitados como niños prodigio para que tocaran el piano y el violín durante los festejos nupciales. Mientras preparaban su actuación, la esposa del emperador, María Josefa y su hija la futura contrayente contrajeron la viruela y murieron. Los tres hijos del orfebre que los asilaba también enfermaron, entonces Leopold tomó a sus hijos y salió huyendo hacia la ciudad de Brno y después siguieron escapando hasta Olomuc, ambas ciudades que están en la ahora llamada República Checa. Se refugiaron en la finca campestre del Conde Scrattchenbach, quien puso a su disposición a su médico particular Joseph Wolff. El médico propuso la vacunación, tal como se hacía entonces, produciendo un rasguño en la piel del hombro y colocando polvillo de costras o pus de algún enfermo. El padre de Mozart se opuso terminantemente porque la vacuna no estaba totalmente probada y de hecho muchas personas enfermaban. El resultado fue que Mozart y su hermanita contrajeron la enfermedad y estuvieron padeciendo fiebre, pústulas, decaimiento y trastornos de la visión durante un mes. Finalmente se recuperaron, aunque estuvieron muy debilitados y durante cuatro meses no pudieron tener ninguna actividad creativa.
El pequeño Amadeus estuvo a punto de quedar ciego porque las pústulas de sus párpados le ocasionaron conjuntivitis y le hicieron mantener los ojos cerrados durante todo un mes. Fue aliviado con fomentos y lavados de agua hervida e infusiones de hierbas. Regresaron a Viena hasta un año después, pero la situación de la familia real había cambiado como consecuencia de las muertes ocasionadas en todo el reino por la epidemia y ya no tuvieron éxito. Aunque se desarrollaron en Salzburgo. Casi veinte años después el médico inglés Edward Jenner crearía la vacuna mejorada y comenzaría la campaña mundial de vacunación que salvó miles de vidas y dio inicio al final de la enfermedad que se terminaría erradicando en 1979 o sea 183 años después.
Esta curiosa anécdota del genial compositor nos demuestra la eficacia de la vacunación y los riesgos tan graves que se tienen ante la negativa o el rechazo al procedimiento. Así como la desinformación que existe siempre por miedo a lo desconocido. Actualmente lo difícil ha sido crear las vacunas contra un virus nuevo y sobre todo en tiempo récord y en cantidades estratosféricas, para todo el mundo. Y ya se logró, lo cual nos permite sentir optimismo. La vacunación masiva que ya comenzó en todo el planeta pronto dará resultados y terminará si no con la enfermedad, cuando menos sí detendrá en gran parte la diseminación. Y por cierto, aplicarla es de los más fácil. Nuestro personal de enfermería y otros profesionales de la salud ya lo han estado haciendo desde hace más de un siglo aquí en nuestro país. Esta vez lo harán de la manera más eficiente.