Guía ética y el catecismo político de AMLO - LJA Aguascalientes
22/11/2024

APRO/Bernardo Barranco

 

El presidente Andrés Manuel López Obrador presentó el jueves 26 de noviembre la Guía Ética para la Transformación de México. Hay que recordar que es un viejo empeño de AMLO y una oferta de campaña. En su presentación el presidente declaró: “Hemos venido sosteniendo que la crisis de México no es sólo económica sino también por una pérdida de valores culturales, morales y espirituales; se presentó en los últimos tiempos todo un proceso de degradación de la vida pública y para enfrentarlo no basta con acciones que mejoren temas materiales, es importante fortalecer los valores, procurar el bienestar material y el del alma”. La guía es texto que busca infundir a la ciudadanía valores culturales, morales y espirituales. Consta de 20 postulados que se recrean sobre principios universales. Los redactores fueron enfáticos: no pretende imponer valores sino abrir un amplio debate. Como era de esperar, la guía ha desatado fuertes críticas sobre todo en las redes sociales.

La idea de un código moral en la vida pública no es nueva. AMLO en tres campañas presidenciales ha venido afinando el concepto. Están estrechamente vinculadas a su “República Amorosa”, al “bienestar del alma” y al “pueblo bueno”. Hay allí, según el presidente, una gran reserva de valores morales y espirituales aletargados. Sin embargo, debido a la falta de justicia y a la ideología neoliberal aspiracionista, el pueblo se ha convertido en violento. Potencialmente, se ve obligado a robar, a participar de la corrupción, y los jóvenes son carne de cañón para el crimen organizado. 

Su diagnóstico es palmario y repetido: el tejido social está dañado, hay una crisis aguda de valores. Por tanto el pueblo debe recuperar sus principios morales abandonados. AMLO infiere que el convencimiento religioso, espiritual y moral podrá revertir la descomposición social, la inseguridad y la violencia que campea en todo el país. Por ello su apertura a las Iglesias evangélicas tiene la intención de compensar el desgaste de la Iglesia católica.

El proyecto fue una promesa de campaña que en un principio se dio en llamar “Constitución Moral”, un término llamativo que desencadenó polémicas y que ha sido descartado porque entraba en yuxtaposición con la Constitución Política, cuya naturaleza es distinta. El 20 de febrero de 2018, durante su toma de protesta como candidato presidencial del Partido Encuentro Social, insistió en la crisis de valores en el país y prometió luchar para recuperarlos convocando una constituyente. Ante un auditorio de cristianos pentecostales del PES así lo propuso: 

“Voy a convocar a maestros, antropólogos, sicólogos, sociólogos, filósofos y profesionales de otras disciplinas, así como a religiosos, librepensadores, ancianos respetables y ciudadanos en general para la celebración de un congreso en el cual se elabore una Constitución Moral, que ayude a fortalecer los valores nacionales, culturales y espirituales.”

Hubo varias propuestas y borradores previos, elaborados por Enrique Dussel y Gabriel Vargas Lozano. No fueron del agrado de AMLO, por considerarlos muy académicos y teóricos. Su modelo siempre fue la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, por ser corta, didáctica y de lenguaje accesible.

AMLO, convocó a intelectuales amigos suyos para concretar la empresa. De inmediato a la presentación de la Guía Ética, se desata una cadena de reacciones en las redes sociales que de manera sumaria descalificaron la iniciativa. ¿Cómo se atreve el gobierno a recomendar pautas éticas que no las ejerce en su mandato? ¿Cómo exalta el valor de la vida cuando contabiliza más de 100 mil muertos por covid y niños con cáncer carecen de medicamentos? ¿Cómo recomienda el cuidado del medio ambiente y construye un tren maya que destruye la selva y no promueve las fuentes alternas de energía? En suma, el gran reproche es que el gobierno niega en su ejercicio los postulados que promueve en la guía. Se induce el respeto a la diferencia, cuando en las mañaneras el presidente despliega un discurso de confrontación y polarización que divide a la sociedad. Cuando el texto apunta la lucha contra la corrupción, emergen los nombres de Bartlett y Pío como afrentas. Cómo entender que la Guía Ética busca iniciar un debate y reflexión sobre los valores en México y los principios morales que necesita la sociedad, cuando ya se anuncia un tiraje de 10 millones de ejemplares para entregarse a los adultos mayores. Decenas de contrastes y asociación de paradojas colmaron Twitter y Facebook. Se trasluce un sector social polarizado contra todo lo que la 4T promueva. 


Dicha malquerencia no escapó de los analistas. Sobre todo aquellos que de botepronto reaccionaron a la guía. Acusan al gobierno obradorista de abandonar el terreno de la legalidad e incursionar en el campo de la ética (principios y normas) y la moral (costumbres y conductas) con la intención de incidir en el comportamiento de los individuos. Es decir que el gobierno intenta imponerse en el campo de lo privado, tarea que no le corresponde, mucho menos dictar los valores que deben regir una sociedad. En efecto, hay una línea estrecha entre lo público y lo privado que este texto no deja claro y que los 20 postulados no son más que principios éticos del deber ser, en la lógica de Kant, que cualquiera suscribiría. Hay ausencias notorias de actores sociales, que son tratados como pie de página, es decir, abordados de manera tenue, como las mujeres, los indígenas y los jóvenes. Diversos académicos sostienen que la guía tiene un tufo conservador. Como un sermón de las mañaneras. Prédica del nuevo evangelismo latinoamericano que reemplaza las ideologías modernas con religiones políticas. ¿Es legítimo crear un catecismo ideológico-espiritual para ofrecer discursos morales con tantas decisiones controvertidas y contradictorias? En la guía hay una ausencia notoria de la laicidad. El texto esgrime un viejo concepto decimonónico: “laicismo”, para perfilar la libertad religiosa. Sin embargo desperdicia la oportunidad de articular el Estado laico, que es un régimen de convivencia social moderna que garantiza la equidad y los derechos de las minorías, así como la histórica separación entre las Iglesias y el Estado. 

Esperando que los humores se serenen y se atempere la polarización ante la propuesta de la guía, me parece que se puede abrir un espacio de debate, necesario para una reflexión profunda sobre la relación entre ética y política en este país. Los partidos políticos se han encargado de empobrecer nuestra cultura política, reduciendo la política a la conquista del poder en los procesos electorales. A conquistar el espacio no importa cómo y no importa con qué. La política en sí se vacía, no basta, necesita de la ética. Y son debates útiles que se han dado en Suecia, Francia y Canadá, entre otros. ¿Cuáles son los valores compartidos entre el gobierno y la sociedad? Desde los griegos la relación ética y política está presente. Habermas ha distinguido la ética como la legitimidad además de la legalidad en la gobernanza. No basta que un gobierno esté avalado por la ley (Salinas, Calderón y Peña) ni con el mandato de las urnas. La legalidad de un Estado tiene que ganarse con la legitimidad. Y para ser legítimo debe gobernar con la verdad en la esfera de lo público y procurar el bien público para sus ciudadanos. La guía abre una buena oportunidad para deliberar.


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