Por increíble que parezca, es precisamente al gobierno de la 4T al que le urge que este terrible 2020 tome sus cosas y se largue de una buena vez. Las crisis que se le acumularon lo tienen nervioso y huraño. Aquellos argumentos de que todo lo malo que le sucedía al país bajo su administración, era culpa de los neoliberales, conservadores o fifís, ya no causa el mismo efecto, de hecho, ya ha caído en el llano cotorreo o vacilada del pueblo bueno. Todo parece indicar que aquél ebrio enamoramiento surgido el 1 de julio de 2018, entre poco más de 30 millones de ciudadanos, está llegando a su frontera. Ahora, además de los “moralmente derrotados”, también los encantados están pidiendo resultados, están cuestionando las debilidades que muestra la fuerza que expulsaría la corrupción desde el primer día de gobierno allá en diciembre de hace dos años; que, mediante compulsivos abrazos, la delincuencia iría regresando aquellos territorios que dominaba a fuerza de balazos; que la economía crecería al vertiginoso ritmo de 6% anual; que bajarían las gasolinas; que el ejército regresaría a los cuarteles; que…
En este 2020, y tras un par de años de “gobierno”, no sólo con el poder constitucional original, sino con atribuciones que sus legisladores morenistas y aliados, le fueron arrimando, así como el debilitamiento o de plano desmantelamiento de aquellas instancias públicas reguladoras, el presidente López, ha optado por ir construyendo en su imaginario “transformador”, que todo está caminando debidamente, que todo está “requetebién”, que, refiriéndonos al prócer de la Reforma tan socorrido por él, las crisis le hacen “lo que el viento a Juárez”.
Como podemos recordar, el 2019 terminó con un retroceso en el crecimiento del PIB de 0.1%, sobre todo por un mal manejo de los motores económicos y esas decisiones que impactaron en el ánimo de los inversores nacionales y extranjeros que vieron desde el principio amenazados sus proyectos y recursos. La cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, principalmente, dejó claro el nuevo estilo de gobernar de la 4T. ¿Era entonces factible arriesgar? Siguieron otras decisiones que abonaron la incertidumbre. La cancelación de la planta cervecera en Baja California, a través de mecanismos de consulta extralegales. Los derechos de los inversionistas estaban seriamente amenazados, por políticas poco claras o francamente ilegales.
Al cierre del año pasado, parecía que efectivamente, el mal paso de la economía, se debía al efecto de inercias de la pasada administración, y al natural reacomodo de la nueva perspectiva de desarrollo, a ello había que sumarle la estridencia de los señalamientos que el presidente ponía en cada una de sus mañaneras. Casi desde el inicio de su administración el titular del Ejecutivo había decretado la expulsión (¿exorcismo?) del neoliberalismo en el ejercicio público federal. Sin embargo, el cierre del año, ya con claros indicadores de la contracción de la economía nacional, seguía ignorando situaciones que iban anunciando lo que sucedería en el 2020. Ya en el lejano oriente, se escuchaban los tambores de la peor pandemia contemporánea a nivel mundial; acá, empero, la 4T decretaba la muerte, esa sí, del Seguro Popular, y la creación de esa entelequia del Insabi, y que, a la fecha, a más de un año, sigue como alma en pena pretendiendo existir institucionalmente.
Empezó el 2020 con un piso resbaladizo y quebradizo, económicamente hablando, y apenas en el primer bimestre, apareció el ya famoso SARS-CoV-2 y empezó a hacer estragos. Estados Unidos, Europa y Oriente, eran sacudidos en sus cimientos, por esta terrible enfermedad, miles y miles de contagios y la creciente suma de muertos por el mal. La crisis sanitaria tomó a la 4T por sorpresa, y, rebasada, sólo alcanzó en el primer momento a bromear en torno a ella. Diez meses después y con casi 1.4 millones de contagios y más de 122 mil muertos, la sonrisa del presidente se ha vuelto una mueca descompuesta, por más que se afane en minimizar los efectos desastrosos en el país.
A la crisis sanitaria se le empató la crisis económica. Desempleo, cierre de empresas y negocios, disminución de prácticamente toda la actividad está haciendo mella en el país. Hospitales saturados, falta de medicamentos, el sector médico de atención de primera línea de la pandemia, agotado. Apenas este sábado 26, al menos públicamente, el gabinete de salud, se reunió para evaluar la situación y tomar medidas a la situación.
Por si fuera poco, al presidente López y su 4T se les presentó pronto el tema de las elecciones. El 2021 estará marcado, aparte de las crisis de salud y la económica, por el más importante año electoral en la historia de México, y el panorama no es claro para los transformadores, existen muchos nubarrones que lo vuelven complicado y poco claro. La 4T además de lidiar con las circunstancias propias de su responsabilidad como gobierno, también deben prepararse para enfrentar a una oposición que está decidida a arrebatarle la mayoría en la Cámara de Diputados, sin descuidar la lucha por las 15 gubernaturas estatales. En este tema, el presidente no ha escatimado adjetivos y señalamientos a la coalición “Va por México” que, de manera inédita, asoció al PAN, PRI y PRD para competir unidos por 171 distritos electorales federales, en el entendido de que en los otros 129, tienen altas posibilidades individuales de triunfo. López está nervioso y presiona a su partido y aliados a redoblar esfuerzos.
Un respiro que se le ha complicado al gobierno, es el tema de las vacunas, están llegando a cuentagotas, no está clara la estrategia de distribución y aplicación, al menos el universo lo componen 90 millones de mexicanos, y el tiempo apremia. La negativa de abrir la adquisición y distribución a los particulares, sin una justificación clara, complica más la esperanza de afrontar el mal de manera generalizada. Además de que la nueva cepa del covid-19 ya está en Canadá y amenaza con traspasar los endebles cercos sanitarios nacionales.
2020, acábate ya.