Un cercano amigo mío, pintor artístico decidió quedarse en casa para terminar los cuadros que haría para una exposición. Su esposa decidió irse con un grupo de amigos a la playa, bajo la repetida consigna de que “encerradas aquí y encerradas allá, es lo mismo” porque estarían en un bungalow presuntamente apartadas de todo el mundo. A su regreso todas las vacacionistas mostraron los síntomas del covid-19. Ella contagió a su esposo y mi amigo, el artista, murió. Es fácil imaginar el daño emocional que está viviendo la mujer, dolor por la pérdida de su compañero de vida, culpa por haberle llevado el virus a casa y agregados tristeza, vergüenza y rabia. Ahora pensemos en todas las familias que perdieron a un ser querido y en la secuela emocional que están padeciendo. Contemos también algunos casos graves como el jefe de familia de nuestra ciudad que al enterarse de que su examen dio positivo al coronavirus no quiso ver más allá y se suicidó. ¿Hemos pensado cómo está su familia? La Pandemia es un trastorno de la Salud Pública y por tal motivo está siendo atendida a nivel oficial en los hospitales públicos y privados, las vacunas han sido adquiridas por el Gobierno Federal y deberán aplicarse gratuitamente. Resulta claro que se ha estado olvidando un factor esencial, la salud mental. Las consecuencias son evidentes y a la par de las campañas de concientización en el uso de la mascarilla, la sana distancia y el quédate en casa, ya debería estar en acción un enorme programa de atención a las personas con depresión y ansiedad consecutivas a la enfermedad. Sólo hay que ver los noticieros televisivos para apreciar en los rostros de las personas vacunadas la tranquilidad y la satisfacción de sentirse protegidos. Muchos de los médicos y enfermeras entrevistados afirmaron que se sentían felices de estar protegidos porque de esta manera volverían a sus actividades clínicas con mayor entrega y entusiasmo. Es de esperar que al ir creciendo la población de vacunados, también mejore el estado emocional de la población. Pero, ¿qué haremos con quienes ya resultaron afectados en su ánimo y en su bienestar mental? Requieren de ayuda urgente, porque de no recibirla avanzarán en su sentimiento de frustración y tendremos un 2021 con una sobrecarga de desaliento y desesperanza que limitará la recuperación que nos merecemos como sociedad. Las autoridades sanitarias están obligadas a implementar un plan emergente de apoyo a la salud mental. Debió hacerse desde marzo, pero no se hizo nada, confiando en que el fenómeno pasaría en cosa de pocas semanas. No fue así y en la medida que el tiempo avanzaba y se veía el efecto devastador de la enfermedad, debió haberse realizado. Tampoco se hizo. Confiemos en que la contundencia de los hechos logre conmover el espíritu humanitario de nuestras autoridades de salud pública y se haga. Por lo pronto los Centros de Salud Mental existentes en nuestro estado están funcionando a un mínimo nivel y eso no es lo deseable. Se requiere de incrementar considerablemente el personal de psicología para hacer la labor comunitaria y la atención en consultorios que la Pandemia requiere. Ya estamos retrasados, pero aún así se puede reparar el daño. ¿Lo veremos?