Kevin Carter odiaba la foto con que ganó el Pulitzer, la imagen brutal de una niña africana, famélica, que no tiene fuerza para levantar la frente del suelo, para advertir que detrás de ella se encuentra un buitre al acecho, en espera de su muerte. Junto con una disculpa, Kevin Carter escribió en su nota suicida “El dolor de la vida supera la felicidad a tal grado que la felicidad ya no existe”. Nunca se perdonó a sí mismo por el éxito de la imagen que logró captar las consecuencias indescriptibles de la guerra y la hambruna en Sudán.
“Estoy atormentado por los vívidos recuerdos de los asesinatos, cadáveres e ira. De los niños hambrientos o heridos. De los locos que sonríen cuando disparan, la policía, los verdugos” también decía la nota que dejó Kevin Carter. La imagen fue publicada en el New York Times y provocó que se calificara al fotógrafo de traficante del dolor, que se le acusara de haber preferido tomar la foto antes que auxiliar a la niña, el mismo periódico tuvo que publicar una aclaración días después indicando que el mismo Kevin Carter había reportado que la niña logró continuar su camino y se espantó al buitre; pero nada de eso importó, la opinión pública ya había señalado la inhumanidad del reportero, lo acusó de preferir captar el momento antes que auxiliar a la niña, antes que hacer algo.
En Aguascalientes, el lunes 14, Montserrat Johana, niña de cinco años fue localizada sin vida al interior de una planta tratadora de aguas en el Fraccionamiento Villas Las Palmas de Aguascalientes. A la tragedia se suman muchos más elementos, como la posibilidad de un feminicidio, la falta de rigor de la Fiscalía General para emitir la Alerta Amber, el descuido familiar que pudo provocar la desaparición… La familia se ha manifestado ante la autoridad porque en una rueda de prensa el fiscal Jesús Figueroa, aseguró que no hay indicios de que la niña haya sido víctima de violencia y se pudo haber tratado de un accidente, también aprovechó el encuentro con los medios para detallar el procedimiento burocrático que justifica el incumplimiento de los protocolos.
La niña Montserrat Johana está muerta, las investigaciones siguen, mientras, en redes se reparten culpas y se inventan responsables, se acusa, se estigmatiza, sin decoro alguno se especula sobre las condiciones del fallecimiento, todos tienen algo que decir, sobre todo, algo que exigir, el fallecimiento de la menor se enarbola para justificar una causa, sin pensar en las víctimas.
Insisto, las investigaciones siguen en curso, lo que no le ha importado a la masa en redes para cebarse en el morbo y expresar su opinión, defender su causa, sin cuidado alguno hacia las víctimas.
La información que se genera alrededor de este caso ha sido mínima en hechos, son pocos los elementos con que se cuenta, a los medios de comunicación se les podrá acusar de que son traficantes del dolor, pero las opiniones alrededor de la muerte de Montserrat Johana no son parte del hecho informativo, la consignas no forman parte de la tragedia, son producto de los consumidores del dolor que genera esa tragedia, son los espectadores que mueven la cabeza ante la foto de Kevin Carter y furiosos reclaman que el fotógrafo no haya hecho algo, dejando a un lado que puso ante sus ojos la magnitud de la desgracia, en vez de, como ellos, hacer algo, como indignarse en Twitter o Facebook.
Coda. Roland Barthes decía que cada vez que se dejaba fotografiar experimentaba una sensación de inautenticidad porque vivía la microexperiencia de la “muerte (del paréntesis): me convierto verdaderamente en espectro. El fotógrafo lo sabe perfectamente y él mismo tiene miedo (aunque solo sea por razones comerciales) de esta muerte en la cual su gesto va a embalsamarme”, Kevin Carter bien supo de esto.
@aldan