Jesús Terán siempre consideró al Instituto
como “su obra más preciada”
Pedro de Alba
Nuestro primer sistema educativo. A pesar de que posteriormente escaló cargos de gran responsabilidad y trascendencia nacional e internacional, Jesús Terán siempre consideró al Instituto de Ciencias como su obra más preciada de acuerdo con la expresión de Pedro de Alba, también educador y diplomático aguascalentense por adopción, quien fue un huésped dilecto de su familia y conoció su obra a fondo.
Hago énfasis en que la afirmación “obra más preciada” no es retórica; contiene un profundo significado, porque no solo se trataba de fundar un instituto por el instituto en sí, sino como parte de una concepción integral de todo un sistema educativo, probablemente inspirado en autores como Comenio –el padre de la didáctica– en el siglo XVII –que seguramente no le fueron ajenos– junto con otras de sus lecturas de filosofía positiva y las novedosas ciencias de índole político, sociológico y económico en proceso de consolidación, que conoció en el seminario de Guadalajara -seguramente en forma extracurricular y gracias a profesores y compañeros liberales- pero sobre todo en la estancia que disfrutó con gran intensidad en el Instituto Científico y Literario de Zacatecas, donde para mayor provecho conoció al erudito alemán Isidoro Epstein, quien perseguido por sus ideas liberales arribó a México para fortuna nuestra y a quien invitó posteriormente a colaborar con él en Aguascalientes, pues muy probable es que haya enriquecido el criterio de Terán con la obra del prodigioso reformador de la universidad alemana en 1810, hecho que convirtió a su país en el más avanzado de Europa: el sabio Wilhelm von Humboldt, hermano del también brillante barón Alexander, quien estuvo en México en 1803/1804, por estar incluido nuestro país en la trayectoria de la primera exploración científica de carácter geográfico realizada en el continente americano.
Con Humboldt la Universidad alcanzó la categoría de máxima creación del intelecto humano no sólo para preservar el conocimiento y expedir títulos laicos para profesiones liberales enfocadas preferentemente a promover el desarrollo económico, sino como institución promotora de cultura sin propósito mercantil y sin importar la edad o la clase social.
En efecto, el Instituto era el núcleo, la entraña de un esquema completo destinado a educar al pueblo en general.
Para iniciar la construcción de aquél gran proyecto, empezó por organizar un subsistema de educación básica que incluyera no solo la ciudad sino todo el territorio rural y de cuyos egresados se nutriera el Instituto, considerado como una etapa intermedia que, al madurar, se coronara con la mayor creación intelectual alcanzada por el ser humano: la Universidad.
Precursor de la Educación Permanente. Como el sistema escolarizado tiene límites que impiden a muchas personas aprovecharlo por razones de edad, de trabajo o precisamente por la falta de él, Jesús Terán se ocupó de crear la primera de una serie de instituciones destinadas a atender a las personas que no tuvieron oportunidad de estudiar en su infancia y adolescencia, sistema que ahora conocemos con nombres como “educación por extensión, formación permanente, educación continua, formación continua, capacitación continua, educación a lo largo de la vida” o el mencionado “educación permanente”, cultivado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco por sus siglas en inglés) a partir de 1949.
Así, organizó una escuela nocturna para trabajadores, artesanos hechos en la práctica a quienes se enseñó el dibujo técnico, cuyos egresados fueron contratados como trabajadores calificados por la empresa que llegó posteriormente a construir el ferrocarril, que ya no tuvo necesidad de traerlos del extranjero, adelantándose un siglo a lo que ahora llamamos adiestramiento técnico y capacitación en el trabajo.
Promotor cultural. Pero eso no era todo, porque Terán visualizaba su proyecto educativo como un manto protector que abarcara toda la población, no solo desde el punto de vista económico, sino considerando también el disfrute de todas sus potencialidades intelectuales, sensoriales y valorativas para alcanzar la plenitud física, mental y espiritual que le diera a cada persona la satisfacción y el orgullo de pertenencia local, provincial, nacional y humana; y como ciudadano, la consciencia crítica necesaria para contribuir, como parte de una organización social cada vez más justa.
Así pues, desde la base estratégica del Instituto, fomentó las artes:
Plástica. Al reactivar la Escuela de Dibujo y Escultura establecida por la Academia de San Carlos de la ciudad de México con el maestro Francisco Semería en 1840.
Literatura. En el mismo año de 1849 Jesús Terán empezó a estimular el desarrollo de la imprenta y la participación de las personas más inquietas para publicar sus creaciones literarias y así se pasó de la impresión de hojas sueltas esporádicas y artesanales al surgimiento de las primeras revistas, después la edición libresca y, desde luego el surgimiento del periodismo sistemático, todo lo cual nos da una idea clara de que la libertad de expresión fue uno de los principales valores cultivados en su administración, que bien podemos calificar de ilustrada. A este respecto le recomiendo leer el excelente artículo “La primera literatura aguascalentense”, publicado el miércoles 1 del presente mes por mi colega Calíope Martínez, en este mismo periódico, en el vínculo indicado en la referencia.
Teatro. Y cuando Jesús Terán era ya ministro en el gabinete del presidente Benito Juárez en 1863, si bien había logrado convencer a los comandantes de las escuadras española y británica de regresarse a sus países al descubrir que fueron engañados por el emperador francés y trabajaba sin descanso para asesorarlo acerca de la estrategia a seguir en la política exterior de nuestro gobierno ante el reforzamiento de ejército invasor francés que después de haber sufrido la vergüenza de ser derrotado en la batalla de Puebla estaba decidido a cumplir las órdenes de Napoleón III en el sentido de conquistar México, a pesar de ello, digo, cruzaba correspondencia con José María Chávez –quien lo sustituía en el cargo de gobernador– para asegurarse de que se concluyera la remodelación del antiguo convento de San Diego, destinado a ser la sede permanente del Instituto Literario de Ciencias y Artes, y construir un teatro o una escuela de artes en el predio contiguo para estimular también el desarrollo del teatro, la danza y la música y se capacitara debidamente a personal becado en la ciudad de México con el fin de cubrir las plazas correspondientes como maestros.
La debacle. La intervención francesa vendría a interrumpir esta obra que se antoja prodigiosa: asesinó a José María Chávez y muchos de los que lucharon por defender nuestra soberanía y la culta Francia colocó en su lugar, al frente del Estado, al conocido bandolero Juan Chávez, a quien no faltó el respaldo de monárquicos “decentes” que recibieron a los franceses con tedeums en catedral.
El edificio del Instituto recién remodelado fue convertido en hospital militar y todo el proyecto educativo y cultural sufrió la peor de las interrupciones.
Sin embargo, una vez expulsados los franceses, triunfo conseguido en gran parte gracias a la obra realizada por de Jesús Terán en Europa como embajador extraordinario y plenipotenciario de Benito Juárez, el pueblo, convencido de que la decisión de ser soberanos no la puede vencer ninguna acechanza externa si se lo propone, trabajó con gran entusiasmo por conservar las positivas enseñanzas que Terán le había dado.
La cultura –ciencia y humanismo conjugados– empezó a recuperar su desarrollo, prueba de lo cual lo tenemos en la generación de los grandes creadores que nos dieron trascendencia mundial desde fines del siglo XIX hasta principios del XX: Artistas plásticos como José Guadalupe Posada, Saturnino Herrán, Jesús F. Contreras; compositores como Manuel M. Ponce, Arnulfo Miramontes Romo de Vivar, Alfonso Esparza Oteo; literatos como Ramón López Velarde o los hermanos Fernández Ledesma, Eduardo J. Correa, etc.
Ese es el verdadero significado de aquella idea y de aquél acto con que se formalizó el nacimiento oficial del Instituto Literario de Ciencias y Artes de Aguascalientes el 25 de Enero de 1849.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina