Sinceramente responda la siguiente pregunta, no tiene que decirle a nadie la respuesta: a dos años de iniciado el gobierno de López Obrador ¿está usted mejor, igual o peor que antes?
Desde mi punto de vista y con datos duros que además son públicos y de todos conocidos puedo afirmar que la gran mayoría de la población no está mejor que antes y que el único logro del presidente en estos 730 días de gobierno ha sido y al parecer seguirá siendo su estrategia de comunicación. Nada más. Éxito que por cierto solamente le beneficia a López Obrador, porque ni a usted ni a mi nos trae ninguna mejora el que él sea popular, ni mejoró nuestra situación económica, ni la seguridad, ni disminuyó el Covid-19, nada. Hoy México da risa cuando no pena o vergüenza en los foros internacionales y el presidente es objeto de cuestionamientos en los pocos países del mundo en los que causa cierto interés.
Pero López Obrador mantiene un índice de popularidad del 60% según las encuestas. ¿Cómo es posible y por qué? Es la pregunta que muchos quieren responder. La respuesta está en su estrategia de comunicación. Una buena dosis de propaganda cada mañana para que los medios la reproduzcan de mil formas, a favor o en contra. La estrategia consiste en continuar siendo un opositor, no un gobernante. Resulta que dos años después puede seguir prometiendo cosas sin sentido, que si algo malo sucede, AMLO no es culpable, son los de antes, los conservadores, los neoliberales, los corruptos… si algo bueno o que parece bueno ocurre, es porque el presidente lo logró. Solamente eso son las mañaneras, el centro de toda la estrategia gubernamental, pero no es la única herramienta.
Las “benditas redes sociales” son otro instrumento indispensable para perpetuar la “posverdad” de este gobierno. Entiéndase posverdad como una distorsión deliberada de la realidad para influenciar la percepción social de la realidad mediante la provocación de emociones, sentimientos y creencias personales. Lo invito a ver dos documentales que puede encontrar en Netflix: “Nada es Privado”, sobre las elecciones de 2016 en los Estados Unidos y la forma como una empresa consultora de comunicación política Cambridge Analytica logró influir en la percepción pública a favor y en contra de los candidatos a la presidencia que finalmente ganó Trump. El otro es “El Dilema de las Redes Sociales”, que desvela que usted y yo, las personas somos “el producto”, que las redes sociales venden a los anunciantes, sean empresas, organizaciones, partidos políticos, candidatos o gobiernos, para quienes es necesario crear una polarización profunda en la sociedad que maximiza la creencia de que usted está en el lado de los buenos y quienes no piensan como usted son malos y merecen su insulto y desprecio.
No es gratis que López Obrador las llame las “benditas redes sociales”, porque han sido parte fundamental de su estrategia de comunicación con un sector poblacional que no lee ni se informa en diarios especializados, libros o no tiene acceso cotidiano a tratar con personas enteradas de temas como política, economía,
Vivimos conectados a dispositivos electrónicos “inteligentes” y a través de estos percibimos “la realidad”. Sin embargo, no todos recibimos la misma información porque no todos damos “like” a los mismos contenidos y eso provoca que cada uno de nosotros tengamos una solución algorítmica diferente, a la medida, una “huella digital” literalmente hablando. Por eso, a los admiradores fanáticos de López Obrador les llega información positiva sobre él aunque sea de medios sin sustento científico o criterio ético periodístico y a quienes no están a su favor les llega la información contraria beneficiando la polarización social que atiza el presidente desde la mañanera para confirmar a sus huestes que es correcto odiar a quienes lo “atacan” desde esas redes o la prensa formal.
De por sí un suceso vivido por dos personas en un mismo lugar y momento es percibido de manera diferente porque sus experiencias y emociones completan en su cerebro la información faltante del hecho observado. Qué podemos esperar de nosotros mismos ahora que vivimos sumergidos en las redes sociales consumiendo la información que nos llega incluso sin preguntarnos si es real o no (fake news), si es actual o es antigua, si corresponde al lugar de los hechos o es tomada de algún otro continente.
El presidente lo sabe y lo usa porque le funciona, porque funciona en todo el mundo, ya sea para elegir a un presidente en Estados Unidos, que para fermentar el odio religioso en Oriente Medio, o contra los homosexuales en Rusia. La fórmula es la misma: crear una historia donde el líder es el bueno, quienes no piensan igual son los malos por lo que se requiere dividir a la sociedad, victimizarse ante las evidencias y datos duros, echar culpas a los demás, repetir posverdades para crear la percepción de que es una verdad real, uso de redes sociales con anuncios atractivos que sorprendan y confirmen que la posverdad.
Por eso no importa mucho si después de dos años hay 10 millones más de pobres creados en esta administración, por lo que suman 62.25 millones de acuerdo con cifras del informe: Política Social en el Contexto de la Pandemia por el Virus SARS-COV 2 (Covid-19) en México del Coneval. No importa que seamos el peor país para vivir la pandemia según el Ranking de Resiliencia de Covid-19 publicado por Bloomberg porque el 62.3% de las personas que se hacen la prueba salen positivos y porque tenemos el ranking de legalidad más alto del mundo: 8.6%. No importa si rebasamos los 1.11 millones de infectados y los 105 mil muertos. No importa que por este motivo el Director de la Organización Mundial de la Salud pida al presidente un manejo serio de la pandemia y que sea coherente. No importa que ayer los especialistas del sector privado consultados por el Banco de México sitúen sus expectativas de decrecimiento para México en -9.10% y el gobierno se niegue a apoyar a quienes generan empleos, según la Cepal hay riesgo de cierre de 500 mil empresas formales. No importa que la Organización Internacional del Trabajo estime que el desempleo en nuestro país pueda alcanzar un 11.7% de la Población Económicamente Activa, unas 6 millones de personas. No importa si la corrupción de este gobierno es igual o peor que la de administraciones anteriores, no importa que lo veas en video, lo importante es si el presidente lo considera bueno o malo.
Tampoco importa si el presidente hace diferencia entre bajarse a saludar a la madre del Chapo y le niega la atención a María Carolina Peña, madre de un líder pescador detenido por la FGR. Si las mujeres y los niños con los gobiernos corruptos neoliberales tenían sus medicamentos para luchar contra el cáncer y hoy los tienen que exigir en las calles parece que tampoco importa.
Lo importante es que tú te mantengas atento a lo que te digan los verdaderos chayoteros de presidencia a través de las redes sociales, tu “noticiero” de YouTube con anuncios sensacionalistas alabando al presidente y des retweet agresivamente a quienes denuncian los fracasos y mentiras de López Obrador.
Es posible descifrar el código de las redes sociales y desde ahí emitir alternativas de comunicación positiva que contrarresten los mensajes posverdaderos, sin embargo, requieren una estrategia que hoy no se ve alcanzable por la dispersión de fuerzas de los opositores. Sobre todo el reto está en sacar a las personas de esa realidad distorsionada para hacerlos conscientes de la realidad que cada uno vive: ¿en serio, estás mejor hoy con López Obrador?