Los desencuentros entre los actores políticos en México, son ya material de todos los días. Sin excepción, son promovidos logrando el cometido de quien los provoca.
Al seguir el juego de la provocación, se deja de lado la atención a donde debe ponerse, en lo que sucede en país. Es muy claro el objetivo de la Presidencia de México, distraer de otros temas vitales como la economía que es el motor de todo país. Hay quien le cree a ojos cerrados al presidente de México, hay quien dice, que es una persona bien intencionada, si se le da el beneficio de la duda, surge una pregunta ¿entonces López Obrador es un distractor mientras otros hacen despojos del país?
Quienes dieron su voto al hoy presidente de la república, formaron dos grupos: los que se arrepintieron y los que aún creen en las promesas que se dieron para supuestamente un mejor país. Pero dentro de este último grupo, es fácil observar los que siguen con un tibio apoyo pero sin ser aquellos que se ponían en los zapatos del entonces candidato, pareciera que para no verse rebasados por su pobreza, y no me refiero a la económica, me refiero a la pobreza intelectual que no les permitió razonar el sufragio, yéndose solamente por el odio que se fue albergando en el hígado y fomentado por quién hoy ocupa la presidencia.
Entre los arrepentidos “confesos” hay de todos niveles culturales, desde hijos de connotados personajes de la cultura en México, hasta servidores públicos que por interés solamente, creyeron tendrían mejores opciones laborales, de estos últimos, una gran lista ya no tiene trabajo.
Los investigadores, que algunos hicieron como parte de su vida laboral las investigaciones y que está en riesgo, el importante apoyo para realizarlas, que una importante parte otorgaron su voto por la nueva opción, hoy están siendo relegados y denostados por quien encabeza el poder Ejecutivo.
¿Qué se puede esperar de todo esto y de lo que falta?
El problema en México que es lo que interesa, como se dijo anteriormente, es la pobreza mental que se tiene, el no saber confirmar lo que leen, que se dejan guiar por cualquier individuo con acceso a las redes sociales, la mentira es lo de hoy, es la que tiene peso, y tiene peso entre los que tienen una miope visión del país, y que opinan sin haber tenido en sus manos, menos leer, datos fidedignos de lo que hablan. La prensa en la actualidad tiene un sesgo hacia derecha o izquierda pero no existe neutralidad, que a pesar de los cotidianos ataques desde la presidencia se efectúan, debería tenerse. No debe ser sencillo reprimirse pero se está cayendo en el juego que AMLO, quiere jugar.
Las votaciones que se llevaron a cabo en Hidalgo y Coahuila, es difícil creer que sea un antecedente de como quedarían las votaciones en el 2021, a menos que las personas que dejaron de votar en 2018, un 37% aproximadamente según información del INE, salgan a votar para con ello lograr un equilibrio de poderes que limite las acciones de poder ejecutivo, y que quede claro, no para impedir lo que resulte de beneficio para México, solo para impedir la imposición de caprichos de lo que parece ser un pequeño emperador que su séquito, incapaz e incompetente, se inclina ante sus deseos que los convierten en órdenes.
Promover el voto es esencial. Las personas, no los llamaré políticos, que desean ocupar un cargo público, solo tienen en mente llegar a una oficina y donde se sientan con poder, pero no con el poder de ayudar, aplica solamente en el de “poder ayudarse”. “Todos aquellos que hagan campaña para lograr un espacio, ya sea en el congreso, en el municipio, o en el estado, deben olvidarse de hablar y prometer cosas que no está en sus manos solucionar, que están fuera de su alcance, deben dejar de mentir”. El uso de dinero público para promocionar su imagen con el pretexto de difusión de obra es una tomada de pelo.
La política no debe separar amigos, no debe separar familias, cada quién, tendrá sus preferencias electorales, no cambiara de opinión quién verdaderamente sepa razonar su voto. Pero esto, no debe ser impedimento para que la promoción al voto se realice, que la votación se convierta en una fiesta, aunque en la misma familia existan diversas corrientes políticas, el deber de votar para poder exigir un mejor país, no es negociable.