Romo: el asesor leal/ Visiones a la distancia  - LJA Aguascalientes
21/11/2024

El Jefe de la Oficina de la Presidencia, tiene diversas funciones que se describen en el artículo 8 del Reglamento de esa oficina. Entre otras están las de auxiliar al Presidente en la toma de decisiones en los asuntos que este le encomiende y colaborar en la promoción de México como el mejor destino de inversión nacional y extranjera. En cumplimiento de esas atribuciones, su titular Alfonso Romo ha sido honesto con su ADN empresarial y en diversos foros ha reconocido que el actual gobierno requiere de la inversión privada para que nuestro país pueda crecer, pero que se necesita brindar certidumbre para que eso ocurra. 

Es importante esa declaración, porque no es habitual escuchar algo razonable de boca de algún funcionario de la administración actual, salvo aquellos que desilusionados han renunciado al gobierno por diversos motivos, pero todos con el denominador común de que no se quisieron quedar a servir de floreros o actuar de cómplices con el desastre que encabeza el presidente.

La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, respondió a que le pareció inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública, los mismos que hoy siguen en esa dependencia; la de Germán Martínez Cásares al IMSS, que deslegitimó el recorte presupuestal al derecho humano a la salud, al prevenir el desabasto de medicamentos para el cáncer y la desatención en especialidades a millones de mexicanos; el caso de Josefa González Blanco a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, significó un rechazo al regreso al carbón y al uso de energías ya superadas, el desastre ecológico de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto en Santa Lucía que no contaban con los estudios medioambientales; Clara Torres Armedáriz renunció a la Dirección de Estancias Infantiles de la Secretaría del Bienestar (antes Sedesol) criticando que a las mujeres se les quitara un un programa que atendía la necesidad de cuidado seguro para sus hijos mientras trabajan o estudian; Jaime Rochín del Rincón a la Comisión Especial de Atención a Víctimas, porque se dejó de atender de manera integral a las víctimas y sobre todo que se salvaguardara su derecho a la reparación del daño por parte del Estado mexicano; Guillermo García Alcocer a la Comisión Reguladora de Energía quien no estuvo de acuerdo en servir de instrumento ideológico y dejar a un lado las inversiones en energías limpias; y Jaime Cárdenas Gracia al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado porque los honestos funcionarios que le impusieron se robaban lo “robado”.

En este sentido, es de destacar que el propio Jefe de la Oficina de López Obrador diga que “no podemos manejar un país que está decreciendo 9%, como si estuviéramos creciendo al 9%”. Mi sueño de escribir cosas positivas de este gobierno casi lo logra Alfonso Romo por su sensatez y pragmatismo.

Vale mucho que sea él quien lo exprese, el que por el cargo debería ser el más cercano y confiable. Más aún cuando este Presidente no escucha las recomendaciones de los secretarios de Estado que no le dicen lo que él quiere escuchar, tampoco escucha los clamores del pueblo, salvo a los de esa porción que le festeja todo y mucho menos tiene oídos para la prensa que le brinda asesoría gratuita. 

Por lo menos alguien en Palacio se atreve a decirle la verdad y sobre todo a orientarlo, alguien de su confianza que le dice las cosas como son, asunto difícil sobre todo cuando está rodeado de aduladores como todo gobernante y en muchos casos farsantes disfrazados de amigos que en cada oportunidad hacen cosas a sus espaldas y degradan la acción de gobierno.

Todo gobernante requiere siempre de un asesor leal, que le hable con verdad, que lleve a cabo las propuestas de campaña y de seguimiento puntual a las acciones para evitar que los diversos intereses hundan al gobernante. Se necesita siempre de un coordinador que haga que las cosas sucedan, que concilie los intereses de la corte, los que representan los miembros del gabinete y que proteja al mandatario de esas ambiciones. Para cumplir esa función, el jefe de la oficina no sólo debe contar con los recursos económicos, el personal necesario, y un nivel de ingresos acorde a sus funciones como coordinador de las políticas públicas y su nivel de preparación académica y experiencia, sobre todo necesita que el jefe atienda sus recomendaciones para poder dedicarse a realizar las acciones finas del arte del gobierno y la política.

Romo cumple con el perfil sin lugar a dudas, incluso lo excede, no me cabe la menor duda. El problema no es él, sino su jefe, como siempre. López Obrador padece el síndrome de Dunning-Kruger y por eso desprecia a sus colaboradores, y por eso los menos pacientes terminan renunciando. Sería una tragedia para México que fuera el caso del único colaborador que le habla al presidente con la verdad, con la valentía necesaria para cumplir su función. 

Alfonso Romo representa un rayo de iluminación en la mente de quien dirige la nación. Lo preocupante es que parece que tiene que hablarle al presidente a través de foros para que su jefe lo escuche a través de la reseña de la prensa. Eso me dice que López Obrador no le ha permitido decírselo en persona, como debería ser, en un íntimo y discreto acuerdo diario, casi como de confesionario, imprescindible para que pueda cumplir con su encomienda. Es necesario que el presidente escuche al asesor que está en los frentes de las líneas de batalla resolviendo el día a día de la oficina frente a los embates desestabilizadores de los grupos rudos del gabinete.


La prueba de que el presidente no escucha a quien debería ver como fiel escudero de su persona como mandatario, es que no empatan los discursos de uno y otro. Parecen de gobiernos diferentes, uno populista y otro democrático, realista y pragmático. Los asesores deben ser discretos, como fantasmas sólo visibles y audibles al mandatario, pero este Jefe de la Oficina de la Presidencia hace públicas sus recomendaciones en lo que parece una señal desesperada por hacerse escuchar con su jefe o por enviar una señal a los de su gremio original de que está haciendo hasta lo imposible porque no se hunda el barco. El mandatario debería apoyarlo, porque el jefe de la oficina tiene la información que le permite dar los golpes de timón necesarios en medio de una tormenta difícil de sortear.

Romo es claro en el mensaje que le envía a su jefe: “la inversión privada necesita planificar a mediano y largo plazo y para ello necesita certidumbre… sólo con certidumbre podremos activar los 30 mil millones de dólares disponibles para inversión inmediata… sólo con certidumbre podremos activar los 1.2 billones de pesos de la banca”. Se siente la desesperación de quien ya hizo su parte para conseguir esos apoyos, pero falta que su jefe cumpla la suya para concretarlos. Puros anuncios de nuevas inversiones para alimentar la “mañanera”, pero nada de dinero en los hechos.

En respuesta el Jefe de Estado parece alinearse con el lado oscuro de su gabinete, los radicales con sus propios intereses. Lo deja claro el presidente en sus dos participaciones durante la reunión virtual del Grupo de los 20, del asesor sólo retomó los consejos para que uno de los cuellos de la camisa no se salga del saco, no hablar de “politiquerías” como el avión presidencial y no enaltecer al dictador fascista Benito Mussolini como lo hizo en su participación en el aniversario de la ONU. 

Ahora, López Obrasor optó por dar clases de a los jefes de Estado y de gobierno de cómo gobernar, sobre cómo enfrentar la crisis económica. Ni más ni menos que quien creó una crisis económica por desincentivar inversiones y polarizar al país, ni más ni menos que quien dejó quebrar empresas en todo el país por falta de apoyo porque confunde eso con rescates. Le pareció buena idea al presidente para presumir que aumentaron las remesas de mexicanos desde el exterior como un éxito de su gobierno y explicar que no se rescató a “los de arriba”, y, sí ayudó a “los de abajo”. En cuanto a la pandemia no comentó que minimizó el problema desde el principio y que por eso hoy somos el cuarto país en muertes por Covid, sólo debajo de E.E.U.U., Brasil y la India, países con mayor población que México, el país con uno de los mayores índices de mortalidad del planeta.

El presidente necesita aceptar que no lo sabe todo, que no puede jugar a gobernar, que no puede mantenerse en campaña porque los muertos el país requiere que gobierne para México. Él como todos los gobernantes de todos los niveles deberían escuchar a sus asesores, su alma y conciencia después de elegirlos bien, porque si ya los tienen ¿por qué hacer lo contrario?


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