Estimado lector vamos a despegarnos un poco de la vorágine de información que estos días nos ha sacudido; desde las elecciones de los vecinos del norte, los problemas económicos y de gobierno que vivimos, hasta la irresponsabilidad de todos nosotros frente a un fenómeno de salud que no tiene un final próximo. Y precisamente durante estos días de aparente confinamiento todos nos hemos enfrentado al tema del uso de la tecnología y nos dimos cuenta qué tan duchos somos para abordar el futuro en pleno presente. Algunos afirman que las capacidades para manejar todas estas herramientas digitales tienen que ver con la brecha generacional a la cual pertenecemos, puede ser, sin embargo, creo que existen variables que definitivamente coadyuvan a incorporarse de manera más sencilla al mundo del internet de las cosas.
¿Para qué dividir a las generaciones por segmentos y asignarles un nombre? seguramente la más conocida, la más aborrecida, pero también la que, no sé por qué es sinónimo de personas con problemas para relacionarse con los demás o considerarlos inadaptados por lo menos en nuestro país es la llamada generación millennial. Es un hecho, aunque no lo sepamos, todos pertenecemos a una generación bautizada por los sociólogos para investigar su comportamiento.
Esta taxonomía inicia con Los niños de la posguerra aquellas personas que nacieron entre los años 1930 a 1948 y su rasgo característico es la austeridad pues la circunstancia histórica que los marcó fueron los conflictos bélicos en todo el mundo, incluso en nuestro país que si bien no sufrió los estragos físicos de las guerras mundiales sí padeció los colapsos económicos derivados de estas. Esta generación que ahora son nuestros adultos mayores, sentó las bases para construir familias unidas, con el hábito del ahorro y una visión más acotada de la realidad. Su reacción a la tecnología puede ser renuente, sin embargo, considero que algunos de ellos procuran acercarse a ella e interactuar, sobre todo si viven solos, pues ahora no hay otra opción más que usar los cajeros electrónicos o un teléfono inteligente para poder atender sus necesidades.
La siguiente generación, según esta taxonomía son los llamados baby Boomers la población nacida entre 1949 y 1968, su rasgo distintivo es la ambición, las circunstancias históricas que los identifican es la búsqueda de la paz, incluso la interior, la era del amor y paz, los hippies y la explosión demográfica, activos participantes en las revueltas por un mundo mejor, actores protagonistas del cambio de generación, entre la austeridad y el desarrollo económico de las potencias mundiales, amor y paz, con todo lo que implica la frase. Considero que esta generación se acopló bastante bien al salto tecnológico, tal vez por considerarse los eternos jóvenes de esta taxonomía.
La generación X, mi generación, los nacidos entre 1969 a 1980, herederos de la búsqueda del éxito a como dé lugar, cueste lo que cueste, tal vez vulnerables a la frustración en caso de no encontrarlo, si bien esta generación experimentamos avances electrónicos previos a la cibernética, de pronto perdemos la capacidad de sorpresa ante la oleada de novedades tecnológicas y considero nos adaptamos al uso de esta. Cuando niños el jugar con “maquinitas” y descubrir los discos ópticos compactos nos abrió el panorama para transitar por este mundo tecnológico.
Y después llega la generación que últimamente suena más, insisto erróneamente, como población conflictiva o apática, de hecho, se utiliza más como sinónimo que como término para identificar a los nacidos entre 1981 a 1993, la Generación Y o más conocidos como millennials, los hijos del fin del milenio como diría el buen Aleks Syntek o los primeros del siglo XXI, mucha expectativa, se les identifica como una generación frustrada, no sé porqué, los caracteriza el inicio de la era de la digitalización. Y aunque la mayoría de las voces los tacha, yo rescato su manera de buscar un entorno más natural, de comer sano, de preocuparse por el medio ambiente, de reciclar, de regresar a lo básico para avanzar.
Donde debemos enfocar nuestra atención es en la que abarca los nacidos entre 1994 a 2010, la llamada Generación Z, los llamados nativos digitales ¿Los nativos digi qué? Sí, los que “identificamos” que nacieron con un teléfono inteligente en lugar de un móvil colgado de la parte superior de la cuna, o con un bonito monstruo come galletas de Fisher Price, a estos adolescentes y jóvenes que les encargamos las tareas tecnológicas o las búsquedas cibernéticas en el face, para ahorrarnos tiempo.
Encontré un libro del neurocientífico francés Michel Desmurget, director de investigación en el Instituto Nacional de Salud de Francia titulado La fábrica de cretinos digitales donde muestra datos duros sobre cómo los dispositivos digitales afectan considerablemente el desarrollo neuronal de los niños y jóvenes. Desmurget afirma que los jóvenes de hoy son la primera generación de la historia con un coeficiente intelectual (IQ) más bajo que la anterior. “Mis padres no pasaron la misma prueba que yo, pero se puede someter a un grupo de personas a una versión antigua de la prueba. Haciendo eso se ha observado que el coeficiente intelectual aumentaba de generación en generación, pero recientemente la tendencia comenzó a invertirse en varios países. Es verdad que el coeficiente intelectual se ve fuertemente afectado por factores como el sistema de salud, el sistema escolar y de nutrición, en países donde los factores socioeconómicos se han mantenido estables por décadas, el coeficiente intelectual ha comenzado a reducirse. Los nativos digitales son los primeros niños que tienen un coeficiente intelectual más bajo que sus padres.”
Ahora bien, qué tenemos que hacer frente a este fenómeno, definitivamente no satanizar el uso de la tecnología pero sí moderarlo y combinarlo con otras actividades que no sólo a los pequeños, también al resto de la generaciones ayude y apoye a equilibrar el uso de herramientas tecnológicas y mantener un coeficiente intelectual adecuado. Tómelo en cuenta estimado lector porque sino, según Desmurget, si nuestros niños de dos años pasan frente a una pantalla casi tres horas al día, los de ocho años cerca de las cinco horas y los adolescentes arriba de las siete horas, antes de llegar a los 18 años, nuestros pequeños habrán pasado el equivalente a 30 años escolares frente a pantallas recreativas.
@ericazocar